VENCIENDO LA TENTACIÓN DOMINGO I DE CUARESMA – CICLO A

Imagen de Bob Bello en Pixabay

VERDAD LECTURA

Evangelio: Mt 4, 1-11

El relato que hoy nos regala la liturgia dominical podemos encontrarlo, con sus matices particulares, en los tres sinópticos. Dichas narraciones tienen algunas características semejantes que podemos enumerar: según Mt y Mc, es el Espíritu el que empuja a Jesús al desierto, en éste pasa cuarenta días siendo tentado por Satanás y servido por los ángeles. Por otro lado, tanto, Mt como Lc se remontan a la experiencia de Israel en el desierto.
El acontecimiento que se nos narra hoy en el evangelio de Mateo, está contado justo después del relato del bautismo. Momento en el que, Jesús toma su opción fundamental: cumplir la voluntad del Padre; y el Padre, también la ha hecho: «Este es mi hijo amado, a quien he elegido» (Mt 3,17).

Es el Espíritu, el que lleva a Jesús al desierto para ser tentado por el diablo. Hemos de tener en cuenta, una cosa, y es que en el evangelio la tentación no viene de Dios, sino del diablo. Tentación a la que todos nos vemos avocados, en algún momento de nuestra vida y hacia la que hemos de estar preparados.

Jesús se prepara a resistir la tentación ayunando. Pero, ¿qué significado tiene este ayuno como preparación a la tentación? El ayuno en el pueblo de Israel, siempre significaba entrar en relación con Dios, hallarse en búsqueda.

Jesús se mantienen en una unión intima con el Padre, dispuesto, en todo momento, a cumplir su voluntad. En esta situación es en la que el tentador se acerca a Jesús. Sobre todo, en un momento de extrema debilidad: «tenía hambre».

Vamos a revivir en las tres tentaciones, las tentaciones del pueblo de Israel en el desierto, pero en esta ocasión, Jesús saldrá vencedor.

La primera tentación es la del hambre. En el desierto, cuando el pueblo de Israel sintió hambre, «murmuró contra Moisés y Aarón», que en realidad era, como murmurar contra Dios (Éx 16,2,7-8). No cayeron en la cuenta de que Dios estaba probando su fidelidad (Éx 16,4). Jesús ante esta tención, que lo que busca es remover la fidelidad de Jesús, haciéndole dudar de su filiación divina, no sucumbe. Para Jesús, ser Hijo no tiene nada que ver con demostrar su poder. Ser Hijo es fiarse de Dios y de su Palabra incondicionalmente, saberse amado y en buenas manos. Y responde con la Palabra de la Escritura: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Dt 8,10).

El diablo vuelve a la carga. En esta segunda tentación, se evoca lo sucedido en Masá en el desierto, cuando al pueblo de Israel le faltó el agua y protestaron contra Dios; incluso, se atrevieron a dudar de la presencia de Dios entre ellos. Nuevamente, el tentador invita a Jesús a probar que es el Hijo de Dios. Jesús expresa su confianza radical hacia el Padre. Y vuelve a responderle con la Palabra de la Escritura: «No tentarás al Señor, tu Dios» (Dt 6,16).

Y el diablo no ceja en su empeño, e intenta buscarle las vueltas a Jesús. Lo lleva a un «monte muy alto». Le muestra toda la gloria y el poder mundanos; le pide que renuncie a Dios y le adore a él. ¡Cuántas veces ha caído Israel en esta tentación! Jesús vuelve a vencer la tentación con la Palabra: «al Señor tu Dios adorarás y sólo a él servirás» (Dt 6,13).
El episodio descansa en un desenlace apacible: el diablo se da por vencido y Jesús es confortado por los ángeles, como confortado y alentado fue Elías en el desierto hasta llegar al Horeb.
Jesús ha vencido al diablo en el desierto y le seguirá venciendo durante toda su vida terrena. Y la mayor victoria sobre el mal y sobre el diablo ha sido la Resurrección. Nada, ni nadie tiene poder sobre Jesús. Porque, incluso, ha vencido a la muerte.

Imagen de Jörg Peter en Pixabay

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra de este pasaje evangélico te ha tocado especialmente el corazón? ¿Qué sentimientos se despiertan en ti al leer este pasaje?
  • ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento concreto de tu vida, con esa palabra, con ese sentimiento que se ha despertado en ti?
  • En alguna ocasión hemos de ir al desierto para encontrarnos con Dios y para fortalecer nuestra fe y nuestra filiación divina. ¿Eres consciente de ello? ¿Estás dispuesto a ir? ¿Vas a dejarte guiar en el desierto por el Espíritu?
  • En las ocasiones en que siento la tentación del diablo, ¿Qué haces? ¿Cómo respondes? ¿Vives la tentación en Dios y en su Espíritu o abandonado a tus fuerzas?
  • Ante las tentaciones y tribulaciones de la vida, ¿dudas de Dios?, ¿dudas de su amor incondicional y eterno?
  • Teniendo en cuenta cómo Jesús vence las tentaciones, ¿Qué alimenta tu vida y te hace crecer más como persona y como creyente? ¿Escuchas asiduamente la Palabra de Dios?

VIDA – ORACIÓN

  • Dale gracias a Jesús por compartir con nosotros nuestra condición humana, nuestras debilidades y tentaciones, por comprendernos. “Él modeló cada corazón y conoce todas sus acciones” (Sal 33,15)
  • Pídele la gracia, en todo momento, pero especialmente en la prueba, de poner tu mirada en el Rostro del Padre y a confiar en Él con absoluto abandono.

Para vivir hay que morir – Lectio divina del V domingo de Cuaresma (Jn 12,20-33)

VERDAD – LECTURA johncrossLR

Un grupo de prosélitos o temerosos de Dios, que era como llamaban a los no judíos simpatizantes de la religión hebrea, que habían acogido el monoteísmo y practicaban algunos de sus ritos, venidos a Jerusalén para celebrar la Pascua, se dirigieron a Felipe con la intención de encontrarse con Jesús. Aquél a su vez se lo comunica Andrés. Es significativo que ambos apóstoles llevan nombres griegos. Y además que ambos representen dos corrientes dentro de la comunidad de Jesús. Andrés era discípulo de Juan el Bautista, corriente más cercana al judaísmo, Felipe, que fue llamado directamente por Jesús, más afín a los griegos. El deseo de estos griegos es el que motiva a Jesús a pronunciar el discurso que sigue, en el que Jesús explica la necesidad de su pasión y muerte para atraer a todos hacia él (12,32).
Jesús comienza dicho discurso, en el que se nos anuncia que ha llegado la hora de su glorificación (12,23), con un expresión cargada de significado, «en verdad, en verdad os digo» (12,24), que es como decir os aseguro, que si el grano de trigo no muere no da fruto (cf. 12,24b). Es decir que para dar vida es necesario morir, es necesario entregarse, es necesario desaparecer. De esa forma la nueva vida que renace es vida eterna.
Pero la muerte no tiene la última palabra. Jesús acepta su pasión y muerte, sin embargo, pide al Padre su glorificación (12,28). La respuesta del Padre es inmediata: Le he glorificado y lo volveré a glorificar (12,28). De esta manera se ha manifestado la gloria de Dios que sus discípulos han contemplado.
Al ser crucificado Jesús, este asumirá en sí mismo todas las dolencias, las heridas, las frustraciones e imperfecciones de la humanidad, incluso la muerte. Y después en la Resurrección y en la Ascensión lo recapitulará, se sintetizará, se asumirá todo en él.
Con su glorificación nos traerá a todos la salvación para toda la humanidad. Ya ni la muerte, ni el pecado tienen carta de ciudadanía. El amor ha sido quien ha vencido. Y será el amor el que atraiga muchos a Jesús.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado especialmente el corazón? ¿Qué sentimientos ha suscitado en ti? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • Los griegos quieren ver a Jesús. ¿Y tu corazón arde en deseos de encontrarte con el Maestro Divino?
  • Cuando alguien te pregunta por Jesús, por la Iglesia, por tu vida cristiana… ¿Das testimonio de tu encuentro con Jesús o por el contrario escaqueas el bulto?
  • ¿Qué significa para ti entregar la vida? ¿Qué significado tiene para ti la cruz?
  • ¿Estas dispuesto/a a entregar tu vida por amor, lo mismo que hizo Jesús? Lo cual, no quiere decir morir físicamente.
  • ¿De qué manera eres testigo de la pasión, muerte y resurrección de Jesús?

VERDAD – ORACIÓN

  • Adora a Jesús en el misterio de su pasión, muerte y resurrección.
  • Alaba a Dios por su infinita misericordia, por habernos librado del pecado y de la muerte.
  • Da gracias a la Santísima Trinidad por el don de la vida y por el don de ser discípulo de Jesús.
  • Pide al Espíritu Santo que derrame sobre ti la abundancia de sus dones para que puedas dar testimonio del amor de Dios delante de todos aquellos que se cruzan en tu camino.

Hacia la luz – Lectio divina del IV domingo de Cuaresma (Jn 3,14-21)

VERDAD – LECTURA

Jesús está muy por encima de cualquier otro personaje del Antiguo Testamento, por muy destacado que haya sido su protagonismo en la vida del Pueblo de Israel. ¿Por qué? Sencillamente, porque Jesús es el único que ha bajado del cielo. Nadie ha tenido un trato íntimo con el Padre, nadie ha estado junto a Él, nadie ha contemplado su rostro; nadie excepto el Hijo del Hombre, excepto Jesús, el Hijo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. A él no se le ha transmitido nada, todo lo que conoce acerca del Padre es por su experiencia propia. Él es la Palabra Encarnada del Padre. Es aquél que preexistía desde el principio, que existía desde siempre, por el que fueron hechas todas las cosas y nada se hizo sin él; la Palabra que estaba junto a Dios y era Dios (cf. Jn 1,1ss). Pues este Dios es quien tiene que ser crucificado. El Dios de Israel, el Dios creador del cielo y de la tierra, el Dios de toda la humanidad ha de sufrir la pasión y la muerte en la persona de Jesús de Nazaret. Una pasión y muerte, que según la ley de Moisés era una maldición: «si un condenado a muerte es ejecutado colgándolo de un árbol, su cadáver no podrá quedar allí durante la noche, sino que lo enterrarás el mismo día, pues el que muere colgado de un árbol es maldito de Dios, y tú no debes manchar la tierra que el Señor, tu Dios, te da en heredad.» (Dt 21,22s). Ese es el Dios cristiano, que «no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.» (Flp 2,6ss). Dios entrega a su propio Hijo a la muerte. La elevación de la serpiente de bronce en el desierto por Moisés era un anticipo de la acción sanadora de la cruz, que nos librará incluso de la muerte, otorgándonos y regalándonos la vida eterna.
Todo esto era incomprensible, era imposible, era inaudito para la mentalidad de cualquier israelita. No, no podía ser. Para comprender todas estas cosas en su verdadera naturaleza, para entender la actuación amorosa de Dios, para poder asimilar mínimamente la acción salvadora del Hijo, es necesario nacer de nuevo. Por eso, Nicodemo, prototipo, representante, símbolo del Pueblo judío, debe dejar atrás dicha mentalidad y nacer de nuevo. Debe aprender a mirar la vida con ojos nuevos, desde una perspectiva diferente, con una actitud totalmente nueva. Debe aprender a mirar con los «ojos de la Luz». Entonces se dará cuenta que Dios no es un juez, que Jesús no ha venido para hacer cumplir la Ley, sino para darle su sentido pleno. Que hemos de comenzar a amar la Luz, a hacernos uno con ella, a obrar la verdad para ir hacia la luz y se ponga de manifiesto que la obras que hacemos, están hechas según Dios.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado especialmente el corazón? ¿Qué sentimientos ha suscitado en ti? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿Cómo sientes a Dios? ¿Es para ti un Dios alejado de la humanidad, cuya morada está en los cielos, y despreocupado de sus criaturas? ¿o por el contrario es un Dios cercano, que ha bajado del cielo, que se ha hecho hombre y que por librarnos del pecado y de la muerte se ha encarnado, ha sufrido, ha muerto y resucitado para que nosotros tengamos vida eterna?
  • ¿Sientes en lo más profundo de tu ser que Dios te ama? ¿Que Dios únicamente quiere lo mejor para ti? ¿Que está siempre a tu lado, sobre todo en los momentos de dolor, de sufrimiento, de desconcierto?
  • ¿Crees que Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgarlo, sino para salvarlo? ¿Lo crees de verdad?
  • En este camino de cuaresma, debes realizar un cambio en tu vida, sobre todo debes cambiar la perspectiva desde la que contemplas el mundo, debes cambiar el modo de percibir la realidad. Debes comenzar a obrar la verdad, para ir hacia la Luz y que se ponga de manifiesto que tus obras están hechas según Dios, ¿qué debes comenzar a cambiar en tu vida para ello?

VERDAD – ORACIÓN

Dios nuestro,
tú nos has enviado a tu hijo para salvarnos a través de él.
¡Llena nuestra actividad diaria con el amor que libera!
¡Danos el coraje para transmitir ese amor
a todas las personas que entran en contacto con nosotros,
en nuestro trabajo, en la calle, en nuestra parroquia!
¡Haz, Señor, que amemos con la gratuidad
que hace sentir tu presencia en el mundo!
¡Enciende entre nosotros la llama de la fe que salva
y que nos da la esperanza de sentirnos queridos!
¡Abre las ventanas de nuestros corazones
para observar la realidad con unos ojos llenos de amor
para respirar el aire que alegra nuestro interior!
Buen Jesús,
a ti, que eres la luz del mundo y que has dado la vida por nosotros,
te damos gracias por tu mensaje, porque fortalece nuestra fe.
¡Ayúdanos a avanzar en este tiempo de Cuaresma
para llegar con gozo y madurez hasta la Pascua,
el momento en que los que creemos en ti
vemos reflejada, en tres días,
la victoria de la vida sobre la muerte,
del amor sobre el odio,
de la claridad sobre la oscuridad! Amén.
Ignasi Miranda, Oraciones de tú a tú, Claret, Barcelona 2011.

Un culto diferente – Lectio divina del III domingo de Cuaresma (Jn 2,13-25)

VERDAD – LECTURA 000088251

El texto evangélico con el que la liturgia nos invita a orar hoy, hemos de enmarcarlo dentro de lo que en el evangelio de Juan podríamos llamar el libro de los signos. Efectivamente, el acontecimiento narrado, en esta ocasión, por el cuarto evangelio nos tiene que llevar a la novedad que Jesús nos trae con respecto al culto: un nuevo modo de relacionarnos con Dios.
Este hecho está recogido por los cuatro evangelios (Mt 21,12-14; Mc 11,15-17; Lc 20,9-11), aunque los sinópticos lo sitúan al final de la vida de Jesús y Juan al principio. Haya acontecido en un momento y otro, lo verdaderamente importante es situarlo y percibir dicha narración desde el punto de vista que venimos comentando: la nueva manera de relacionarse con Dios. Y no sólo por parte del cristiano, sino la nueva manera universal de relacionarse con Dios. Recordemos que a continuación de este pasaje, Jesús entrara en contacto con Nicodemo (prototipo de la nación judía), con la samaritana (prototipo de la nación samaritana) y con el funcionario real (prototipo de los paganos). Para unos y otros, a partir de ahora, el Templo, la casa de mi Padre, ha de ser casa de oración, y no una casa de mercado.
Las ofrendas y sacrificios, en la nueva comunidad de Jesús, no tienen sentido. No es el culto debido, ni querido por el Padre (Is 1,11; 1Sam 15,20; Jer 7,21-23; Sal 40,6).
Dentro de este contexto, encontramos a Jesús cuando se acercaba la pascua de los judíos, no la pascua querida por Yahveh. Al llegar al Templo puede observar con estupor como los vendedores, comerciantes y cambistas están realizando sus negocios. ¿Es que Dios necesita del sacrificio de animales para que entremos en relación con él? Jesús hace un látigo de cuerdas y expulsó a los animales destinados a ser sacrificados, esparció las monedas y expulsó a los cambistas. Todos ellos de una u otra manera se habían apoderado del Templo y lo habían convertido en un negocio para beneficio propio. Y esto no tiene nada que ver con lo que Jesús predica acerca de nuestra relación con Dios, del culto debido al Padre. Es más el amor de Dios no es negociable, ni comprable, ni vendible, el amor de Dios es gratuito e incondicional.
Por tanto, el viejo templo a pasado. Ya no tiene sentido seguir dando culto a Dios en Jerusalén, ni en su Templo, a partir de este momento el templo de Dios es el mismo Jesús y este resucitado. En tanto en cuanto entremos en relación con Jesucristo, estaremos entrando en relación con el Padre y el Espíritu. Hemos de dejarnos transformar por el Espíritu en otros Cristo y relacionarnos con el Padre como hijos y con el Hijo como amigos.
Concluye el pasaje con unos versículos resumen de la actividad y de los acontecimientos derivados de la misma como es el que muchos creyeran a partir de los signos que Jesús realizaba. Aunque esto no basta. Es necesario, adherirnos plenamente a Jesús, dejarnos transforma por el Espíritu y asumir las actitudes vitales de Jesús para llevar la Buena Nueva toda la humanidad.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado especialmente el corazón? ¿Qué sentimientos ha suscitado en ti? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿De qué manera me relaciono yo con Dios? ¿Cuál es mi forma de entrar en comunión con él? ¿Qué puesto ocupa Jesús en esta relación?
  • A partir de la manera que tengo de relacionarme con Dios, ¿cuál es la imagen que tengo de Él?
    ¿Creo en Jesús por los signos que ha hecho, que he podido percibir? ¿Por qué creo en Jesús? ¿Cómo creo en él?
  • Creer en Jesús y relacionarse con el Padre implica mi amor, mi preocupación y mi compromiso hacia mis hermanos, que son la humanidad entera, ¿Cómo vivo ese compromiso? ¿Cómo lo estoy llevando a cabo?
  • ¿Cómo puedo adherirme más a Jesús? ¿Qué debo transformar en mi vida? ¿Qué debo asumir y acoger?

VIDA – ORACIÓN

  • Adoro a Dios por dar el primer paso y mostrase a la humanidad tal cual es: un Dios amor.
  • Doy gracias a Dios por permitirme entrar en relación con Él sin necesidad de tener que realizar ningún tipo de sacrificios, ofrendas u holocaustos.
  • Le ofrezco a Dios mi propia vida para que él la transforme, para que actúe según su voluntad y pueda glorificarle continuamente.
  • Pido a Dios que derrame su gracia sobre mí para que sea capaz de darle un culto razonable, en compañía de mis hermanos, los hombres y mujeres, con los que convivo cada día codo con codo y sea para ellos testimonio de Cristo resucitado.