«¡Señor mío y Dios mío!» – Lectio Divina del Evangelio del Domingo II de Pascua o de la Divina Misericordia (Ciclo C)

VERDAD – LECTURA

EVANGELIO (Jn 20,19-31)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.

Nos encontramos ante el acontecimiento más importante de la historia: la resurrección del Señor. Hoy el evangelio nos narra una de las manifestaciones gloriosas de Jesús. Nos situamos en el atardecer del primer día de la semana, es decir, del domingo, del día del Señor. El día más importante para cualquier cristiano, la conmemoración del día de su resurrección; el día en el que la comunidad cristiana en pleno se encuentra para celebrar la eucaristía. También aquel día, los discípulos se encontraban juntos. Sin embargo, tenían las puertas cerradas y estaban aterrados de miedo. En esta situación se presenta Jesús en medio de ellos, deseándoles la paz. Que no se turbe vuestro corazón, no tengáis miedo, yo estoy con vosotros y os traigo paz; Jesús resucitado ha vencido a la muerte y al pecado.

Les muestra las manos y el costado. Ante su temor y estupor, Jesús quiere mostrarles la prueba tangible de su pasión y muerte. Pasión y muerte que ha traído la paz y la salvación al mundo entero. Y «prueba» de que aquel que murió en la cruz ha resucitado, está vivo entre nosotros. Ante tal acontecimiento y descubrimiento no cabe más que la alegría desbordante.

Y Jesús resucitado envía a sus discípulos; los envía a la misión que ya les había encomendado anteriormente: «Id y predicad la alegría del evangelio». Pero, ahora, ya están preparados. Insufló sobre ellos el Espíritu Santo. Este les dará valor, coraje y la fuerza necesaria para llevar a cabo la misión. Les concede el poder de perdonar lo pecados. A partir de entonces serán también representantes y transmisores de la misericordia del Padre, el único que puede perdonar los pecados.

Tomás no se encontraba allí en aquel momento y le relatan el feliz acontecimiento. Él no les cree. Aquello que le están contando no es verosímil, no es lógico es imposible según la razón humana. Necesita pruebas. Y nuevamente Jesús resucitado se hace presente. Ahora sí está Tomas. Aquí están las pruebas. Jesús no le reprocha nada, simplemente se muestra a él. Y posteriormente le invita a creer incluso en lo imposible, cuando esto viene de Dios. Tomás no puede más que realizar su profesión de fe: «¡Señor mío y Dios mío!».

Lo importe no es creer porque uno ha experimentado la manifestación de Dios, porque haya visto pruebas tangibles, porque las dudas se hayan disipado. Dichoso aquel que crea sin haber visto.

Otros signos, realizó Jesús que no están escritos en los evangelios. Otros signos, sigue realizando hoy en nuestro mundo, en tu vida y en mi vida, en nuestro acontecer cotidiano. ¿Seremos capaces de reconocerlos?

CAMINO – MEDITACIÓN

 • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• Cada domingo, como aquel primer día de la semana, cada día, Jesús se hace presente, se manifiesta en la comunidad, en el hermano, en la escucha de la Palabra y sobre todo en la eucaristía. ¿Eres consciente de ello? ¿Cómo vives estos acontecimientos? ¿Reconoces a Jesús en estos espacios, lugares y circunstancias?

• Jesús viene a traerte la paz, ¿cómo vives tu día a día, ante las distintas situaciones, circunstancias, acontecimientos…? ¿Vives con angustia, con pesadumbre, con miedo?

• También sobre ti ha descendido el Espíritu Santo para que seas testigo de la misericordia y el amor de Dios entre todos aquellos que entran en contacto contigo. ¿Verdaderamente eres testigo del evangelio? ¿Qué actitudes, conductas, gestos has de cambiar en tu vida?

• ¿Será Tomás tu mellizo? ¿Eres incrédulo o creyente? ¿Necesitas pruebas palpables, empíricas? ¿Necesitas ver y tocar para creer? ¿Has tomado el pulso a tu fe?

• Escucha en lo más profundo de tu persona como Jesús te dice: «¡Dichoso porque crees sin haber visto!». Quédate ahí algunos instantes y dialoga con Jesús

VIDA – ORACIÓN

• Glorifica al Padre y alábale el regalo de la resurrección, la de Jesús y la nuestra.

• Da gracias a Jesús por enviarte a ser testigo del evangelio y por el diálogo que has mantenido con él hace un momento.

• Pide al Espíritu Santo que te otorgue la fuerza necesaria, el vigor y la valentía para anunciar a Cristo Resucitado.

El Espíritu Santo es nuestra alegría y nuestro gozo para contar las hazañas del Señor. Lectio Divina del II Domingo de Pascua – Ciclo B

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Jn 20,19-31

Los judíos celebraban el día de Yahveh el sábado. Para ellos, el domingo daba inicio a la semana. Y de ese día, «el primero de la semana» nos habla el evangelista san Juan. Nos cuenta qué hacían los discípulos ese día: estar «en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos». Su Maestro acababa de morir, estaban asustados, por dos motivos: 1-El cuerpo de su Señor había desaparecido del sepulcro. Pensaban que lo habían robado; sin embargo, algunos decían que lo habían visto. 2-Por si los judíos les hacían correr la misma suerte que a su Señor. Ellos estaban en el ojo de mira del pueblo judío y, como dice el libro de los Hechos de los Apóstoles, los creyentes, «tenían un solo corazón y una sola alma», «pues lo poseían todo en común» (cf. Hch 4,32-35). El temor les paraliza, les hace perder la paz. De ahí que Jesús se ponga en medio de ellos y los salude así: «Paz a vosotros». Para serenarlos y que crean que es Él, «les enseñó las manos y el costado».

«Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor», pero Jesús no se conforma con verlos alegres y encerrados en una casa. Por eso les sigue diciendo: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». ¿Cómo quitarles a los discípulos el miedo para ser enviados? Enviados… ¿a dónde y para qué? «Sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”».

No estaban todos. Faltaba uno de los Doce cuando se apareció Jesús, Tomás, «llamado el Mellizo». Él no lo podía creer si no veía «la señal de los clavos» y metía «el dedo en el agujero de los clavos» y «la mano en su costado». Es el reflejo de cada uno de nosotros cuando no nos fiamos de aquello que se nos dice. Pedimos señales. De ahí que, «a los ocho días», Jesús se aparezca de nuevo en medio de ellos y les salude del mismo modo: «Paz a vosotros» y dirigiéndose a Tomás, le pida su mano para meterla en el costado. En ese momento, Tomás torna su incredulidad en fe y contesta: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

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CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado el corazón?
  • ¿He sentido miedo alguna vez por creer en Jesús?
  • ¿Cuál es mi reacción ante el miedo?
  • ¿Pido “señales” al Señor?
  • ¿A qué me envía el Señor?, ¿cuál es mi misión en este mundo?
  • ¿Soy capaz de reconocer que es el Espíritu Santo quien me empuja e impulsa?
  • ¿Qué miedo he de abandonar de mi vida y que aún no he sido capaz?
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VIDA – ORACIÓN

Qué tu Espíritu Señor descienda sobre mí y aparte mis temores, que impulse a hacer aquello que Tú quieres que haga. Qué sea capaz de contar a todo el mundo que mi Señor ha muerto, pero ha resucitado y por eso estamos alegres. Así sea.

“TENÍAN UN SOLO CORAZÓN Y UNA SOLA ALMA”. LECTIO DIVINA DE LA PRIMERA LECTURA – DOMINGO II DE PASCUAO DE LA DIVINA MISERICORDIA (CICLO B)

VERDAD – LECTURA

Hechos 4,32-35

32Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, y nadie llamaba propia cosa alguna de cuantas poseían, sino que tenían en común todas las cosas. 33Los apóstoles daban testimonio con toda firmeza de la resurrección de Jesús, el Señor. Y todos gozaban de gran simpatía. 34No había entre ellos indigentes, porque todos los que poseían haciendas o casas las vendían, llevaban el precio de lo vendido, 35lo ponían a los pies de los apóstoles y se repartía a cada uno según sus necesidades

Durante el tiempo pascual, vamos a orar con el libro de los Hechos de los Apóstoles en la primera lectura. Así que vamos a hablar un instante sobre él antes de adentrarnos en la lectura que la liturgia nos ofrece.

Como muchos de vosotros sabéis, este libro, junto con el tercer evangelio ha sido atribuido por la tradición a Lucas. Fue escrito en el último tercio del siglo I y es, por así decir, la segunda parte del evangelio antes citado. En él, se nos narra el día a día de las primeras comunidades cristianas. Su autor fue recopilando datos y fuentes diversas que él luego elabora según su estilo y los destinatarios de la obra. Los grandes protagonistas del libro, no cabe duda que, son el Espíritu Santo y la Iglesia naciente.

En el pasaje que hoy nos ofrece la primera lectura, se nos presenta lo que podríamos llamar un resumen de la vida de los inicios de la Iglesia.

Puede llamarnos la atención esa afirmación de que “todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma”; lo cual significa, que tenían un mismo objetivo, un mismo proyecto, el mismo ideal, los mismos sentimientos, los mismos deseos; es caminar juntos para alcanzar la meta. Para ello , es imprescindible conocer y acoger al hermano que tengo en frente; ahora bien, todo ello es imposible sin comprensión, respeto y confianza.

Creo que esto era posible precisamente, porque nadie sentía que lo que poseía era únicamente suyo; todas las posesiones se ponían al servicio de los demás. Y quisiera pensar que no sólo las posesiones materiales; también las propias capacidades, habilidades, aptitudes, los talentos de cada uno. Nadie se guardaba nada para sí mismo. Esta manera de vivir ya era de por si un testimonio, además de lo que pudieran predicar los testigos de Cristo resucitado. Eso era lo que anunciaban a todos aquellos que le escuchaban: Jesús de Nazaret ha resucitado.

A todo ello, hay que añadir que estaban atentos unos de otros para descubrir las necesidades que pudiera tener el hermano, por eso no había indigentes entre ellos: la comunidad salía al frente de las necesidades de cada uno.

Que gran enseñanza y testimonio sería que todos y cada uno de nosotros estuviéramos atentos a las necesidades de las personas que comparten con nosotros la vida (familia, amigos, compañeros de trabajo, de estudios) e intentáramos cubrir dichas necesidades.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado la atención, te ha tocado el corazón? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿Cómo influye en tu vida cotidiana la vivencia comunitaria que vives en el seno de la Iglesia? ¿Cómo son tus relaciones con otros miembros de la misma? ¿Con esos con los que celebras la eucaristía?
  • ¿Intentas tener un solo corazón y una sola alma con los otros miembros de la comunidad eclesial? ¿Pones al servicio de los demás tus propias “riquezas”? (Y recuerda no tiene porqué ser únicamente materiales)
  • ¿De qué manera das testimonio de Cristo Resucitado?

VIDA – ORACIÓN

Salmo 133

1Ved qué hermosura y qué felicidad el que los hermanos vivan siempre unidos.

2Es como un perfume fino en la cabeza, que baja por la barba, por la barba de Aarón, y llega hasta la orla de su manto.

3Es como el rocío del Hermón que baja por las montañas de Sión. Allí manda el Señor la bendición, la vida para siempre.

¡Que el miedo no te paralice! ¡Jesús ha resucitado! Lectio Divina II Domingo de Pascua – Ciclo A

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Jn 20,19-31

Ufff. Que dicen por ahí, que está vivo. Que algunos comentan que le han visto y les ha hablado. Que otros han sentido no se qué cosas… Y todo esto, con la que está cayendo.

Todos nosotros sabemos cómo murió; algunos incluso lo vieron pendiendo de una cruz; todos estábamos presentes cuando lo apresaron. Y ahora esto.

Seguramente, es una estratagema de los seguidores de Herodes para prendernos a nosotros también, o de los fariseos… O vete tú a saber, igual están involucrados hasta los romanos. No. Lo mejor es permanecer aquí juntos, sin salir, cerremos bien las puertas y asegurémonos bien quién es antes de abrir la puerta a nadie.

En esta situación se encontraban los discípulos de Jesús. Ellos sabían verdaderamente la suerte que había corrido el Maestro. Alguno incluso lo había presenciado. Y, era lógico que pensaran: ¡Y ahora viene María de Magdala a decirnos que está vivo! Si, si… Pedro y algún otro discípulo han ido al sepulcro y allí no había nadie. Dos que iban camino de Emaús, dicen que lo han visto… Pero es tan difícil de creer todo esto.

Ante una comunidad insegura, vacilante, titubeante, paralizada por el miedo, Jesús se hace presente. Posiblemente, una situación, sino similar o parecida, cercana a la que podemos estar viviendo en estos días. Sí, queridos hermanos. Estamos encerrados en nuestras casas. Todos vamos a recordar esta primavera del 2020. Y en diversos momentos, incluso, nos invade el miedo. El miedo, que, en principio, no es ni bueno ni malo. Sirve para defendernos ante los peligros, los ataques, las amenazas. Sin embargo, todo va a depender de cómo gestionamos ese miedo. O nos quedamos inmóviles, quietos, pasivos, sin hacer nada; o, por el contrario, intentamos superar la situación y nos preguntamos: ¿qué puedo yo hacer frente a estas circunstancias que estoy viviendo en este momento?

Porque, precisamente, Jesús es lo que viene a traer a los apóstoles. Viene a zarandearlos, a moverlos de la situación en la que se encuentran y que los tiene inmovilizados. Y lo primero que les trae es la paz. La paz que no quiere decir ausencia de conflictos, ausencia de dificultades, ausencia obstáculos. La paz que trae Jesús es calma, equilibrio, estabilidad; es pararse y observar, es acoger, es ver posibilidades con serenidad. Y todo ello desde el amor. Un amor que se muestra en los signos de la pasión que Jesús lleva en su cuerpo y que muestra a los apóstoles. Signos que, a su vez, son las señales de su victoria, ante lo que más teme el ser humano: la muerte. Así es, Jesús ha vencido al enemigo más peligroso, al mas temido: la muerte. Jesús ha sido el primero en resucitar de entre los muertos y gracias a él, a la misericordia del Padre y a la fuerza del Espíritu Santo todos resucitaremos con Él y en Él. La manera y el momento, sólo el Padre lo sabe.

Ahora sí, ahora la comunidad ha hecho experiencia del Resucitado. Y entonces, cuando la comunidad está preparada, es cuando puede dar testimonio de Jesucristo. Ahora es el momento, después de realizar la experiencia del Resucitado cuando podemos, con la paz que el nos trae, y con la fuerza del Espíritu, preguntarnos: ¿qué voy yo a hacer para dar testimonio de esta experiencia? ¿qué acción voy a emprender, para no quedarme paralizado por el miedo? ¿Qué voy a hacer para que otros puedan tener la misma experiencia? ¿De qué manera puedo salir de esta situación reforzado, fortalecido, con más vitalidad y resistencia?

Posiblemente, ocurra que haya personas como Tomás. Probablemente, incluso, nosotros podamos comportarnos como Tomás. Claro que sí. Es totalmente comprensible. Jesús no reprocha nada a Tomás, al contrario, lo lleva y lo atrae hacia Él para que haga la experiencia. Para que experimente lo mismo que experimentaron los demás discípulos. ¡Ven y haz tu propia experiencia personal! Eso es lo que Jesús le dice con su presencia, con sus actos, con sus gestos.

Y eso, precisamente, es lo que tenemos que hacer cada uno de nosotros, experimentar a Jesús Resucitado en nuestra vida y ayudar a otros a tener esa misma experiencia con sus circunstancias propias, con sus situaciones, con su ambiente propio.

La invitación de Jesús hoy es a no quedarnos paralizados por el miedo; al contrario, que pongamos en marcha todas nuestras capacidades para experimentarle a Él como Resucitado y desde ahí ser testigos de su misericordia y de su amor, emprendiendo acciones en favor de los demás, que puedan acercarles a ellos a realizar esa misma experiencia del Resucitado.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué versículo, frase, palabra ha llamado especialmente tu atención? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios con ello en este momento concreto de tu vida?
  • ¿Cuál es tu respuesta ante situaciones de dificultad, de inseguridad, de incertidumbre?
  • ¿Ante ciertos acontecimientos que se escapan a tu entendimiento pides a Dios una señal?
  • ¿Estás dispuesto a experimentar la presencia de Jesús Resucitado en tu vida? ¿Qué acciones vas a emprender para ello? ¿De qué manera le experimentas en tu día a día?
  • ¿Vives dicha experiencia en comunidad?
  • ¿Dejas a Jesús que tome la iniciativa en tu vida?

VIDA – ORACIÓN

  • Pide perdón a Dios por las veces que te niegas conscientemente a ver los signos que Él te va mostrando y le pides pruebas personales.
  • Guarda silencio, repasa este fragmento del evangelio, adora.
  • Repite durante la jornada la jaculatoria pronunciada por Tomás, reconociendo que Jesús resucitado es tu único Señor: «Señor mío y Dios mío».

«Hemos visto al Señor». Lectio Divina II Domingo de Pascua – Domingo de la Divina Misericordia (Jn 20, 19-31)

VERDAD – LECTURA

EVANGELIO (Jn 20,19-31)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.

Nos encontramos ante el acontecimiento más importante de la historia: la resurrección del Señor. Hoy el evangelio nos narra una de las manifestaciones gloriosas de Jesús. Nos situamos en el atardecer del primer día de la semana, es decir, del domingo, del día del Señor. El día más importante para cualquier cristiano, la conmemoración del día de su resurrección; el día en el que la comunidad cristiana en pleno se encuentra para celebrar la eucaristía. También aquel día, los discípulos se encontraban juntos. Sin embargo, tenían las puertas cerradas y estaban aterrados de miedo. En esta situación se presenta Jesús en medio de ellos, deseándoles la paz. Que no se turbe vuestro corazón, no tengáis miedo, yo estoy con vosotros y os traigo paz; Jesús resucitado ha vencido a la muerte y al pecado.

Les muestra las manos y el costado. Ante su temor y estupor, Jesús quiere mostrarles la prueba tangible de su pasión y muerte. Pasión y muerte que ha traído la paz y la salvación al mundo entero. Y «prueba» de que aquel que murió en la cruz ha resucitado, está vivo entre nosotros. Ante tal acontecimiento y descubrimiento no cabe más que la alegría desbordante.

Y Jesús resucitado envía a sus discípulos; los envía a la misión que ya les había encomendado anteriormente: «Id y predicad la alegría del evangelio». Pero, ahora, ya están preparados. Insufló sobre ellos el Espíritu Santo. Este les dará valor, coraje y la fuerza necesaria para llevar a cabo la misión. Les concede el poder de perdonar lo pecados. A partir de entonces serán también representantes y transmisores de la misericordia del Padre, el único que puede perdonar los pecados.

Tomás no se encontraba allí en aquel momento y le relatan el feliz acontecimiento. Él no les cree. Aquello que le están contando no es verosímil, no es lógico es imposible según la razón humana. Necesita pruebas. Y nuevamente Jesús resucitado se hace presente. Ahora sí está Tomas. Aquí están las pruebas. Jesús no le reprocha nada, simplemente se muestra a él. Y posteriormente le invita a creer incluso en lo imposible, cuando esto viene de Dios. Tomás no puede más que realizar su profesión de fe: «¡Señor mío y Dios mío!».

Lo importe no es creer porque uno ha experimentado la manifestación de Dios, porque haya visto pruebas tangibles, porque las dudas se hayan disipado. Dichoso aquel que crea sin haber visto.

Otros signos, realizó Jesús que no están escritos en los evangelios. Otros signos, sigue realizando hoy en nuestro mundo, en tu vida y en mi vida, en nuestro acontecer cotidiano. ¿Seremos capaces de reconocerlos?

CAMINO – MEDITACIÓN

 • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• Cada domingo, como aquel primer día de la semana, cada día, Jesús se hace presente, se manifiesta en la comunidad, en el hermano, en la escucha de la Palabra y sobre todo en la eucaristía. ¿Eres consciente de ello? ¿Cómo vives estos acontecimientos? ¿Reconoces a Jesús en estos espacios, lugares y circunstancias?

• Jesús viene a traerte la paz, ¿cómo vives tu día a día, ante las distintas situaciones, circunstancias, acontecimientos…? ¿Vives con angustia, con pesadumbre, con miedo?

• También sobre ti ha descendido el Espíritu Santo para que seas testigo de la misericordia y el amor de Dios entre todos aquellos que entran en contacto contigo. ¿Verdaderamente eres testigo del evangelio? ¿Qué actitudes, conductas, gestos has de cambiar en tu vida?

• ¿Será Tomás tu mellizo? ¿Eres incrédulo o creyente? ¿Necesitas pruebas palpables, empíricas? ¿Necesitas ver y tocar para creer? ¿Has tomado el pulso a tu fe?

• Escucha en lo más profundo de tu persona como Jesús te dice: «¡Dichoso porque crees sin haber visto!». Quédate ahí algunos instantes y dialoga con Jesús

VIDA – ORACIÓN

• Glorifica al Padre y alábale el regalo de la resurrección, la de Jesús y la nuestra.

• Da gracias a Jesús por enviarte a ser testigo del evangelio y por el diálogo que has mantenido con él hace un momento.

• Pide al Espíritu Santo que te otorgue la fuerza necesaria, el vigor y la valentía para anunciar a Cristo Resucitado.

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VERDAD – LECTURA

En la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a lo judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: “¡La paz esté con vosotros!” Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Él repitió: “¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros”. Después soló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos”

Tomás, uno de los doce, a quien llamaban “el Mellizo”, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor”. Él les dijo: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creo”.

Ocho días después, estaban nuevamente allí dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Jesús llegó, estando cerradas las puertas, se puso en medio y les dijo: “¡La paz esté con vosotros!” Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo aquí y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no sea incrédulo, sino creyente”. Tomás contestó: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “Has creído porque has visto. Dichosos los que creen si haber visto”.

Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro. Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el hijo de Dios, y para que tengáis vida en su nombre.

Nos encontramos ante el acontecimiento más importante de la historia: La resurrección del Señor. Hoy el evangelio nos narra una de las manifestaciones gloriosas de Jesús. Nos situamos en el atardecer del primer día de la semana, es decir, del domingo, del día del Señor. El día más importante para cualquier cristiano, la conmemoración del día de su resurrección; el día en el que la comunidad cristiana en pleno se encuentra para celebrar la eucaristía.

También, aquel día, los discípulos se encontraban juntos. Sin embargo, tenían las puertas cerradas y estaban aterrados de miedo. En esta situación, se presenta Jesús en medio de ellos, deseándoles la paz. Que no se turbe vuestro corazón, no tengáis miedo, yo estoy con vosotros y os traigo paz; Jesús resucitado ha vencido a la muerte y al pecado.

Les muestra las manos y el costado. Ante su temor y su estupor, Jesús quiere mostrarles la prueba tangible de su pasión y muerte. Pasión y muerte que ha traído la paz y la salvación al mundo entero. Y “prueba” de que aquel que murió en la cruz, ha resucitado, está vivo entre nosotros. Ante tal acontecimiento y descubrimiento no cabe más que la alegría desbordante.

Y, Jesús resucitado envía a sus discípulos. Le envía a la misión que ya les había encomendado anteriormente: Id y predicad la alegría del evangelio. Pero, ahora, ya están preparados. Sopla sobre ellos El Espíritu Santo. Él les dará el valor, el coraje y la fuerza necesaria para llevar a cabo la misión. Y les concede el poder perdonar lo pecados. A partir de entonces, serán también representantes y transmisores de la misericordia del Padre, el único que puede perdonar los pecados.

Tomás no se encontraba allí en aquel momento. Y le relatan el feliz acontecimiento. Él no les cree. Aquello que le están contando no es verosímil; es imposible según la razón humana. Necesita pruebas. Y nuevamente, Jesús resucitado se hace presente. Ahora, si está Tomas. Aquí están las pruebas. Jesús no le reprocha nada, simplemente se muestra a él. Y posteriormente le invita a creer incluso en lo imposible, cuando esto viene de Dios. Tomás no puede más que realizar su profesión de fe: ¡Señor mío y Dios mío!

Lo importe no es creer porque uno ha experimentado la manifestación de Dios, porque haya visto pruebas tangible, porque las dudas se hayan disipado. Dichoso aquel que crea sin haber visto.

Otros signos realizó Jesús que no está escritos en los evangelios. Otros signos sigue realizando hoy en nuestro mundo, en tu vida y en mi vida, en nuestro acontecer cotidiano. ¿Seremos capaces de reconocer esos signos?

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CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

  • Cada domingo, incluso cada día, Jesús se hace presente, se manifiesta en la comunidad, en el hermano, en la escucha de la Palabra y, sobre todo en la eucaristía. ¿Eres consciente de ello? ¿Cómo vives estos acontecimientos? ¿Reconoces a Jesús en estos espacios, ámbitos y lugares?

  • Jesús viene a traerte la paz, ¿cómo vives tu día a día, ante las distintas situaciones, circunstancias, acontecimientos…? ¿Vives con angustia, con pesadumbre, con miedo?

  • También sobre ti ha descendido el Espíritu Santo para que seas testigo de la misericordia y el amor de Dios entre todos aquellos que entran en contacto contigo. ¿Verdaderamente eres testigo del evangelio? ¿Qué actitudes, conductas, gestos has de cambiar en tu vida?

  • ¿Será Tomás mellizo contigo? ¿Eres incrédulo o creyente? ¿Necesitas pruebas fehacientes?¿Necesitas ver y tocar para creer? ¿Has tomado el pulso a tu fe?

  • Escucha en lo más profundo de tu persona como Jesús te dice: ¡Dichoso porque crees sin haber visto! Quédate ahí algunos instante al menos y dialoga con Jesús.

 

VIDA – ORACIÓN

  • Glorifica al Padre y alábale el regalo de la Resurrección; la de Jesús y la nuestra.

  • Da gracias a Jesús por enviarte a ser testigo del evangelio y por el diálogo que has mantenido con él hace un momento.

  • Pide al Espíritu Santo que te otorgue la fuerza necesaria, el vigor y la valentía para anunciar a Cristo Resucitado.

¡La paz esté con vosotros! Lectio Divina Domingo II de Pascua (Jn 20,19-31)