“¿Qué puedo hacer para alcanzar la felicidad?” LECTIO DIVINA DEL DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

VERDAD – LECTURA

Evangelio Lc 10,25-37

A partir de este post no voy a incluir el texto del evangelio en los mismos. La idea es que tomes tu biblia; sí, esa que tienes en la estantería de tu casa; y leas el texto en ella. Léelo dos o tres veces, antes de pasar a leer la reflexión que yo te ofrezco. Subraya, transcribe todo aquello que te llame la atención de la lectura, anota las conclusiones a las que llegas. Que la Sagrada Escritura se convierta en tu libro de cabecera. Así que manos a la obra.

Jesús se encuentra en camino hacia Jerusalén. Así nos lo ha hecho saber Lucas en el capítulo anterior (cf. Lc 9,51). Para el autor del Tercer Evangelio, la Ciudad Santa es muy importante, allí comienza su relato y allí concluirá.

Acaba de enviar a los setenta y dos a la misión de prepararle el camino. Estos han regresado. Él está conversando con ellos; seguramente había más gente, pues de entre ella, se levanta un maestro de la Ley para hacerle una pregunta. Sin embargo, Lucas ya nos advierte: “Le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba” (cf. Lc 10,25).

Como ocurre en muchas ocasiones, Jesús no responde directamente, ni entra al trapo para hacer frente a la actitud hostil de su interlocutor. El Maestro quiere hacerlo reflexionar, quiere que entre dentro de sí mismo, quiere que desde su propio conocimiento responda a la pregunta; por eso, lo que hace es cuestionar al maestro de la Ley: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”

Para un maestro de Israel tendría que ser relativamente fácil responder a la cuestión planteada.

Sin embargo, permíteme que me detenga por un momento en la pregunta que se le plantea a Jesús, porque creo que esta tiene miga, creo que es de suma importancia; es más, creo que cualquiera de nosotros nos la hemos hecho en alguna ocasión: “¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” Me voy a tomar la libertad de transformarla un poquito: ¿Qué tengo que hacer para alcanzar la verdadera y plena felicidad? Si, porque la vida eterna no es únicamente algo futuro, la vida eterna hemos de comenzar a construirla aquí. Y la vida eterna no es otra cosa que la felicidad plena y verdadera de poder vivir en la presencia de Dios por toda la eternidad.

Yo siempre diferencio entre felicidad y alegría. Uno puede no estar alegre y ser feliz. Es imposible estar las 24 horas del día dando saltos de alegría. Pero si es posible alcanzar la felicidad y permanecer en ella. La felicidad consiste en una realización plena del ser; y es un proceso y una decisión consciente. Así es, uno elige ser feliz, elige no desmoronarse ante los acontecimientos, uno elige superarse ante las adversidades, uno elige aceptar frente a la resignación, uno elige dar y darse frente a la actitud egoísta del todo para mí. Como cristianos cuanto más nos dejemos transformar por el Espíritu, dejándolo que nos modele según el modelo de Jesús, más cerca estaremos de la felicidad.

Sí, a nivel mental lo tenemos claro, como lo tenía el maestro de la Ley. Para alcanzar la vida eterna únicamente tenemos que amar a Dios y al prójimo. Pero desde el corazón y desde nuestros actos no lo tenemos tan claro: ¿Quién es mi prójimo? Porque es imposible amar a Dios si no amamos a nuestro prójimo (Cf Sant 2,18).

Lejos de perderse en teorías, como haríamos muchos de nosotros, Jesús nos ofrece un relato, para dejarnos claro quién es nuestro prójimo y cómo tenemos que comportarnos con él.

Solo quiero detenerme por un instante en algunas cuestiones de la parábola, no voy a comentarla, creo que existen muy buenos comentarios sobre ella y allí te remito.

Pero quiero que caigas en la cuenta de que, el sacerdote y el levita no hacen otra cosa mas que cumplir con la Ley establecida para Israel en el libro del Levítico (Lv 21,1). Ellos no querían caer en impureza que les impidiera poder acercarse a celebrar la “liturgia” en el Templo. Jesús va más allá de la Ley; está dispuesto a quebrantarla si lo que está en juego es al amor al prójimo.

Y dos cuestiones más acerca de la parábola.

El samaritano se compadece. No quiere decir que sienta pena, que es el sentido que muchas veces damos a dicha palabra. El verbo compadecerse es un verbo de actividad. Lo que hace el samaritano es hacerse cargo de la situación en la que se encuentra el asaltado, compartirla y actuar en consecuencia.

¿Quién ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos? El que practico la misericordia. Otra palabra que muchas veces la utilizamos de manera poco adecuada. Misericordia: sentir en mi corazón las miserias del otro. Cuando yo verdaderamente siento en mi corazón las miserias de mi hermano, entonces no puedo hacer otra cosa, si no intentar que salga de esa situación.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• Pregúntate a ti mismo y responde en la presencia de Jesús a esta cuestión: ¿Qué puedo hacer para alcanzar la felicidad?

• ¿Dejas actuar al Espíritu Santo en ti para que poco a poco vaya transformándote en un mejor ser humano, en un mejor cristiano?

• Alcanzar la felicidad pasa por amar, amar a Dios y amar al prójimo. ¿Qué acciones vas a comenzar a poner en marcha para acrecentar ese amor?

VIDA – ORACIÓN

• Bendice y alaba al Padre por el gran regalo de su amor y por estar constantemente ofreciéndonos la felicidad.

• Da gracias a Jesús por poner a nuestro alcance los medios necesarios para lograr la felicidad.

• Pide al Espíritu Santo que te ayude a hacerte consciente de la situación de necesidad de las personas que te rodean, compartir su miseria y actuar en consecuencia.