«El justo por su fidelidad vivirá» – LECTIO DIVINA DE LA PRIMERA LECTURA – DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

VERDAD – LECTURA

Habacuc 1,2-3;2,2-4

2¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que tú escuches? Yo te grito: «¡Violencia!», y tú no salvas. 3¿Por qué me haces ver tantas injusticias y tú aceptas el espectáculo de la opresión? Ante mí no hay más que robos y violencia, por todas partes hay querellas y discordias. 22Y el Señor me respondió: «Escribe la visión, grábala en tablillas, para que pueda leerse con facilidad; 3pues es aún una visión para una fecha fija, llegará a su término y no fallará; si tarda, espérala, pues llegará en el momento preciso». 4El que no es justo sucumbirá, pero el justo por su fidelidad vivirá.

Nada sabemos de su entorno familiar o social del profeta Habacuc. Es posible, que ejerciera su ministerio entre los años 605-600 a.C. Es uno de los llamados 12 profetas menores. Primer profeta que se atreve a preguntar a Yahveh acerca de la injusticia que observa a su alrededor, Éste responde invitándole a la paciencia y a seguir confiando en la providencia y bondad de Dios; teniendo en  cuenta que, muchas veces, las injusticias aparecen a causa de nuestro alejamiento e infidelidad hacia Dios.

El libro de Habacuc tiene tres partes: la primera es un diálogo entre Yahveh y el profeta acerca de la situación de opresión que está sufriendo Israel; en la segunda se encadenan una serie de condenas hacia los explotadores; la tercera es un “salmo” de gran belleza que ensalza la salvación de Dios.

¿Por qué tanta violencia en el mundo? ¿Hasta cuando continuaremos con esa situación? Estas son las preguntas que el profeta dirige a Dios en esta lectura. Yahveh le responde, invitándolo a la esperanza. Es necesario esperar el momento oportuno de la actuación de Dios.

El que no es justo sucumbirá. El injusto es aquel que no pone en practica la palabra del Señor. Sin embargo, el justo gracias a su fidelidad vivirá.

Hoy podemos preguntarnos acerca de nuestra fidelidad a la alianza con Dios y las veces en que nos alejamos de Él.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado la atención, te ha tocado el corazón? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿Eres consciente de las injusticias que puedes encontrar a tu alrededor? ¿Cuáles crees que pueden ser las causas de las misma? ¿Puedes hacer algo para combatirlas?
  • ¿Estás atento a las veces que Dios intenta entrar en diálogo contigo? ¿Acoges su Palabra e intentas meditarla cada día?
  • ¿Intentas mantenerte en fidelidad a la alianza con Dios? ¿Intentas vivir la vida como un verdadero cristiano?
  • ¿Te consideras a ti mismo profeta de esperanza? ¿Qué acciones deberías emprender para ello?

VIDA – ORACIÓN

Salmo 119,49-64

49Recuerda la palabra que me diste, en la que hiciste que pusiera mi esperanza; 50esto ha sido mi consuelo en la miseria: tu promesa.

51Los orgullosos se han burlado bien de mí, pero yo no me he apartado de tu ley.

52Me acuerdo de tus sentencias de otro tiempo, ellas son mi consuelo.

53Me lleno de indignación ante los malhechores, que abandonan tu ley; 54tus decretos son el objeto de mi canto en mi mansión de peregrino; 55por la noche, Señor, me acuerdo de tu nombre, para guardar tu ley; 56ésta es mi tarea: observar tus preceptos.

57He dicho, Señor, que ésta es mi suerte: guardar tus palabras.

58Yo te imploro de todo corazón; ten compasión de mí conforme a tu promesa.

59Examino mi conducta y dirijo hacia tus órdenes mis pasos; 60me doy prisa y no pierdo un instante en guardar tus mandamientos; 61las redes de los malhechores me han aprisionado, pero yo no he olvidado tu ley; 62me levanto a media noche a darte gracias por tus sentencias justas; 63soy amigo de todos tus amigos, que guardan tus preceptos; 64la tierra está llena de tu amor; haz que aprenda tus decretos.

“De los que son como ellos es el Reino de los cielos”. Lectio Divina del domingo XXVII del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Mc 10,2-16

En el evangelio de hoy, Jesús aborda uno de los aspectos de la vida matrimonial de su tiempo: ¿qué capacidad tiene el ser humano de disolver por cuenta propia el vínculo del matrimonio?

En la época de Jesús, la ruptura del vínculo matrimonial por parte del marido era de lo más normal y solía argumentarse con textos de la propia Escritura. En Dt 24,1 podemos encontrar la siguiente afirmación: “Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le escribirá un acta de divorcio, se la pondrá en su mano y la despedirá de su casa.” Este enunciado era interpretado de forma diversa por las distintas escuelas rabínicas de Israel.

Jesús por su parte, distinguirá entre lo que es la voluntad de Dios y la ley de Moisés. Éste permitió el divorcio a causa de la dureza de corazón del Pueblo de Dios. La dureza de corazón se refiere a no querer aceptar lo bueno, a ser egoísta, a no mostrar amor, ni misericordia, a querer salirse siempre con la suya aunque no se lleve razón, a cerrarse sobre uno mismo, es resistirse a acoger el amor de Dios y de los hermanos.

El fundamento y pilar más importante del matrimonio es el amor; y el amor es lo que hace que el hombre y la mujer sean una sola carne; dejan de ser dos para convertirse en uno. El amor entre el hombre y la mujer es expresión del amor de Dios. Y al igual que el amor de Dios es eterno, así debe ser el amor en el matrimonio. Este es la base, la esencia de la cuestión que nos plantea el evangelio de hoy, sin entrar en los problemas de tipo social, convivencial o de relación que puedan surgir y en los que no voy a entrar, pues no me parece el lugar, ni el momento más oportuno. Al igual que Jesús, yo tampoco voy a entrar en la casuística del asunto.

Los discípulos de Jesús, por su parte, quedan sorprendidos de la afirmación de Jesús. Sin embargo, Jesús vuelve a reafirmarse en lo mismo.

A continuación, les acercan a unos niños para que los toque. En el momento en el que están hablado de cosas serias, de asuntos de adultos, de cuestiones importantes, le presentan a Jesús unos niños para que los toque. La reacción de los discípulos, desde la lógica humana, es totalmente normal: se indignan y les regañan. Cuando Jesús se da cuenta de aquello regaña a los discípulos, porque de los que son como niños es el reino de Dios. De los que son bondadosos, inocentes, dependientes, de los que tienen un corazón rebosante de amor, de los que acogen la Palabra, el amor de Dios y de los hermanos, de los que están dispuestos a entregar amor sin esperar nada a cambio, de abandonar sus seguridades, de esos es el reino de los cielos.

Jesús los abraza y los bendice, los acoge, se identifica con ellos, se hace uno con los más pequeños, los más humildes, los más necesitados. Una importante lección para todos nosotros.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?
  • ¿Qué significado tiene para ti la palabra amor? ¿Qué entiendes por amor incondicional, gratuito?
  • Sin entrar la cuestión matrimonial, tu vida ¿está fundamentada sobre el amor?
  • ¿Cómo acoges a los demás, especialmente a los débiles y más necesitados?
  • ¿Está tu corazón rebosante de amor o al menos, lo intentas?
  • ¿Está tu corazón abierto a la Palabra y a las personas de tu entorno?

VIDA – ORACIÓN

  • Adora al Padre y glorifícalo por habernos regalado un corazón de carne, semejante al suyo.
  • Da gracias a Jesús por enseñarte a amar a los demás sin esperar nada a cambio, sin condiciones.
  • Pide al Espíritu que te ayude a conservar tu corazón inocente, humilde, sencillo, acogedor.
  • Pide perdón a Dios por las veces en que conviertes tu corazón en un corazón de piedra que no es capaz de amar, acoger y comprender al hermano.

«ÉSTA SI QUE ES HUESO DE MIS HUESOS»  LECTIO DIVINA DE LA PRIMERA LECTURA – DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

VERDAD – LECTURA

Génesis 2,18-24

18El Señor Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; le daré una ayuda apropiada». 19El Señor Dios formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, ya que el nombre que él les diera, ése sería su nombre. 20El hombre impuso nombre a todos los ganados, a todas las aves del cielo y a todas las bestias del campo; pero para sí mismo no encontró una ayuda apropiada.

21Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un sueño profundo, y mientras dormía le quitó una de sus costillas, poniendo carne en su lugar. 22De la costilla tomada del hombre, el Señor Dios formó a la mujer y se la presentó al hombre, 23el cual exclamó:

«Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada hembra porque ha sido tomada del hombre».

 24Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y son los dos una sola carne.

El relato que hoy nos ofrece la primera lectura nos narra la creación por parte de Dios del hombre y del resto de seres vivientes, según la mentalidad y los conocimientos de la época en los que fue escrito es libro del Génesis.

Al crear al hombre, Dios se da cuenta de que, éste no está totalmente completo, no es feliz, no se encuentra plenificado. Y es entonces, cuando crea a todos los animales del campo y a todas las aves del cielo llevándolas ante él para que les pusiera nombre. De tal manera que a partir de entonces ellos estarían sometidos al hombre, ya que en la mentalidad oriental, poner nombre, tiene el significado de ser dueño, de estar bajo su tutela. Sin embargo, el hombre no se sentía del todo feliz, los animales no colman su vacío existencial… No encontró una ayuda apropiada.

Por todo esto, Dios sumió al hombre en un profundo sueño y de su costado extrajo una costilla, de la que modeló a la mujer. Por lo tanto, la mujer es de la misma “pasta” del hombre, es de la misma naturaleza, comparte su mismo ser; por lo que la mujer es igual al hombre, es hueso de sus huesos y carne de su carne; los dos tienen la misma dignidad. Uno y otro son una sola entidad, una sola cosa, entre los que se establece una relación de armonía, de unión, amor. De tal modo, que el hombre dejará a su padre y a su madre, su casa, su familia y se unirá a su mujer para formar una sola carne.

Hoy podemos pensar en la complementariedad, en el perfeccionamiento mutuo, de la igualdad de ambos y en la ayuda que se prestan para ir caminando por la senda de la santidad.

A tenor de este texto, uno puede ver lógicas y naturales las palabras de Jesús en el evangelio acerca del matrimonio: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado la atención, te ha tocado el corazón? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿Cómo tratas a la mujeres con las que convives día a día? ¿Amigas, compañeras de trabajo, hijas, esposa?
  • ¿Cómo tratas a los hombres que están presentes en tu vida? ¿Amigos, compañeros, hijos, esposo?
  • ¿Qué piensas acerca de la igualdad y complementariedad del hombre y la mujer? ¿Cómo intentas vivir esto en tu día a día?
  • Si eres hombre reflexiona sobre las mujeres que en tu vida han ejercido un papel importante para encaminarte a la santidad. Si eres mujer reflexiona con respecto a lo mismo, acerca de los hombre que han estado o están presentes en tu vida.

VIDA – ORACIÓN

1Corintios 13,4-13

4El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; 5no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; 6el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. 7Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera. 8El amor nunca falla.

Desaparecerán las profecías, las lenguas cesarán y tendrá fin la ciencia. 9Nuestra ciencia es imperfecta, e imperfecta también nuestra profecía.

10Cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto.

11Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Cuando llegué a hombre, desaparecieron las cosas de niño.

12Ahora vemos como por medio de un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de una manera imperfecta; entonces conoceré de la misma manera que Dios me conoce a mí.

13Tres cosas hay que permanecen: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más grande de las tres es el amor.

Lectio Divina Domingo XXVII del T.O. (Mc 10,2-16)

VERDAD – LECTURA Jesus_079-500x375

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?”. Él les replicó: “¿Qué os ha mandado Moisés?”. Contestaron: “Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio”. Jesús les dijo: “Por vuestra terquedad dejo escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios “los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne” De modo que a no no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: “Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”. Le acercaban niños para que los tocase, pero los discípulos les regañaba. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

En el evangelio de hoy, Jesús aborda uno de los aspectos de la vida matrimonial de su tiempo: qué capacidad tiene el ser humano de disolver por cuenta propia el vínculo del matrimonio. En la época de Jesús, la ruptura del vínculo matrimonial por parte del marido era de lo más normal y solía argumentarse con textos de la propia Escritura. En Dt 24,1 podemos encontrar la siguiente afirmación: “Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le escribirá un acta de divorcio, se la pondrá en su mano y la despedirá de su casa.” Este enunciado era interpretado de forma diversa por las distintas escuelas rabínicas de Israel.
Jesús por su parte, distinguirá entre lo que es la voluntad de Dios y la ley de Moisés. Éste permitió el divorcio a causa de la dureza de corazón del Pueblo de Dios. La dureza de corazón se refiere a no querer aceptar lo bueno, a ser egoísta, a no mostrar amor, ni misericordia, a querer salirme siempre con la mía aunque no lleve razón, a cerrarse sobre uno mismo, es resistirse a acoger el amor de Dios y de los hermanos.
El fundamento y pilar más importante del matrimonio es el amor; y el amor es lo que hace que el hombre y la mujer sean una sola carne; dejan de ser dos para convertirse en uno. El amor entre el hombre y la mujer es expresión del amor de Dios. Y al igual que el amor de Dios es eterno, así debe ser el amor en el matrimonio. Este es la base, la esencia de la cuestión que nos plantea el evangelio de hoy, sin entrar en los problemas de tipo social, convivencial o de relación que puedan surgir y en los que no voy a entrar, pues no me parece el lugar, ni el momento más oportuno. Al igual que Jesús, yo tampoco voy a entrar en la casuística del asunto.
Los discípulos de Jesús, por su parte, quedan sorprendidos de la afirmación de Jesús. Sin embargo, Jesús vuelve a reafirmarse en lo mismo.
A continuación, les acercan a unos niños para que los toque. En el momento en el que están hablado de cosas serias, de asuntos de adultos, de cuestiones importantes, le presentan a Jesús unos niños para que los toque. La reacción de los discípulos, desde la lógica humana, es totalmente normal: se indignan y les regañan. Cuando Jesús se da cuenta de aquello regaña a los discípulos, porque de los que son como niños es el reino de Dios. De los que son bondadosos, inocentes, dependientes, de los que tienen un corazón rebosante de amor, de los que acogen la Palabra, el amor de Dios y de los hermanos, de los que están dispuestos a entregar amor sin esperar nada a cambio, de abandonar sus seguridades, de esos es el reino de los cielos.
Jesús los abraza y los bendice, los acoge, se identifica con ellos, se hace uno con los más pequeños, los más humildes, los más necesitados. Una importante lección para todos nosotros.

 

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?
  • ¿Qué significado tiene para tí la palabra amor? ¿Qué entiendes por amor incondicional, gratuito
  • Sin entrar la cuestión matrimonial, tu vida ¿está fundamentada sobre el amor?
  • ¿Cómo acoges a los demás, especialmente a los débiles y más necesitados?
  • ¿Está tu corazón rebosante de amor o al menos, lo intentas?
  • ¿Está tu corazón abierto a la Palabra y a las personas de tu entorno?

VIDA – ORACIÓN

  • Adora al Padre y glorifícalo por habernos regalado un corazón de carne, semejante al suyo.
  • Da gracias a Jesús por enseñarte a amar a los demás sin esperar nada a cambio, sin condiciones.
  • Pide al Espíritu que te ayude a conservar tu corazón inocente, humilde, sencillo, acogedor.
  • Pide perdón a Dios por las veces en que conviertes tu corazón en un corazón de piedra que no es capaz de amar, acoger y comprender al hermano.