“YO ESTABA AL LADO DE DIOS”. LECTIO DIVINA DE LA PRIMERA LECTURA – SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (CICLO C)

VERDAD – LECTURA

Proverbios 8,22-31

Esto dice la Sabiduría de Dios: 22 El Señor me creó en el comienzo de sus obras, antes que comenzara a crearlo todo. 23 Desde la eternidad fui constituida; desde el comienzo, antes del origen de la tierra. 24 Cuando el abismo no existía, fui yo engendrada; cuando no había fuentes, ricas en aguas. 25 Antes que los montes fueran fundados, antes de las colinas fui yo engendrada;  26 cuando aún no había hecho la tierra y los campos, ni los elementos del polvo del mundo. 27 Cuando estableció los cielos, allí estaba yo; cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo, 28 cuando condensó las nubes en lo alto, cuando fijó las fuentes del abismo, 29 cuando asignó su límite al mar para que las aguas no salieran de sus límites, cuando echó los cimientos de la tierra, 30 yo estaba a su lado como arquitecto, y yo era cada día sus delicias, recreándome todo el tiempo en su presencia, 31 recreándome en su orbe terrestre y encontrando mis delicias con los hijos de los hombres.

La liturgia de hoy, solemnidad de la Santísima Trinidad, en la primer lectura nos ofrece un fragmente del libro de los Proverbios.

Este libro quiere ofrecernos un conjunto de variadas enseñanzas que cubren todos los aspectos de la vida humana. Su objetivo es encaminar al hombre hacia la felicidad. En el capítulo 8, el autor quiere invitarnos a conocer la presencia de la Sabiduría, precisamente, en la creación, que lo ordena todo y permite la comunicación entre Dios y los hombres.

Para la Sagrada Escritura, sabio no es únicamente aquel que tiene muchos conocimientos, sino aquel que es capaz de descubrir la presencia de Dios a su alrededor y en lo acontecimientos de su vida.

Pero el autor del libro de los Proverbios quiere ir mucho más allá. La Sabiduría es la mirada que Dios dirige hacia su obra creada, es la Palabra que hizo existir todas las cosas, es la belleza que nos acompaña, es la presencia de Dios que está presente en nuestro día a día.

La Sabiduría es el rostro amoroso de Dios. Un Dios que quiere entrar en comunicación con los seres humanos y quiere relacionarse con ellos. Un Dios que acompaña a sus criaturas en el camino de la vida. La alegría de Dios, su delicia es admirar la creación y estar al lado de los hombres.

Creo que es una muy interesante y bonita reflexión la que podemos hacer en esta solemnidad de la Santísima Trinidad, ¿soy consciente de la presencia de Dios en mi vida?

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado la atención, te ha tocado el corazón? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿De qué manera buscas la felicidad? ¿Haces a Dios partícipe de esa búsqueda?
  • ¿Eres capaz de percibir la presencia de Dios a tu alrededor y en los acontecimientos de tu vida? ¿De qué manera está presente Dios en tu existencia?
  • ¿Percibes el rostro amoroso de Dios en tu día a día? ¿Eres consciente de que él quiere comunicarse contigo? Y tú, ¿de qué manera te comunicas con Él?
  • ¿De qué manera muestras la bondad de Dios a los demás?

VIDA – ORACIÓN

Salmo 119

65 Tú has sido muy bueno con tu siervo, Señor, conforme a tu palabra;

 66 enséñame el buen sentido y el saber, pues yo tengo fe en tus mandamientos;

 67 antes de que me humillaras andaba extraviado, pero ahora guardo tu palabra;

 68 tú eres bueno y bienhechor, haz que aprenda tus decretos;

 69 los orgullosos me acusan falsamente, yo guardo tus preceptos con todo el corazón;

 70 tienen el corazón embrutecido, pero yo me deleito en tu ley;

 71 fue un gran bien para mí ser humillado, para aprender tus decretos;

 72 la ley de tu boca es para mí mejor que millones de oro y plata.

 73 Tus manos me han hecho y me han formado; instrúyeme y aprenderé tus mandamientos.

 74 Tus fieles al verme se llenan de alegría, porque yo espero en el Señor.

 75 Yo sé, Señor, que son justas tus sentencias y que me has humillado con razón;

 76 que tu amor me consuele, conforme a la promesa que me hiciste;

 77 que me alcance tu compasión y viviré, porque tu ley hace mis delicias;

 78 humilla a los soberbios que sin razón me oprimen; yo medito en tus preceptos;

 79 que vuelvan conmigo tus leales, los que conocen tus órdenes;

 80 que yo cumpla perfectamente tus decretos para no tener que avergonzarme.

 81 Mi alma se deshace deseando que me salves, yo espero en tu palabra;

 82 mis ojos se deshacen deseando tu promesa; ¿cuándo me vas a consolar?

 83 Soy como un pellejo puesto al humo, pero no he olvidado tus decretos.

 84 ¿Cuántos serán los días de tu siervo? ¿Cuándo harás justicia con los que me persiguen?

 85 Los soberbios me han cavado fosas, en contra de tu ley;

 86 todos tus mandamientos son verdad; me persiguen sin razón: ¡ayúdame!;

 87 por poco no me han extirpado de la tierra, pero yo no he abandonado tus preceptos;

 88 según tu amor dame la vida, y yo guardaré los decretos de tu boca.

 89 Tu palabra, Señor, permanece eternamente, más estable que los mismos cielos;

 90 tu lealtad perdura por todas las edades, tú fijaste la tierra y ahí está;

“AMANDO COMO EL PADRE” – LECTIO DIVINA DEL DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO

VERDAD – LECTURA

Evangelio Lc 6,27-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Yo os digo a vosotros que me escucháis: amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian. Al que te abofetea en una mejilla, ofrécele también la otra; a quien te quita el manto, dale también la túnica. Da a quien te pida y no reclames a quien te roba lo tuyo. Tratad a los hombres como queréis que ellos os traten a vosotros. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? También los pecadores aman a quienes los aman. Y si hacéis el bien a los que os lo hacen, ¿qué mérito tendréis? Los pecadores también lo hacen. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores para recibir de ellos otro tanto. Pero vosotros amada a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar remuneración; así será grande vuestra recompensa y seréis hijos del altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y con los malvados. Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. No juguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; se os dará una buena medida, apretada, rellena, rebosante; porque con la medida con que midáis seréis medidos vosotros.

El evangelio que hoy nos presenta la liturgia, es uno de esos que sacados de contexto puede resultar, al menos, equívoco. ¿Por qué digo esto? Pues si yo, sin ninguna otra explicación, sin colocar el texto en su contexto, le lanzo a cualquier persona, a modo de dardo, la siguiente afirmación: “Al que te abofetea en una mejilla, ofrécele también la otra; a quien te quita el manto, dale también la túnica. Da a quien te pida, y no reclames a quien te roba lo tuyo”. Si yo lanzo semejante afirmación, como decía más arriba, sin explicación alguna, puedo estar dando a entender que Jesús pide a sus seguidores que no se defiendan ante una injusticia, que se dejen quitar los suyo, sin rechistar y que además, si alguien viene a robarme y me pide el reloj, le dé también la cartera.

Esto pasa con cualquier texto que sacamos de su contexto y que pronunciamos de manera aislada.

Creo que este texto debe ser acogido en su conjunto y sobre todo, teniendo en cuenta la afirmación del versículo 16: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso”. Y fijándonos en que hay una afirmación que se repite en tan pocos versículos. Una vez: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian” (27b-28). Y otra vez: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar remuneración” (35a).

El texto es continuación del que orábamos el domingo pasado. Por tanto nos encontramos dentro de lo que los especialistas llaman el “sermón de la llanura”. El cual, como veíamos la semana pasada es el discurso programático de Jesús. En él, se dirige a sus discípulos y a toda la multitud que le estaba escuchando (cf. Lc 6,17).

Pero vayamos por partes, ¿Qué es ser misericordioso? Ser misericordioso, es sentir en el corazón las miserias del otro; sentir en mis entrañas las debilidades de mi prójimo; dejarme estremecer por las necesidades, la inconsistencia, la fragilidad de mi hermano. Sentir sus necesidades, su indigencia, su pobreza. De la misma manera que el Padre misericordioso hace conmigo.

Jesús no nos pide que seamos unos pusilánimes, unos apocados, unos cobardes… Nos pide que nos comportemos con nuestro prójimo de la misma manera que el Padre se porta con nosotros.

Pero además, a cualquiera de nosotros nos gusta que nos traten bien, que sean considerados, que nos ayuden… Pues, de la misma manera bebemos tratar nosotros a los demás: “Tratad a los hombres como queréis que ellos os traten a vosotros” (31).

Jesús lo que nos está pidiendo es que demos un paso más, que se nos distinga por nuestras acciones, pero sobre todo por el amor que ponemos en ellas. Un amor como el del Padre, que ama sin condiciones, que ama a pesar de, que ama siempre y sin esperar nada a cambio. Quiere que nuestro amor sea gratuito, independientemente de lo que el otro haya hecho por nosotros, o nos haya dado.

De esta manera, podremos ser capaces de dar y darnos sin medida; pero no por mérito propio, sino dejándonos transformar por el Espíritu en otro Cristo que va mostrando la misericordia del Padre.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• ¿Cómo resuenan en ti las palabras del versículo 16: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso”?

• ¿Qué significa para ti, ser misericordioso? ¿Cómo vives la misericordia en tu día a día?

• ¿Cómo es tu trato personal con aquellos que te encuentras cotidianamente? ¿Trasparentas de alguna manera a Jesús?

• ¿Cómo es el amor que sientes y manifiestas a tu prójimo?

• ¿De qué manera dejas trabajar al Espíritu para que vaya transformándote poco a poco, cada día?

VIDA – ORACIÓN

• Bendito y alabado seas, Padre, por la gran misericordia que nos tienes y nos muestras cada día.

• Gracias, Jesús, por mostrarnos el verdadero rostro del Padre y ofrecernos los medios para ser misericordiosos como él.

• Ayúdanos, Espíritu Santo a dejarnos transformar por ti, según nuestro modelo Jesucristo, Camino, Verdad y Vida.

“¿Podréis beber el cáliz que yo he de beber?” Lectio Divina del evangelio de la Solemnidad de Santiago, Apóstol – Ciclo B

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VERDAD – LECTURA  

Evangelio: Mt 20,20-38

Nos encontramos con Jesús y sus discípulos viajando de Galilea a Jerusalén. Esta peregrinación es excusa para que Jesús vaya instruyendo a sus discípulos acerca del significado del seguimiento.

Es durante este viaje cuando la madre de los hijos de Zebedeo se acerca al Maestro, se postra y le hace una petición. La cual resulta un poco extraña, ya que la encontramos inmediatamente después del tercer anuncio, por parte de Jesús, de la pasión. Es decir, se están encaminando a Jerusalén para que Él sea ajusticiado, condenado a muerte y crucificado, aunque al tercer día resucitará.

Los discípulos, por lo que nos da a entender el evangelista no han entendido nada de todo esto. Ellos siguen pensando en un Mesías guerrero y rey, que cuando llegue al trono les dará un puesto importante a cada uno de ellos. Y es dentro de este ambiente, cuando la madre de los hijos de Zebedeo, se acerca a Jesús para pedirle que sus hijos ocupen los dos primeros puestos en su Reino.

Jesús no responde directamente a la madre, sino más bien a los hijos, puesto que son ellos los que han escuchado de la boca del Maestro lo que va a acontecer en Jerusalén: “No sabéis lo que pedís. ¿Podréis beber el cáliz que yo he de beber?” Ambos responden: “Podemos”. Creo que no sabían a qué se exponían. Pues bien, la respuesta por parte de Jesús es contundente: “Beberéis, ciertamente, mi cáliz; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo; es para quienes ha sido reservado por mi Padre”. Les aclara y creo, que también nosotros podemos sacar una buena conclusión, que quien decide el sentarse a la derecha o a la izquierda es el Padre y que el resto no tenemos nada que opinar y ni siquiera arrogarnos ese poder, pues el ser discípulos o el entregar la vida voluntariamente por el evangelio, no nos da derecho a nada.

La reacción del resto de los discípulos no se hace esperar, al contrario. Parece ser que todos tenían las mismas pretensiones. Jesús, por su parte, quiere explicarles las verdaderas aspiraciones que deben tener sus discípulos. Entre ellos no deben existir las mismas aspiraciones de grandeza que imperan en la sociedad. El que quiera ser grande en el Reino, debe hacerse servidor de todos. Es más, ha de estar dispuesto a dar la vida voluntariamente para la liberación de los hombres. Así lo hizo Jesús, así lo hizo el apóstol Santiago del cual celebramos hoy su fiesta, así lo han hecho infinidad de discípulos a lo largo de la historia. Hoy también a nosotros, nos pide Jesús que nos pongamos al servicio de los demás y que, si es preciso, entreguemos la vida por ellos. Y entregarla no sólo mediante un martirio cruento, sino en el día a día, en nuestro ambiente y entre las personas más cercanas a nosotros: “¿Seremos capaces de beber el cáliz que Él bebió?”

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué versículo, frase, palabra ha llamado especialmente tu atención? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios con ello en este momento concreto de tu vida?

• ¿Has entendido verdaderamente en qué consiste el seguimiento de Jesús? ¿Lo asumes?

• ¿Buscas tú también en tu vida cotidiana los primeros puestos?

• ¿Estás dispuesto a ponerte al servicio de los demás en tu vida cotidiana como algo esencial de la vocación que has recibido para ser seguidor de Jesús?

• ¿Estás dispuesto, si fuese necesario, a entregar tu vida por la liberación de los demás? ¿Intentas darte y entregarte a los demás en tu día a día?

VIDA – ORACIÓN

  • Te adoro Dios mío y te amo de todo corazón por haberme creado y llamado a construir el Reino a mi alrededor.
  • Padre, te doy gracias la llamada al seguimiento de Jesús.
  • Me ofrezco a ti, Jesús, para seguirte y darme, intentando cada día beber tu cáliz, a favor de mis hermanos más necesitados.
  • Infúndeme tu fuerza, oh Espíritu Santo, para poder entregarme cada día al servicio del Reino y de mis hermanos.

“HAY QUE OBEDECER A DIOS ANTES QUE A LOS HOMBRES” LECTIO DIVINA DE LA PRIMERA LECTURA – SOLEMNIDAD DE SANTIAGO, APOÓSTOL (CICLO B)

VERDAD – LECTURA

Hechos 4,33;5,12.27-33;12,2

4 33En aquellos días, los apóstoles daban testimonio con toda firmeza de la resurrección de Jesús, el Señor. Y todos gozaban de gran simpatía. 512Los apóstoles hacían muchos milagros y prodigios en el pueblo; todos se reunían en el pórtico de Salomón. 27Los trajeron y los presentaron al tribunal supremo. El sumo sacerdote les preguntó: 28«¿No os ordenamos solemnemente que no enseñaseis en nombre de ése? Y, sin embargo, habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina y queréis hacernos responsables de la sangre de este hombre». 29Pedro y los apóstoles respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. 30El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero. 31Dios lo ha ensalzado con su diestra como jefe y salvador para dar a Israel el arrepentimiento y el perdón de los pecados. 32Nosotros somos testigos de estas cosas, como lo es también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que lo obedecen». 33Ellos, enfurecidos con estas palabras, querían matarlos. 12 2El rey Herodes hizo morir a espada a Santiago, hermano de Juan.

El fragmento del libro de los Hechos de los apóstoles, con el que hoy oramos en la solemnidad del Apóstol Santiago, destaca la constancia y valentía de los apóstoles en la misión de predicar la resurrección de Jesucristo. Siendo, además, confirmados por los signos y prodigios que realizaban en medio del pueblo.

El texto destaca también, cómo toda la comunidad gozaba de simpatía, estima y, posiblemente, prestigio frente a todos los que entraban en contacto con ellos. Aunque esta situación no era generalizada, pues los dirigentes de la sociedad judía ya les habían advertido que no predicaran en nombre de Jesús antes de encarcelarlos.

Nuevamente, traen a los apóstoles ante el tribunal, constatando eso sí que han logrado llenar Jerusalén de la enseñanza de Jesucristo y el testimonio de su resurrección. De la cual, según les reprochan los miembros del Sanedrín, los hacen responsables a ellos.

La única defensa que utiliza Pedro, haciéndose portavoz de demás discípulos, es de carácter religioso, pero a la vez contundente: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Pero, no sólo eso, además dan testimonio de la resurrección de Jesús y de lo que Él vino a traer a la humanidad, que no es otra cosa, que la salvación, el perdón de los pecados y la vida plena, todo ello ratificado al exaltarlo Dios a su derecha. Pero, no son únicamente ellos testigos de esto, también lo es el Espíritu Santo. Por tanto, todo esto no es fruto únicamente de la imaginación de los discípulos, o de una doctrina aprendida, si no que nace de la experiencia y de la acogida del Espíritu Santo, que Dios concede a aquellos que se mantienen fieles a su Palabra.

Ante todos estos acontecimientos, y habiéndose quedado sin argumentos, los miembros del Sanedrín buscan la manera de acabar con ellos, para evitar que la Palabra sigan difundiéndose. Y, aunque, damos un salto en la narración del relato, vemos como se llevó a cabo esto con la ejecución de Santiago por parte del rey Herodes. Para llevar a cabo sus fines, intentan acabar especialmente con los miembros principales de la comunidad; recordemos que Santiago, el hijo de Zebedeo, el hermano de Juan lo es. Si que llama la atención la manera en que es ajusticiado Santiago: según la costumbre romana, aunque la sentencia la haya promulgado un rey judío. ¿Será que los dirigentes judíos ha excluido ya a los cristianos de su comunidad?

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado la atención, te ha tocado el corazón? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • Tu, también, eres llamado a dar testimonio de Jesucristo entre los que te rodean. ¿Qué sientes al percibir esto? ¿Cómo intentas llevarlo a tu vida cotidiana?
  • ¿Qué sientes ante la frase: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”? ¿Qué piensas acerca de ello?
  • ¿Intentas en tu vida cotidiana alimentarte de la Palabra de Dios para dar testimonio de ella? ¿Te dejas, de alguna manera, transformar por el Espíritu Santo? ¿Lo invocas para que te ayude a ser testigo del Evangelio?
  • ¿Cómo afrontas las dificultades de la evangelización? ¿Te acobardas o por el contrario intentas encarar la situación de manera valiente?

VIDA – ORACIÓN

Salmo 56

2Misericordia, Dios mío, que los hombres me acosan, todo el día me atacan y me oprimen; 3mis enemigos me acosan sin cesar, innumerables son los que me atacan.

4Cuando estoy lleno de miedo, yo me refugio en ti. 5En Dios, cuya palabra alabo, en Dios confío y ya no tengo miedo; ¿qué podrá hacerme un hombre?

[…]

9Tú cuentas los pasos de mi vida errante, mis lágrimas están recogidas en tu odre, todo está consignado en tu libro de notas.

10Todos mis enemigos retrocederán el día en que yo te pida ayuda; yo sé muy bien que Dios está conmigo.

11En Dios, cuya palabra alabo -en el Señor, cuya palabra ensalzo-, 12en Dios confío y ya no tengo miedo; ¿qué podrá hacerme un hombre?

13Yo mantengo, Dios mío, los votos que te hice, los cumpliré con la acción de gracias, 14pues tú me libraste de la muerte, preservaste mis pies de la caída, para que camine en la presencia del Señor a la luz de la vida.