El Espíritu Santo nos guiará hacia la plenitud – Lectio Divina de la Solemnidad de la Santísima Trinidad (Jn 16, 12-15)

VERDAD – LECTURA

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuanta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de los mío y os lo anunciará.

No me corresponde a mí, ni creo que sea el objetivo último de la Lectio Divina, explicar el Misterio de la Santísima Trinidad. Es algo que dejamos a los teólogos especializados en dogmática. Nuestro objetivo sí que es, acercar la Palabra de Dios a toda aquella persona que quiera escucharla. De ahí, la importancia de enmarcar bien los textos, intentando desentrañar el significado que podrían tener los mismos en la época en que se escribieron; y, además, intentar actualizarlos a nuestro hoy actual. Y eso es lo que vamos a intentar realizar, con el texto que la liturgia nos regala para celebrar la solemnidad de la Santísima Trinidad.

Primeramente, creo que es importante que enmarquemos un poco el texto dentro de un contexto más amplio. El texto evangélico de hoy se encuentra dentro del llamado discurso de despedida de Jesús. El cual es pronunciado en la última cena. Todo ello forma parte de una gran sección llamada el libro de la revelación (13, 1—17, 26).

Nos encontramos, pues, en un ambiente de intimidad: la última cena. En ella, Jesús pronuncia ese largo discurso, que hemos denominado antes libro de la revelación. Jesús quiere mostrar a sus discípulos lo más íntimo de su ser; es decir, el sentido del seguimiento a su persona y el pilar en el que está asentada la nueva comunidad: el amor.

La misión de llevar el amor de Dios a toda la humanidad no estará exenta de dificultades, pero estando unidos a Jesús, todo será más fácil, el Espíritu de la Verdad irá acompañando a la comunidad guiándola hasta la verdad plena.

Jesús ha ido transmitiendo a sus discípulos lo que el Padre le ha comunicado desde toda la eternidad. Sin embargo, los discípulos no pueden llegar a entender el alcance de este mensaje en su totalidad, ni en toda su riqueza. Nosotros si lo sabemos, pero cuando Jesús pronunció estas palabras, sus discípulos no sabían que iba a morir, ni comprendían el alcance que podría tener la pasión, muerte y resurrección del Maestro, tampoco nosotros llegamos a comprenderlo plenamente. Hacia esa comprensión más o menos plena les guiará el Espíritu y nos guiará a nosotros. Éste será quien ayude a “entender” y a poner en práctica las palabras de Jesús.

A la luz de la resurrección, con la ayuda del Espíritu Santo, la comunidad, los cristianos de todos los tiempos, podrán y podremos vislumbrar de manera más clara el verdadero sentido y el verdadero significado de las palabras y de la vida de Jesús.

Tener los ojos abiertos y los oídos atentos a los acontecimientos cotidianos, así como estar abiertos a la voz del Espíritu nos puede ayudar a encontrar el verdadero sentido de todo aquello que está por venir y que está ocurriendo a nuestro alrededor.

El Espíritu Santo glorificará a Jesús; es decir, pondrá en evidencia el amor que Jesús manifestó durante toda su vida y que le llevó a asumir su muerte y a experimentar la resurrección. Porque la esencia de Dios no es otra, sino el amor; al igual que el verdadero ser del hombre no es otro sino el amor. El Espíritu Santo será, por consiguiente, quien nos comunique en plenitud el amor de Dios manifestado en la entrega incondicional de Jesús.

Estando unidos al Espíritu Santo, encontrándonos en sintonía con Él, podremos lograr nuestra propia transformación personal, nuestro verdadero desarrollo y crecimiento, llegar a ser verdaderos seres humanos, en toda nuestra plenitud. Y para llegar a ser plenamente humanos, el modelo no es otro si no Jesús de Nazaret. El Espíritu nos irá transformando para llevarnos a la plenitud de Jesús, que es la plenitud del ser humano.

Todo lo que tiene el Padre es de Jesús. Pero lo más importante y lo más vital que poseen es el amor. Precisamente desde el dinamismo del amor se realiza esa unión entre las tres personas de la Santísima Trinidad que hacen que a la vez sen sólo uno.

No intentemos resolver este misterio como si se tratase de un problema matemático, va a ser imposible que lleguemos a comprenderlo. Intentemos, sin embargo, vivirlo desde el amor. Intentemos vivir en comunión con cada una de las personas de la Santísima Trinidad. Intentemos relacionarnos entre nosotros, aunque cada uno seamos únicos e irrepetibles, desde el amor, la comunicación, el respeto, el dialogo… Y tal vez, en algún momento, lleguemos a percibir y experimentar el verdadero sentido de la Santísima Trinidad.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?

• ¿Cómo es tu vivencia de la Trinidad, aunque no llegues a comprender este misterio?

• ¿Acoges con todo tu ser el amor que Dios te ofrece y te regala incondicionalmente?

• ¿Qué acciones podrías emprender para mostrar el amor de Dios en tu propio ambiente?

• ¿De qué manera puedes intentar estar más abierto a los acontecimientos que ocurren a tu alrededor y a la voz del Espíritu?

VIDA – ORACIÓN

Divina Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

presente y operante en la Iglesia y en lo más profundo de mi ser;

yo te adoro, te doy gracias y te amo.

Por medio de María, Reina de los Apóstoles,

me ofrezco entrego y consagro totalmente a ti

por toda la vida y para la eternidad.

A ti Padre del cielo, me ofrezco, entrego y consagro como hijo.

A ti, Jesús Maestro, me ofrezco, entrego y consagro como hermano y discípulo.

A ti Espíritu Santo, me ofrezco entrego y consagro como “templo vivo”,

para ser consagrado y santificado.

María, madre de la Iglesia y madre mía,

tú que vives en intimidad con la Trinidad Santísima,

enséñame a vivir, por medio de la liturgia y los sacramentos,

en comunión cada vez más profunda con las tres divinas Personas,

para que toda mi vida sea un “Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo”. Amén. (Beato Santiago Alberione).

Lectio Divina de la Solemnidad de Pentecostés (Jn 15,26-27.16,12-15)

VERDAD – MEDITACIÓN

El domingo pasado dejamos a los discípulos siendo enviados a la misión. Una misión, que tendría sus consecuencias y para la que necesitaban la ayuda del Espíritu Santo. El contexto en el que hoy entramos es el del discurso de despedida de Jesús antes de su pasión, muerte y resurrección. En dicho discurso se anuncia el envío del Espíritu Santo a los apóstoles para que sea su testigo en los momentos de dificultad, su consolador en la prueba, su defensor en la persecución.

El Espíritu Santo será apoyo para los discípulos cuando vayan a proclamar la Buena Noticia a todas las naciones. Los discípulos, a su vez, han de intentar vivir la vida de Jesús de Nazaret en sus actitudes vitales. Además han de reconocer su incapacidad para comprender la Escritura y por tanto para poder anunciarla.

El Espíritu Santo será quien les haga comprender en plenitud la Escritura, la vida, la entrega y la resurrección de Jesús. El Espíritu les desvelará la verdad completa. Le guiará y les iluminará en el conocimiento total de la persona de Jesús y de su mensaje. Será quien le ayude a interpretar los signos de los tiempos, los acontecimientos de la historia desde la perspectiva de Jesús y no desde la percepción que tiene el mundo. Los discípulos han de estar atento precisamente a las manifestaciones del Espíritu.

El Espíritu Santo manifestará la gloria de Jesús, es decir mostrará el amor del Padre hacia el Hijo y por consiguiente hacia cada una de sus creaturas. Nosotros, a su vez, tenemos que mostrar el amor incondicional y gratuito del Padre a todos aquellos que entran en contacto con nosotros.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué versículo, frase, palabra ha llamado especialmente tu atención? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios con ello en este momento concreto de tu vida?

  • ¿De qué manera acojo al Espíritu Santo en mi vida?

  • ¿Intento vivir mi vida cotidiana coherentemente con las enseñanzas de Jesús y dejo al Espíritu que actúe en mí y a mi favor?

  • ¿Me dejo iluminar, guiar, acompañar por el Espíritu para ser capaz de interpretar los acontecimientos de la historia desde la perspectiva cristiana?

  • ¿Estoy atento/a a las diversas manifestaciones del Espíritu Santo en los acontecimientos que se producen a mi alrededor?

  • ¿Manifiesto y muestro a mi alrededor el amor incondicional y gratuito del Padre? ¿De qué forma?

VIDA – ORACIÓN

Ven, Espíritu divino,

manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,

don, en tus dones espléndidos.
Fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas,
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
Si tu le faltas por dentro;
mira el poder del pecado

cuando no envías tu aliento.
riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma al Espíritu indómito,
guía el que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

Lectio Divina IV domingo de Pascua (Jn 10,11-18)

VERDAD – LECTURA jesus-el-buen-pastor

Hoy, IV domingo de pascua, celebramos el domingo del Buen Pastor y la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Día especialmente indicado para orar por las distintas vocaciones dentro de la Iglesia y también para que los llamados, que somos todos dentro de la Iglesia, pues todos hemos recibido una misión dentro de ella, reflexionemos sobre nuestra vida y cómo hemos acogido y llevado a cabo la llamada de Dios. Estamos celebrando el Año de la Vida Consagrada, por lo que es también una ocasión única para orar y promover dicha vocación.
El evangelio de hoy nos muestra la figura del Buen Pastor, referente y modelo para todos los llamados; cuya característica principal es la de dar su vida por los suyos, y los suyos son toda la humanidad. Para poder dar la vida por los demás es imprescindible tener amor. Un amor incondicional y sin esperar nada a cambio. Un amor capaz de dar no sólo la vida cuando la ocasión lo requiera, pues esta circunstancia es posible que nunca se de, si no a uno mismo en el día a día. Pero, además, Jesús viene a darnos la vida en plenitud.
En contraposición con el Buen Pastor aparece la figura del asalariado. El cual se ocupa del rebaño por interés, por dinero, por lo que en caso de peligro abandonará el rebaño.
Una segunda característica del Buen Pastor es que conoce personalmente a cada una de las ovejas del rebaño, las llama por su nombre. Pero, también las ovejas conocen al pastor, por lo que entre ambos se establece una relación de conocimiento experiencial. Las ovejas han experimentado la relación con el pastor. Este es el conocimiento que nosotros debemos tener de Jesús nuestro Buen Pastor. Esta relación es la misma que se establece entre el Padre y el Hijo. Una relación fundamentada en el amor. Un amor que Jesús quiere hacer llegar a toda la humanidad. Pues toda la humanidad es destinataria del amor del Padre y del de Jesús.
Una tercera característica del Buen Pastor es que nadie arrebata la vida a Jesús, sino que la entrega voluntariamente, por eso la recobrará. Al igual que Jesús, aquel que entregue su vida por amor, la recobrará, pues el amor es fuerza vital que engendra vida, vida en abundancia y vida en plenitud.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué versículo, frase, palabra ha llamado especialmente tu atención? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios con ello en este momento concreto de tu vida?
• ¿Sientes a Jesús como tu Buen Pastor? ¿Estás atento/a a su voz? ¿a su Palabra?
• Y tú ¿eres buen pastor para los demás? ¿estás dispuesto/a a asumir en tu propia vida las actitudes vitales de Jesús y vivirlas en tu vida cotidiana?
• ¿Qué tipo de amor es el que sientes por las personas que te rodean? ¿Por la humanidad?
• ¿Serías capaz de entregar tu vida por amor? Y no me refiero a circunstancias excepcionales, ¿sería capaz de dar la vida poco a poco día a día?
• ¿Cómo es tu conocimiento de Jesús? ¿Lo conozces únicamente de oídas? ¿Has experimentado una relación verdadera con Jesús? ¿Has experimentado al Dios de la vida? ¿A Jesús Vida para tí y para toda la humanidad?
• ¿Cómo transmites ese amor de Dios incondicional a los demás?

VIDA – ORACIÓN

• Alaba a Dios por el regalo del amor incondicional que nos tiene a todos sin esperar nada a cambio
• Da gracias a Jesús por pertenecer a su rebaño, porque te ama hasta dar la vida por ti, por permitir que le puedas experimentar en el día a día.
• Al igual que Jesús, ofrece tu vida al Padre, nadie te la arrebata, la entregas por amor y el amor hará que la recobres.
• Pide a Dios Padre el don del Espíritu, que te haga acoger su amor infinito y saberlo transmitir a todos aquellos con los que puedas encontrarte en el camino de la vida.
• Comprométete a ser portador de Amor en el mundo que te rodea.

El sepulcro vacío – Lectio Divina Domingo de Pascua (Jn 20,1-10)

VERDAD – LECTURA Sepulcro-de-Jesús-610x225

¿Dónde está? No está aquí. Se lo han llevado. No sabemos donde lo han puesto. El caso es que el sepulcro está vacío. Así es. El primer día de la semana, hoy, muy temprano. Entre luces y tinieblas. No ha amanecido totalmente. Se va abriendo paso la Luz, la Vida. Aunque nosotros no seamos capaces de percibirla; tal y como le ocurría a María Magdalena. ¿A qué iba ella al sepulcro? A llorar por la muerte del Maestro, a encontrarse con la tristeza, la resignación, el dolor por la perdida del Esposo. También nosotros buscamos como Iglesia, como comunidad, como creyentes al Esposo, a Jesús, al Salvador, a aquel que puede traernos la felicidad plena. Pero, ¿Dónde? ¿Cuándo le buscamos? ¿En las tinieblas? ¿Simplemente para llorar el sufrimiento, el dolor, la culpa? ¿Seguimos creyendo que la muerte ha triunfado? Pues, sabed que el sepulcro está vacío, que la losa está quitada (20,1). Que la piedra que cerraba las puertas de la vida ha sido desplazada. Ante ese corrimiento de la piedra, de nuestras propias piedras, ¿Cuál es nuestra reacción? La de María Magdalena está clara: ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Han profanado la tumba de Jesús! ¡Se han llevado su cadáver! Ya ha hecho su propia interpretación del acontecimiento. Sigue pensando en parámetros de muerte. El caso es que, sólo sabemos, por ahora, que la piedra está movida.
¿Qué dice esta loca? ¿Qué han movido la piedra del sepulcro? Hay que ir allí y cerciorarse. Jesús está muerto. Bastante revuelo ha suscitado en vida, como para que ahora, encima, después de muerto, sigamos teniendo problemas. Pedro y el discípulo al que Jesús tanto amaba, corren hacia el huerto en el que estaba excavado al sepulcro. El huerto (el jardín) lugar de vida y de encuentro con Dios. Allí es donde se encuentra la tumba de Jesús. Pero nadie ha ciado en la cuenta. Corren para ver si pueden averiguar quién se ha movido la piedra.
El discípulo incluso se adelanta a Pedro. Y se encuentra efectivamente con que la losa está quitada. Se asoma y ve como los lienzos no cubren a Jesús. Están colocados. Como cuando el amado espera a su amada en el lecho nupcial. Sin embargo, no cae en la cuenta. Ha visto las señales de la vida, de la resurrección, pero no lo ha llegado a comprender. Cede el paso a Pedro. Éste entra y ve también los lienzos de la misma manera, pero además, el símbolo de la muerte que es el sudario está colocado a parte. La muerte ha sido vencida. La muerte está echada a un lado, la muerte ha sido desplazada por la Vida. Pero, Pedro se mantiene dentro de sus parámetro. Ve las señales, pero no es capaz de ir más allá. El discípulo, sin embargo, vio y creyó. El amor ante el menor signo, ya cree, confía, espera.
Ante un mismo hecho dos actitudes totalmente distintas. Pero así es el ser humano. La verdad es que aquel acontecimiento les debió dejar impactados. Cada uno vuelve a su casa. Lo que ocurre que no vuelven de la misma manera. Pedro vuelve igual que antes; impactado, si; sorprendido, sí; lleno de interrogantes. Sin embargo, el discípulo al que Jesús amaba y es de suponer que él amaba a Jesús, ese vuelve transformado, vuelve cambiado, vuelve diferente: CREYÓ.
¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡ALELUYA!

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué versículo, frase, palabra ha llamado especialmente tu atención? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios con ello en este momento concreto de tu vida?
  • ¿Busco a Jesús en mi vida? ¿Quiero salir a su encuentro? ¿Deseo ardientemente encontrarme con él?
    Jesús va ofreciéndome signos, señales, itinerarios para poder ir ha su encuentro; al percibirlos ¿qué hago?
  • En ocasiones las señales son evidentemente claras, son inequívocas ¿Cuál es, entonces, mi actitud? ¿Me marcho con cara de vinagre, pensando que el Dios de Jesús es muy complicado y vete a saber lo que es aquello? ¿Acojo esas señales y continuo mi búsqueda con esperanza, con fe, con amor?
  • ¿Qué significa para mí que Jesús ha resucitado?

VIDA – ORACIÓN

  • Te invito a meterte en la escena, como si fueras un personaje más. Conviértete en María Magdalena, reproduce la narración metiéndote en la piel de este personaje, revive el acontecimiento desde el punto de vista de ella ¿Qué sientes? ¿Qué emociones, qué actitudes se despiertan en ti? Haz lo mismo con el personaje de Pedro y del Discípulo al que Jesús ama… Alaba a Dios por permitirte recordar, conmemorar, revivir este acontecimiento.
  • Da gracias a Dios por el regalo de la Resurrección de su Hijo, por el don de tu propia resurrección, por ser un Dios de vivos y no de muertos.
  • Ofrécete para se testigo de la Resurrección de Jesús, para propagar a los cuatro vientos que Jesús está vivo.
  • Pide que el Espíritu Santo ilumine tu camino, te conduzca por senda llana y te muestre los signos de la Vida, para poder anunciar la Vida a todos los que salen a tu encuentro.

¡¡¡ FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN !!!

Para vivir hay que morir – Lectio divina del V domingo de Cuaresma (Jn 12,20-33)

VERDAD – LECTURA johncrossLR

Un grupo de prosélitos o temerosos de Dios, que era como llamaban a los no judíos simpatizantes de la religión hebrea, que habían acogido el monoteísmo y practicaban algunos de sus ritos, venidos a Jerusalén para celebrar la Pascua, se dirigieron a Felipe con la intención de encontrarse con Jesús. Aquél a su vez se lo comunica Andrés. Es significativo que ambos apóstoles llevan nombres griegos. Y además que ambos representen dos corrientes dentro de la comunidad de Jesús. Andrés era discípulo de Juan el Bautista, corriente más cercana al judaísmo, Felipe, que fue llamado directamente por Jesús, más afín a los griegos. El deseo de estos griegos es el que motiva a Jesús a pronunciar el discurso que sigue, en el que Jesús explica la necesidad de su pasión y muerte para atraer a todos hacia él (12,32).
Jesús comienza dicho discurso, en el que se nos anuncia que ha llegado la hora de su glorificación (12,23), con un expresión cargada de significado, «en verdad, en verdad os digo» (12,24), que es como decir os aseguro, que si el grano de trigo no muere no da fruto (cf. 12,24b). Es decir que para dar vida es necesario morir, es necesario entregarse, es necesario desaparecer. De esa forma la nueva vida que renace es vida eterna.
Pero la muerte no tiene la última palabra. Jesús acepta su pasión y muerte, sin embargo, pide al Padre su glorificación (12,28). La respuesta del Padre es inmediata: Le he glorificado y lo volveré a glorificar (12,28). De esta manera se ha manifestado la gloria de Dios que sus discípulos han contemplado.
Al ser crucificado Jesús, este asumirá en sí mismo todas las dolencias, las heridas, las frustraciones e imperfecciones de la humanidad, incluso la muerte. Y después en la Resurrección y en la Ascensión lo recapitulará, se sintetizará, se asumirá todo en él.
Con su glorificación nos traerá a todos la salvación para toda la humanidad. Ya ni la muerte, ni el pecado tienen carta de ciudadanía. El amor ha sido quien ha vencido. Y será el amor el que atraiga muchos a Jesús.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado especialmente el corazón? ¿Qué sentimientos ha suscitado en ti? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • Los griegos quieren ver a Jesús. ¿Y tu corazón arde en deseos de encontrarte con el Maestro Divino?
  • Cuando alguien te pregunta por Jesús, por la Iglesia, por tu vida cristiana… ¿Das testimonio de tu encuentro con Jesús o por el contrario escaqueas el bulto?
  • ¿Qué significa para ti entregar la vida? ¿Qué significado tiene para ti la cruz?
  • ¿Estas dispuesto/a a entregar tu vida por amor, lo mismo que hizo Jesús? Lo cual, no quiere decir morir físicamente.
  • ¿De qué manera eres testigo de la pasión, muerte y resurrección de Jesús?

VERDAD – ORACIÓN

  • Adora a Jesús en el misterio de su pasión, muerte y resurrección.
  • Alaba a Dios por su infinita misericordia, por habernos librado del pecado y de la muerte.
  • Da gracias a la Santísima Trinidad por el don de la vida y por el don de ser discípulo de Jesús.
  • Pide al Espíritu Santo que derrame sobre ti la abundancia de sus dones para que puedas dar testimonio del amor de Dios delante de todos aquellos que se cruzan en tu camino.

Hacia la luz – Lectio divina del IV domingo de Cuaresma (Jn 3,14-21)

VERDAD – LECTURA

Jesús está muy por encima de cualquier otro personaje del Antiguo Testamento, por muy destacado que haya sido su protagonismo en la vida del Pueblo de Israel. ¿Por qué? Sencillamente, porque Jesús es el único que ha bajado del cielo. Nadie ha tenido un trato íntimo con el Padre, nadie ha estado junto a Él, nadie ha contemplado su rostro; nadie excepto el Hijo del Hombre, excepto Jesús, el Hijo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. A él no se le ha transmitido nada, todo lo que conoce acerca del Padre es por su experiencia propia. Él es la Palabra Encarnada del Padre. Es aquél que preexistía desde el principio, que existía desde siempre, por el que fueron hechas todas las cosas y nada se hizo sin él; la Palabra que estaba junto a Dios y era Dios (cf. Jn 1,1ss). Pues este Dios es quien tiene que ser crucificado. El Dios de Israel, el Dios creador del cielo y de la tierra, el Dios de toda la humanidad ha de sufrir la pasión y la muerte en la persona de Jesús de Nazaret. Una pasión y muerte, que según la ley de Moisés era una maldición: «si un condenado a muerte es ejecutado colgándolo de un árbol, su cadáver no podrá quedar allí durante la noche, sino que lo enterrarás el mismo día, pues el que muere colgado de un árbol es maldito de Dios, y tú no debes manchar la tierra que el Señor, tu Dios, te da en heredad.» (Dt 21,22s). Ese es el Dios cristiano, que «no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.» (Flp 2,6ss). Dios entrega a su propio Hijo a la muerte. La elevación de la serpiente de bronce en el desierto por Moisés era un anticipo de la acción sanadora de la cruz, que nos librará incluso de la muerte, otorgándonos y regalándonos la vida eterna.
Todo esto era incomprensible, era imposible, era inaudito para la mentalidad de cualquier israelita. No, no podía ser. Para comprender todas estas cosas en su verdadera naturaleza, para entender la actuación amorosa de Dios, para poder asimilar mínimamente la acción salvadora del Hijo, es necesario nacer de nuevo. Por eso, Nicodemo, prototipo, representante, símbolo del Pueblo judío, debe dejar atrás dicha mentalidad y nacer de nuevo. Debe aprender a mirar la vida con ojos nuevos, desde una perspectiva diferente, con una actitud totalmente nueva. Debe aprender a mirar con los «ojos de la Luz». Entonces se dará cuenta que Dios no es un juez, que Jesús no ha venido para hacer cumplir la Ley, sino para darle su sentido pleno. Que hemos de comenzar a amar la Luz, a hacernos uno con ella, a obrar la verdad para ir hacia la luz y se ponga de manifiesto que la obras que hacemos, están hechas según Dios.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado especialmente el corazón? ¿Qué sentimientos ha suscitado en ti? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿Cómo sientes a Dios? ¿Es para ti un Dios alejado de la humanidad, cuya morada está en los cielos, y despreocupado de sus criaturas? ¿o por el contrario es un Dios cercano, que ha bajado del cielo, que se ha hecho hombre y que por librarnos del pecado y de la muerte se ha encarnado, ha sufrido, ha muerto y resucitado para que nosotros tengamos vida eterna?
  • ¿Sientes en lo más profundo de tu ser que Dios te ama? ¿Que Dios únicamente quiere lo mejor para ti? ¿Que está siempre a tu lado, sobre todo en los momentos de dolor, de sufrimiento, de desconcierto?
  • ¿Crees que Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgarlo, sino para salvarlo? ¿Lo crees de verdad?
  • En este camino de cuaresma, debes realizar un cambio en tu vida, sobre todo debes cambiar la perspectiva desde la que contemplas el mundo, debes cambiar el modo de percibir la realidad. Debes comenzar a obrar la verdad, para ir hacia la Luz y que se ponga de manifiesto que tus obras están hechas según Dios, ¿qué debes comenzar a cambiar en tu vida para ello?

VERDAD – ORACIÓN

Dios nuestro,
tú nos has enviado a tu hijo para salvarnos a través de él.
¡Llena nuestra actividad diaria con el amor que libera!
¡Danos el coraje para transmitir ese amor
a todas las personas que entran en contacto con nosotros,
en nuestro trabajo, en la calle, en nuestra parroquia!
¡Haz, Señor, que amemos con la gratuidad
que hace sentir tu presencia en el mundo!
¡Enciende entre nosotros la llama de la fe que salva
y que nos da la esperanza de sentirnos queridos!
¡Abre las ventanas de nuestros corazones
para observar la realidad con unos ojos llenos de amor
para respirar el aire que alegra nuestro interior!
Buen Jesús,
a ti, que eres la luz del mundo y que has dado la vida por nosotros,
te damos gracias por tu mensaje, porque fortalece nuestra fe.
¡Ayúdanos a avanzar en este tiempo de Cuaresma
para llegar con gozo y madurez hasta la Pascua,
el momento en que los que creemos en ti
vemos reflejada, en tres días,
la victoria de la vida sobre la muerte,
del amor sobre el odio,
de la claridad sobre la oscuridad! Amén.
Ignasi Miranda, Oraciones de tú a tú, Claret, Barcelona 2011.

Un culto diferente – Lectio divina del III domingo de Cuaresma (Jn 2,13-25)

VERDAD – LECTURA 000088251

El texto evangélico con el que la liturgia nos invita a orar hoy, hemos de enmarcarlo dentro de lo que en el evangelio de Juan podríamos llamar el libro de los signos. Efectivamente, el acontecimiento narrado, en esta ocasión, por el cuarto evangelio nos tiene que llevar a la novedad que Jesús nos trae con respecto al culto: un nuevo modo de relacionarnos con Dios.
Este hecho está recogido por los cuatro evangelios (Mt 21,12-14; Mc 11,15-17; Lc 20,9-11), aunque los sinópticos lo sitúan al final de la vida de Jesús y Juan al principio. Haya acontecido en un momento y otro, lo verdaderamente importante es situarlo y percibir dicha narración desde el punto de vista que venimos comentando: la nueva manera de relacionarse con Dios. Y no sólo por parte del cristiano, sino la nueva manera universal de relacionarse con Dios. Recordemos que a continuación de este pasaje, Jesús entrara en contacto con Nicodemo (prototipo de la nación judía), con la samaritana (prototipo de la nación samaritana) y con el funcionario real (prototipo de los paganos). Para unos y otros, a partir de ahora, el Templo, la casa de mi Padre, ha de ser casa de oración, y no una casa de mercado.
Las ofrendas y sacrificios, en la nueva comunidad de Jesús, no tienen sentido. No es el culto debido, ni querido por el Padre (Is 1,11; 1Sam 15,20; Jer 7,21-23; Sal 40,6).
Dentro de este contexto, encontramos a Jesús cuando se acercaba la pascua de los judíos, no la pascua querida por Yahveh. Al llegar al Templo puede observar con estupor como los vendedores, comerciantes y cambistas están realizando sus negocios. ¿Es que Dios necesita del sacrificio de animales para que entremos en relación con él? Jesús hace un látigo de cuerdas y expulsó a los animales destinados a ser sacrificados, esparció las monedas y expulsó a los cambistas. Todos ellos de una u otra manera se habían apoderado del Templo y lo habían convertido en un negocio para beneficio propio. Y esto no tiene nada que ver con lo que Jesús predica acerca de nuestra relación con Dios, del culto debido al Padre. Es más el amor de Dios no es negociable, ni comprable, ni vendible, el amor de Dios es gratuito e incondicional.
Por tanto, el viejo templo a pasado. Ya no tiene sentido seguir dando culto a Dios en Jerusalén, ni en su Templo, a partir de este momento el templo de Dios es el mismo Jesús y este resucitado. En tanto en cuanto entremos en relación con Jesucristo, estaremos entrando en relación con el Padre y el Espíritu. Hemos de dejarnos transformar por el Espíritu en otros Cristo y relacionarnos con el Padre como hijos y con el Hijo como amigos.
Concluye el pasaje con unos versículos resumen de la actividad y de los acontecimientos derivados de la misma como es el que muchos creyeran a partir de los signos que Jesús realizaba. Aunque esto no basta. Es necesario, adherirnos plenamente a Jesús, dejarnos transforma por el Espíritu y asumir las actitudes vitales de Jesús para llevar la Buena Nueva toda la humanidad.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado especialmente el corazón? ¿Qué sentimientos ha suscitado en ti? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿De qué manera me relaciono yo con Dios? ¿Cuál es mi forma de entrar en comunión con él? ¿Qué puesto ocupa Jesús en esta relación?
  • A partir de la manera que tengo de relacionarme con Dios, ¿cuál es la imagen que tengo de Él?
    ¿Creo en Jesús por los signos que ha hecho, que he podido percibir? ¿Por qué creo en Jesús? ¿Cómo creo en él?
  • Creer en Jesús y relacionarse con el Padre implica mi amor, mi preocupación y mi compromiso hacia mis hermanos, que son la humanidad entera, ¿Cómo vivo ese compromiso? ¿Cómo lo estoy llevando a cabo?
  • ¿Cómo puedo adherirme más a Jesús? ¿Qué debo transformar en mi vida? ¿Qué debo asumir y acoger?

VIDA – ORACIÓN

  • Adoro a Dios por dar el primer paso y mostrase a la humanidad tal cual es: un Dios amor.
  • Doy gracias a Dios por permitirme entrar en relación con Él sin necesidad de tener que realizar ningún tipo de sacrificios, ofrendas u holocaustos.
  • Le ofrezco a Dios mi propia vida para que él la transforme, para que actúe según su voluntad y pueda glorificarle continuamente.
  • Pido a Dios que derrame su gracia sobre mí para que sea capaz de darle un culto razonable, en compañía de mis hermanos, los hombres y mujeres, con los que convivo cada día codo con codo y sea para ellos testimonio de Cristo resucitado.