“DADLES VOSOTROS DE COMER” – LECTIO DIVINA SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO – CICLO C

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Lc 9,11b-17

En aquel tiempo, Jesús hablaba a la gente del Reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron: “Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado”. Él les contestó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente”. Porque eran unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: “Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno”. Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que le había sobrado: doce cestos llenos de las sobras.

El texto evangélico, con el que hoy se nos invita a orar, hemos de enmarcarlo, como siempre hacemos en nuestra Lectio, dentro de un contexto más amplio. El capítulo 9 del evangelio de Lucas, comienza con el envío de los Doce “anunciando la Buena Nueva y haciendo curaciones por todas partes” (cf. Lc 9,1-6); a continuación, vemos como el virrey Herodes está sorprendido de todo lo que se cuenta acerca de Jesús, pues piensa que es Juan Bautista resucitado, a quien él cortó la cabeza (cf. Lc 9,7-9). Entonces los discípulos regresan de la misión y comienzan a contarle a Jesús todo lo que habían hecho, éste les invita a retirarse juntos a un lugar tranquilo, en dirección a un pueblo llamado Betsaida. La gente al saberlo lo siguió. Aquí es donde arranca nuestro relato.

El texto nos narra uno de los signos realizados por Jesús, el conocido como la multiplicación de los panes y los peces.

A mi parecer, es interesante relacionar este texto con el Antiguo Testamento. Pues los judíos del tiempo de Jesús esperaban impacientes la llegada del Mesías; un Mesías que tenía, por así decir, su modelo en Moisés, el gran liberador del Pueblo de Israel; por lo que dicho Mesías, de alguna manera debía realizar los prodigios que se le atribuían a Moisés: conducir a su pueblo y alimentarlo; de la misma manera que él lo hizo en el desierto.

Sin embargo, nos encontramos dentro de un contexto histórico mucho más amplio: la comunidad de Lucas. Ésta hemos de constatar que no es predominantemente de cultura judía, es una comunidad más bien de origen griego, en la que se comienza a celebrar la eucaristía. Su objetivo, no es tanto la justificación del mesianismo de Jesús, como el de afianzar a su comunidad en la fe en la eucaristía y el significado que para ellos debería tener. Aunque eso no quiere decir que Lucas no enraíce su relato en la tradición de los grandes personajes del Pueblo de Israel.

El relato nos pone en situación con respecto al hecho que posteriormente nos va a contar. La muchedumbre ha venido a escuchar a Jesús y ser curada por él y comienza a anochecer. Están en despoblado. Habría que proveerles de alimento y, bueno, si fuera posible de alojamiento. La única solución, a simple vista, es enviarlos a las aldeas vecinas para, para al menos, tomar algo y recuperar fuerzas, para que puedan continuar camino hacia sus casas.

Jesús, lejos de amedrentarse, les dice a sus discípulos: “Dadles vosotros de comer”. Me imagino la reacción de estos. ¿Cómo? ¿Pero el Maestro está en su sano juicio? ¿Cómo vamos a dar nosotros de comer a tal cantidad de gente con los medios que tenemos? Imposible. Solo tenemos cinco panes y dos peces. La primera reacción de los discípulos es “echar balones fuera”. Que sean otros los que solucionen el problema. La solución del problema está fuera. Pero no. Eso no es cierto. Y no es cierto nunca. La solución está dentro de nosotros mismos y dentro de la comunidad. Lo único que tenemos que hacer es ser conscientes de nuestros recursos, de nuestras fortalezas, de nuestro potencial y ponernos manos a la obra. El resto lo hará Jesús. Como diría San Ignacio de Loyola: Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios. Pero actúa.

Jesús hace que se sienten en grupos de cincuenta personas. Entonces, Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo, pronunció la bendición, los partió y los dio a sus discípulos para que los distribuyeran. ¿A qué te suena, querido lector? A ti no sé, pero a mí inmediatamente me evoca la eucaristía.

Dejando un poco a parte el milagro, que en ningún momento me atrevería a negar. Lucas le está diciendo a su comunidad y nos dice a nosotros hoy, que la Eucaristía es compartir. La eucaristía nos tiene que llevar a estar atentos a las necesidades de nuestro prójimo, intentar salir al paso de las carencias, de las penurias, de la miseria, de los problemas de todos aquellos con los que nos encontramos a diario. Y no con grandes medios o impresionantes acciones; con nuestra propia pobreza, con lo poquito que podemos tener, pero que estamos dispuestos a aportar y a entregar para que Jesús lo transforme en abundante. Una abundancia tal, que es capaz de saciar a una muchedumbre y llenar doce canastos de sobra.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?

• ¿Cómo acoges el don de la vida plena que Jesús te ofrece en cada eucaristía?

• ¿Al asimilar el cuerpo y la sangre de Jesucristo eres consciente de que poco a poco se tiene que producir en tu vida un cambio radical?

• En la celebración eucarística, te alimentas de la doble mesa de la Palabra y la Eucaristía, ¿Eres consciente de ello? ¿Son ambos importantes para ti? ¿Cómo vives estos momentos?

• También a ti, Jesús te dice: “Dales tú de comer” ¿Cómo acoges esa invitación? ¿Estás dispuesto a poner en marcha todos los recursos a tu alcance para salir al frente de las necesidades de los que te rodean?

VIDA – ORACIÓN

Te doy gracias, Maestro y verdad,

por haberte dignado venir a mí,

ignorante y débil.

En unión con María te ofrezco al Padre:

contigo, por ti y en ti,

sea por siempre la alabanza,

la acción de gracias y la súplica

por la paz de los hombres.

Ilumina mi mente,

hazme discípulo fiel de la Iglesia;

que viva de fe;

que comprenda tu palabra;

que sea un auténtico apóstol. 

Haz, Maestro divino,

que la luz de tu Evangelio llegue

hasta los últimos confines del mundo.(Beato Santiago Alberione)

“BENDITO SEAS”. LECTIO DIVINA DE LA PRIMERA LECTURA – SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO (CICLO C)

VERDAD – LECTURA

Génesis 14,18-20

En aquellos días, 18Melquisedec, rey de Salén, sacó pan y vino; era él sacerdote del Dios altísimo, y 19bendijo a Abrán diciendo: «Bendito seas, Abrán del Dios altísimo, que creó el cielo y la tierra, y 20bendito sea el Dios altísimo, que ha puesto en tus manos a tus enemigos». Y Abrán le dio el diez por ciento de todo.

Hoy es un día para meditar y orar en torno al misterio eucarístico. Se nos invita a caer en la cuenta y tomar conciencia de la importancia de la eucaristía en nuestra vida. Alimento que se nos da para nuestra edificación, crecimiento y desarrollo. Participar de la eucaristía, alimentarnos con el cuerpo y la sangre de Jesús, nos lleva a transformarnos como seres humanos en mejores personas, a transformarnos según nuestro modelo que es Jesucristo, a vivir como Él vivió y a darnos a los demás como Él se dio.

Para ayudarnos a todo ello, la liturgia nos ofrece hoy, en la primera lectura, un fragmento del libro del Génesis. Concretamente, del capítulo 14 en el que nos narra el encuentro de Abrán con Melquisedec, rey de Salén; el cual acoge al Patriarca, lo agasaja y bendice. Con ello, se está uniendo la historia de Abrán con la de los grandes reyes de oriente, pues en este mismo capítulo se hace referencia a estos.

El pasaje con el que oramos hoy comienza con la ofrenda del pan y del vino. Con el que se simboliza la gratitud a Dios por los dones de la tierra y por el alimento que a diario nos regala. Se entra, también, de esta manera en comunión con Dios.

A continuación, Melquisedec bendice a Abrán. Lo cual equivale a desearle todo bien. Pero de quien proviene todo bien es de Dios. Es, por así decir, como desear que Dios le conceda todo aquello que necesita.

Ofrenda y bendición son signo del que la promesa hecha por Dios a Abrán se cumplirán: se convertirá en padre de un gran pueblo.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado la atención, te ha tocado el corazón? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • Cada día te encuentras con personas que son signos de la bendición de Dios, ¿eres consciente de ello? ¿Cómo las acoges?
  • ¿Das gracias a Dios por los dones que cada día te regala? ¿Y sobre todo por el mayor don que es la eucaristía?
  • ¿Ofreces palabras de bendición a aquellas personas con las que te encuentras a diario? ¿Palabras de bien decir? ¿Deseas lo mejor para tu prójimo?
  • ¿Entregas y derramas el amor de Dios a las personas que te rodean? ¿De que forma podrías hacerlo de manera más plena?

VIDA – ORACIÓN

Salmo 116

1Bendito sea el Señor, mi roca, que adiestra mis manos para la batalla y mis puños para el combate;

2mi amor, mi fortaleza, mi ciudadela y mi libertador, el escudo con el que me protejo, el que somete a los pueblos bajo mi poder.

3Señor, ¿qué es el hombre para que te cuides de él, este mortal para que en él pienses?

4El hombre es como un soplo, sus días como sombra que pasa.

5Señor, despliega los cielos y desciende, toca los montes para que echen humo;

6haz estallar el rayo y dispérsalos, lanza tus saetas y destrúyelos.

7Extiende tu mano desde lo alto y sálvame, líbrame de las aguas torrenciales, de la mano de una raza extranjera,

8cuya boca dice falsedades y cuya diestra jura en falso.

9Oh Dios, voy a cantarte un cantar nuevo, a tocar para ti la lira de diez cuerdas.

10Tú das a los reyes la victoria, tú salvas a tu siervo David de la espada mortal.

11Sálvame y líbrame de las manos de una raza extranjera, cuya boca dice falsedades y cuya diestra jura en falso.

12Que nuestros hijos sean en su juventud como plantas frondosas, y nuestras hijas como cariátides, modelos de palacios;

13que nuestros graneros estén llenos, rebosantes de frutas de todas las especies; que nuestros rebaños se multipliquen a millares, a miles y miles por nuestras praderías;

14que nuestros bueyes vengan bien cargados, que no haya brechas ni fugas, ni gritos de alarma en nuestras plazas.

15Dichoso el pueblo que tiene todo esto, dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Del cordero al Cordero. Lectio Divina del Domingo del Corpus Christi – Ciclo B

VERDAD – LECTURA  

Evangelio: Mc 14,12-16.22-26

El pueblo judío, tras su experiencia en Egipto, siente muy de cerca la mano de Dios que le acompaña y libera, gracias a la intervención de Moisés que actúa como mediador entre Yahveh y su pueblo. Por eso el pueblo de Israel, se compromete a cumplir «todas las palabras que ha dicho el Señor» y que Moisés ha escrito. El mismo Moisés será quien selle esa alianza inmolando «novillos como sacrificios de comunión» y rociando su sangre (Ex 24, 3-8). Por eso, el pueblo proclama: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?» (Sal 115,12-13.15.16bc.17-18). Desde aquel momento, el pueblo inmola novillos, machos cabríos, becerros, cada vez que le ofrece algo al Señor, a través de sus sacerdotes.

Esa alianza fue sellada en medio de la celebración de la pascua judía, el primer día de los Ácimos, cuando el pueblo ofrecía los panes sin levadura, los panes ázimos, los “massot”, que era «cuando se sacrificaba el cordero pascual». Era la fiesta en la que se reunían las familias y Jesús, también, se reúne con los suyos, sus discípulos que le preguntan: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». El Maestro los manda la ciudad a la casa donde se dirige «un hombre que lleva un cántaro de agua» a preguntarle al dueño: «¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?». Y allí, en la «sala grande en el piso de arriba», los suyos «prepararon la Pascua».

Ese es el día que Jesús firmará la Nueva Alianza tras pronunciar la bendición y la acción de gracias después de haber tomado el pan y el cáliz. «Esto es mi cuerpo». «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos». A partir de ese momento, ya no volverá «a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios» y «salieron para el monte de los Olivos» (Mc 14,12-16. 22-26).

Jesús ha dado el paso definitivo. Ya no hemos de comer el cordero pascual de la antigua alianza. Ahora, Él es el Cordero Pascual que sella la Nueva Alianza y que permanece con nosotros para siempre.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado el corazón?
  • ¿Has participado alguna vez de la Eucaristía?
  • ¿Has oído estas palabras que pronuncia Jesús en algún momento de la Eucaristía?
  • ¿Te habías parado a pensar, alguna vez que Cristo da plenitud a la antigua alianza?
  • ¿Qué es para ti la Nueva Alianza?
  • ¿Qué significa para el católico esta Nueva Alianza?
  • ¿Qué necesitas cambiar para hacer vida esta Nueva Alianza?

VIDA – ORACIÓN

Te adoro presente en mí, Palabra encarnada, Hijo Unigénito e imagen del Padre, nacido de María. Te doy gracias, Maestro y Verdad, por haberte dignado venir a mí, ignorante y pecador. En unión con María te ofrezco al Padre: contigo, por ti y en ti, sea por siempre la alabanza, la acción de gracias y la súplica por la paz de los hombres. Ilumina mi mente, hazme discípulo fiel de la Iglesia; que viva de fe; que comprenda tu Palabra; que sea un auténtico apóstol. Haz, Maestro Divino, que la  luz de tu Evangelio llegue hasta los últimos confines del mundo (Santiago Alberione).  

“Yo soy el Pan Vivo”.Lectio Divina de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo – Ciclo A

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Jn 6,51-58

Nos encontramos en este domingo, en el que celebramos la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, con un “discurso” pronunciado por  Jesús en la sinagoga de Cafarnaún (Jn 6,59). Anteriormente a esto, el autor del Cuarto Evangelio nos ha narrado como los judíos, refiriéndose claramente a los dirigentes del Pueblo de Israel, murmuraban contra él, por haber afirmado: “Yo soy el pan bajado del cielo” (Jn 6,41). Lo cual había desatado una cierta controversia. Lo primero, porque ellos conocen bien los orígenes Jesús; ¿cómo puede, entonces, decir que ha bajado del cielo? Pero aún hay más, está claramente blasfemando; del cielo solo procede Dios; los judíos pensaría que aquel “insensato” se estaba autoproclamando como Dios. Pero es más quiere darse en alimento, algo totalmente imposible, incluso para nuestra mentalidad. ¿Cómo puede una persona convertirse en alimento para otra? Vayamos por parte.

Si quisiera aclarar, que por muchas explicaciones acerca de este fragmento del evangelio de Juan que yo pueda daros, no voy a desvelar nada nuevo, ni voy a disipar las dudas que podamos tener acerca de la Eucaristía, de la transustanciación, o del misterio eucarístico. Nos encontramos precisamente ante un misterio. Lo cual no tiene nada que ver con algo secreto o algo reservado únicamente a iniciados; tiene más bien que ver con algo que es incomprensible para nuestra mente, algo imposible de entender para nuestra capacidad intelectual por muy superdotado que uno pueda llegar a ser. Todo esto tienen más bien que ver con la experiencia. La eucaristía hemos de experimentarla, hemos de vivirla. Sin hacer la experiencia de ponerse delante del Santísimo, en total apertura, sin prejuicios, con todo nuestro ser, es imposible poder siquiera llegar a vislumbrar un poquito de este misterio. Por eso, invito a toda aquella persona que lea esta entrada del blog a que haga experiencia de la eucaristía, de la adoración eucarística y de estar a solas, como diría Santa Teresa de Jesús, con aquel que sabemos nos ama. Sabiendo que, hacer experiencia, en la mayoría de los casos, requiere además tiempo.

Y dicho esto, ahora sí, vamos a comentar la lectura que hoy nos regala la liturgia. La primera afirmación de Jesús: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo”. Con ello quiere decir a sus contemporáneos y a nosotros que escuchamos hoy la Palabra, que él procede del Padre, el cual es fuente de vida plena y verdadera. Y de la misma manera que lo es el Padre, lo es Jesús. Sí, Jesús es principio, origen, fundamento y desarrollo de una vida que puede llegar a ser plena y verdadera. Para ello será imprescindible entrar en comunión con él, en unión íntima, en relación estrecha; es imprescindible asimilar el Espíritu manifestado en la realidad humana de Jesús. De esta manera el ser humano “vivirá para siempre” (Jn 6,51); es decir, tendrá vida eterna. Una vida muy distinta, posiblemente, a nuestra vida física y actual; pero, al fin y al cabo, vida y vida en plenitud.

Para los judíos, y probablemente para muchos de nosotros, estas palabras de Jesús eran  y son inconcebibles, absurdas, intolerables: “¿Cómo puede este darnos a comer su carne?”. Posiblemente, pensarían en alguna cuestión extraña de canibalismo. Sin embargo, Jesús no hablaba en sentido literal o en términos absolutos, que era como lo habían entendido ellos; por eso, no llegan a entender el significado verdadero de comer su carne. Jesús, en realidad está hablando de entrar en comunión plena con él; entrar en unión intima, de apropiarse de las actitudes vitales de Jesús, de sus valores, de su modo de vivir. Es más, los judíos no fueron capaces de acoger que Dios quisiera entrar en relación o en unión plena con el ser humano.

Comer la carne de Jesús y beber su sangre es aceptar a Jesús como nuestro punto de partida y de llegada, como nuestra referencia esencial, indispensable y necesaria para llegar al Padre y alcanzar así la vida eterna. Comer su carne y beber su sangre es hacer propio su amor incondicional y extremo. Un amor que le llevó incluso a entregar la vida por la salvación del género humano. Un amor que le llevo a liberarnos definitivamente de las ataduras de la muerte. Un amor que no espero nada a cambio, que lo hizo entregarse gratuita e incondicionalmente para que todos nosotros tengamos una vida plena y definitiva.

Y el discípulo de Jesús ha de ser capaz de unirse a él, de identificarse con él; ha de ser capaz de dejarse modelar por el Espíritu para llegar a ser otro Jesús en sus actitudes vitales y amar a los demás como él ama.

El pan y el vino que, en cada eucaristía, se nos ofrece como alimento es Jesús mismo. Estas especies nos dan la fuerza necesaria para que las actitudes vitales de Jesús se conviertan en las nuestras y, de este modo lograremos que nuestro modo de vivir cambien radicalmente. La asimilación del estilo de vida de Jesús y de su entrega acontece comiendo su carne y bebiendo su sangre, acontece en cada eucaristía.

Únicamente, entrando en comunión plena y vital con Jesús, comiendo su carne y bebiendo su sangre, podremos hacer propia la vida que Jesús nos propone. Es la única manera de entrar en unión intima, profunda e inseparable  con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿Cómo acoges el don de la vida plena, que Jesús te ofrece en cada eucaristía?
  • ¿Cómo vives, en  tu vida cotidiana, la asimilación del cuerpo y la sangre de Jesucristo?
  • ¿Al asimilar el cuerpo y la sangre de Jesucristo, eres consciente de que poco a poco se tiene que producir en tu vida un cambio radical?
  • En la celebración eucarística, te alimentas de la doble mesa de la Palabra y la Eucaristía, ¿eres consciente de ello? ¿son ambas importantes para ti?¿cómo vives esos momentos?
  • ¿Eres consciente, que comer la carne de Jesús y beber su sangre, te deben llevar a un compromiso mayor en favor de tus hermanos, especialmente los más necesitados? ¿Eres consciente, que estas siendo llamado a ser también transmisor de vida?

VIDA – ORACIÓN

Te doy gracias, Maestro, Vida verdadera y plena,

por haberme hecho el gran regalo de quedarte junto a mí en la Eucaristía,

y salir a mi encuentro, a pesar de mi inconstancia, mi fragilidad y mi debilidad.

En unión con María te ofrezco al Padre:

contigo, por ti y en ti,

sea por siempre la alabanza, la acción de gracias y la súplica

por la paz de los hombres.

Ilumina mi mente,

hazme discípulo fiel de la Iglesia;

que viva de fe; que comprenda tu palabra;

que sea un auténtico apóstol, propagador de tu amor.

Ayúdanos, Maestro Bueno, a todos los cristianos,

para que la Buena Nueva, que proclama la misericordia y el amor de Dios Padre,

llegue hasta los últimos confines del mundo.

«Dales tú de comer» LECTIO DIVINA SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO – CICLO C (Lc 9,11b-17)

VERDAD – LECTURA

En aquel tiempo, Jesús hablaba a la gente del Reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron: “Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado”. Él les contestó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente”. Porque eran unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: “Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno”. Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que le había sobrado: doce cestos llenos de las sobras.

El texto evangélico, con el que hoy se nos invita a orar, hemos de enmarcarlo, como siempre hacemos en nuestra Lectio, dentro de un contexto más amplio. El capítulo 9 del evangelio de Lucas, comienza con el envío de los Doce “anunciando la Buena Nueva y haciendo curaciones por todas partes” (cf. Lc 9,1-6); a continuación, vemos como el virrey Herodes está sorprendido de todo lo que se cuenta acerca de Jesús, pues piensa que es Juan Bautista resucitado, a quien él cortó la cabeza (cf. Lc 9,7-9). Entonces los discípulos regresan de la misión y comienzan a contarle a Jesús todo lo que habían hecho, éste les invita a retirarse juntos a un lugar tranquilo, en dirección a un pueblo llamado Betsaida. La gente al saberlo lo siguió. Aquí es donde arranca nuestro relato.

El texto nos narra uno de los signos realizados por Jesús, el conocido como la multiplicación de los panes y los peces.

A mi parecer, es interesante relacionar este texto con el Antiguo Testamento. Pues los judíos del tiempo de Jesús esperaban impacientes la llegada del Mesías; un Mesías que tenía, por así decir, su modelo en Moisés, el gran liberador del Pueblo de Israel; por lo que dicho Mesías, de alguna manera debía realizar los prodigios que se le atribuían a Moisés: conducir a su pueblo y alimentarlo; de la misma manera que él lo hizo en el desierto.

Sin embargo, nos encontramos dentro de un contexto histórico mucho más amplio: la comunidad de Lucas. Ésta hemos de constatar que no es predominantemente de cultura judía, es una comunidad más bien de origen griego, en la que se comienza a celebrar la eucaristía. Su objetivo, no es tanto la justificación del mesianismo de Jesús, como el de afianzar a su comunidad en la fe en la eucaristía y el significado que para ellos debería tener. Aunque eso no quiere decir que Lucas no enraíce su relato en la tradición de los grandes personajes del Pueblo de Israel.

El relato nos pone en situación con respecto al hecho que posteriormente nos va a contar. La muchedumbre ha venido a escuchar a Jesús y ser curada por él y comienza a anochecer. Están en despoblado. Habría que proveerles de alimento y, bueno, si fuera posible de alojamiento. La única solución, a simple vista, es enviarlos a las aldeas vecinas para, para al menos, tomar algo y recuperar fuerzas, para que puedan continuar camino hacia sus casas.

Jesús, lejos de amedrentarse, les dice a sus discípulos: “Dadles vosotros de comer”. Me imagino la reacción de estos. ¿Cómo? ¿Pero el Maestro está en su sano juicio? ¿Cómo vamos a dar nosotros de comer a tal cantidad de gente con los medios que tenemos? Imposible. Solo tenemos cinco panes y dos peces. La primera reacción de los discípulos es “echar balones fuera”. Que sean otros los que solucionen el problema. La solución del problema está fuera. Pero no. Eso no es cierto. Y no es cierto nunca. La solución está dentro de nosotros mismos y dentro de la comunidad. Lo único que tenemos que hacer es ser conscientes de nuestros recursos, de nuestras fortalezas, de nuestro potencial y ponernos manos a la obra. El resto lo hará Jesús. Como diría San Ignacio de Loyola: Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios. Pero actúa.

Jesús hace que se sienten en grupos de cincuenta personas. Entonces, Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo, pronunció la bendición, los partió y los dio a sus discípulos para que los distribuyeran. ¿A qué te suena, querido lector? A ti no sé, pero a mí inmediatamente me evoca la eucaristía.

Dejando un poco a parte el milagro, que en ningún momento me atrevería a negar. Lucas le está diciendo a su comunidad y nos dice a nosotros hoy, que la Eucaristía es compartir. La eucaristía nos tiene que llevar a estar atentos a las necesidades de nuestro prójimo, intentar salir al paso de las carencias, de las penurias, de la miseria, de los problemas de todos aquellos con los que nos encontramos a diario. Y no con grandes medios o impresionantes acciones; con nuestra propia pobreza, con lo poquito que podemos tener, pero que estamos dispuestos a aportar y a entregar para que Jesús lo transforme en abundante. Una abundancia tal, que es capaz de saciar a una muchedumbre y llenar doce canastos de sobra.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?

• ¿Cómo acoges el don de la vida plena que Jesús te ofrece en cada eucaristía?

• ¿Al asimilar el cuerpo y la sangre de Jesucristo eres consciente de que poco a poco se tiene que producir en tu vida un cambio radical?

• En la celebración eucarística, te alimentas de la doble mesa de la Palabra y la Eucaristía, ¿Eres consciente de ello? ¿Son ambos importantes para ti? ¿Cómo vives estos momentos?

• También a ti, Jesús te dice: “Dales tú de comer” ¿Cómo acoges esa invitación? ¿Estás dispuesto a poner en marcha todos los recursos a tu alcance para salir al frente de las necesidades de los que te rodean?

VIDA – ORACIÓN

Te doy gracias, Maestro y verdad, por haberte dignado venir a mí, ignorante y débil.

En unión con María te ofrezco al Padre: contigo, por ti y en ti, sea por siempre la alabanza, la acción de gracias y la súplica por la paz de los hombres.

Ilumina mi mente, hazme discípulo fiel de la Iglesia; que viva de fe; que comprenda tu palabra; que sea un auténtico apóstol. 

Haz, Maestro divino, que la luz de tu Evangelio llegue hasta los últimos confines del mundo.

(Beato Santiago Alberione)

Lectio Divina Solemnidad del Santísmo Cuerpo y Sangre de Cristo (Jn 6,51-58)

JESUS PAN Y VINO

VERDAD – LECTURA

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

 

El texto con el que hoy vamos a orar es parte del llamado dicurso del pan de vida pronunciado por Jesús en Cafarnaum, acaba de realizar el signo de la multiplicacion de lo panes (Jn 6,1-15). La gente despùés de este acontecimiento pretende proclamarlo rey  (Jn 6,15). Pero un rey que no tenía nada que ver con el verdadero reinado de Dios, un rey que no tenía nada que ver con el Reino. Un Reino que no es de este mundo, pero que ya se comienza a vivir en él, y dónde lo que prima no es el poder sino el amor, donde no priman los puestos sino el servicio, un Reino en el que todo hombre es liberado del pecado y de la muerte.

Jesús es el pan vivo bajado del cielo. Pan vivo que se encuentra en contraposición con el maná y con la Ley. El primero no consiguió llevar al pueblo de Israel a la Tierra Prometida; el segundo, que no daba vida en plenitud a quien se adhería a ella. Es Jesús quien comunica la verdadera y plena vida. Pan que ha bajado del cielo, es decir que procede del Padre, el cual es fuente de la vida. Aquel que coma de este pan, el que lo haga suyo, tendrá el don de la Vida. Comer el pan de la vida, que es verdadera carne de Jesús, es asimilar el Espíritu manifestado en la realidad humana de Jesús. Comiendo de este pan el hombre llegará a adquirir la vida plena.

Para los judíos estas palabras de Jesús eran inconcebibles. No podían asimilar el hecho de la Encarnación de Dios. No podían asimilar que Dios quisiera entrar en comunión plena con el hombre. No entienden el significado de comer su carne.

Comer la carne de Jesús y beber su sangre es poder llegar a asimilarse con él, es hacer propio el amor incondicional y extremo de Jesús, el cual mediante su pasión muerte y resurrección nos libera definitivamente de la muerte y nos comunica la vida definitiva. Si el hombre no asimila totalmente a Jesús no puede alcanzar la vida plena y definitiva.

El discípulo de Jesús ha de ser capaz de identificarse con él, ha de dejarse modelar por el Espíritu para llegar a ser otro Jesús en sus actitudes vitales y amar a los demás como él ama.

El pan y el vino que en cada eucaristía se nos ofrece como alimento son Jesús mismo. Estas especies nos dan la fuerza necesaria para que las actitudes vitales de Jesús se conviertan en las nuestras y de este modo lograremos que nuestro modo de vivir cambie radicalmente. La asimilación del estilo de vida de Jesús y de su entrega acontece comiendo su carne y bebiendo su sangre.

Esta es la única manera de hacer propia la vida que Jesús nos propone. Es la única manera de entrar en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

 

 CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿Cómo acoges el don de la vida plena que Jesús te ofrece en cada eucaristía?
  • ¿Cómo vives en tu vida cotidiana la asimilación del cuerpo y la sangre de Jesucristo?
  • ¿Al asimilar el cuerpo y la sangre de Jesucristo eres consciente de que poco a poco se tiene que producir en tu vida un cambio radical?
  • En la celebración eucarística, te alimentas de la doble mesa de la Palabra y la Eucaristía, ¿Eres consciente de ello? ¿Son ambos importantes para ti? ¿Cómo vives estos momentos?
  • ¿Eres consciente de que comer la carne de Jesús y beber su sangre te deben llevar a un compromiso mayor en favor de tus hermanos? ¿Eres consciente de que estás siendo llamado a ser tu también transmisor de vida?

  

VIDA – ORACIÓN

 

Te doy gracias, Maestro y verdad,

por haberte dignado venir a mí,

ignorante y débil.

En unión con María te ofrezco al Padre:

contigo, por ti y en ti,

sea por siempre la alabanza,

la acción de gracias y la súplica

por la paz de los hombres.

Ilumina mi mente,

hazme discípulo fiel de la Iglesia;

que viva de fe;

que comprenda tu palabra;

que sea un auténtico apóstol.

Haz, Maestro divino,

que la luz de tu Evangelio llegue

hasta los últimos confines del mundo.

(Beato Santiago Alberione)

 

Minientrada

Jesús los acogió a todos y se puso a hablarles del Reino de Dios y a curar a los que lo necesitaban. Al caer el día se le acercaron los Doce y le dijeron:

– «Despídelos para que vayan a las aldeas y caseríos del contorno a buscar alojamiento y comida, pues aquí estamos en descampado».

Pero Jesús les dijo:

– «Dadles vosotros de comer».

Ellos le dijeron:

– «No tenemos más que cinco panes y dos peces. A no ser que vayamos a comprar alimentos para toda esta gente».

Pues eran unos cinco mil hombres.

Jesús dijo a sus discípulos:

– «Decidles que se sienten en grupos de cincuenta».

Así lo hicieron, y dijeron que se sentaran todos.

Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo, los bendijo y los partió en trozos. Y se los dio a los discípulos para que se los distribuyeran a la gente. Y todos comieron hasta hartarse. Y se recogieron doce canastos llenos de las sobras.

 

VERDAD – LECTURA       

            El texto que hoy nos ofrece la liturgia se encuentra enmarcado dentro del contexto en el que Jesús comienza a extender su predicación por distintas aldeas de Galilea y es un preludio de la eucaristía.

Acaba de enviar a sus discípulos a predicar. Al regresar de su misión, Jesús les invita a acompañarlo a un lugar solitario para estar con él y compartir las vivencias que les han acaecido durante la predicación de la Buena Noticia. Allí les comienza a hablar del Reino de Dios; y, al acercarse la multitud, curó a muchos enfermos.

Cuando el día ya declina, al atardecer, los doce, preocupados por la gente, se acercan a Jesús y le dicen que despida a la gente para que puedan ir a buscar alojamiento y comida, pues se encontraban en descampado.

La respuesta de Jesús les desconcierta: “Dadles vosotros de comer”. ¿Cómo van a hacer esto, si sólo tienen cinco panes y dos peces? ¿Cómo van a recaudar el dinero suficiente para dar de comer a tanta gente? Y en el caso que lo consiguieran, ¿dónde van a comprar tanto alimento? ¿No se ha dado cuenta Jesús de que son más de cinco mil personas?

Jesús pide a los discípulos, que digan a la gente que se recuesten en grupos de cincuenta. Jesús va a solucionar el problema. Jesús será quien les de alimento, al igual que en otro tiempo hizo Moisés con el pueblo de Israel en el desierto (Num 1 – 4), al igual que hizo el profeta Eliseo (2Re 4,42-44). Jesús es el nuevo Moisés, el nuevo libertador de su Pueblo; Jesús es el nuevo profeta; aquel que ha venido a dar el verdadero sentido a la Ley y a los Profetas.

Jesús toma los cinco panes y los peces, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los dio a sus discípulos para que los distribuyeran. Es el preludio de la eucaristía. El mismo gesto que compartían las comunidades lucanas en la celebración eucarística, el mismo gesto que repite el sacerdote en cada eucaristía celebrada y vivida en todas y cada una de nuestras comunidades de fe. Eucaristía, acción de gracias, eucaristía, celebración, eucaristía fiesta; pero eucaristía, también compromiso, acogida y compartir; eucaristía preocupación por las necesidades del otro, eucaristía interés por los problemas del prójimo, eucaristía compartida de la vida de cada uno de los cristianos y de las necesidades del mundo.

Jesús no es un milagrero, Jesús no es un tapagujeros, Jesús no es un mago que por arte de magia hace desaparecer las dificultades, los problemas, los miedos. Jesús necesita de aquellos que han querido compartir su vida y su misión para llevar la felicidad a la humanidad. Jesús necesita de todos nosotros para llevar la Buena Nueva a todos, Jesús necesita que seamos sus manos, sus ojos, sus pies y su corazón para poder seguir acariciando, mirando con ternura, acompañando en el camino, amando sin distinción y gratuitamente. Únicamente de este modo, todos quedaremos saciados y tendremos de sobra: compartiendo nuestros bienes, nuestra persona y nuestra vida. De este modo recogeremos los cestos llenos de los trozos sobrantes.

No negamos el milagro. Para Dios no hay nada imposible. Jesús es quien multiplica nuestras acciones. Jesús es quien toma nuestros viene, quien bendice y da gracias al Padre quien parte, pero nosotros somos quienes debemos de distribuir eso bienes que Dios nos regala cada día, nosotros somos quienes debemos distribuir nuestra pequeñez y la de nuestros hermanos, nosotros somos quienes tenemos que acercar la eucaristía a todos aquellos que están alejados. ¡Claro que hay milagro! Con sólo cinco panes y dos peces, se sació toda una multitud.

 

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué versículo, frase, palabra de este pasaje te llama especialmente la atención? ¿Cuál te toca, de alguna manera el corazón? ¿Qué querrá Dios decirte con ello en este momento concreto de tu vida?
  • Al igual que los apóstoles, ¿estás atento/a a las necesidades de aquellos hermanos que pasan a tu lado, que están a tu alrededor, de aquellos con los que compartes tu vida?
  • ¿Acercas a todo aquel que pueda estar necesitado a Jesús? ¿pides a Jesús ayuda para poder compartir los problemas, las dificultades, las necesidades de los demás? ¿Estás atento/a a la Palabra de Jesús para poder hacer frente a los momentos difíciles en los que se haya la humanidad?
  • ¿Qué entregas a Jesús para que pueda tomarlo, bendecirlo y partirlo? ¿Estás dispuesto/a a compartir y distribuir entre la gente los dones que el Padre en su infinita bondad te regalado?
  • ¿Cómo vives el misterio de la eucaristía? ¿Cómo la celebras? Además de encuentro con Jesús resucitado, ¿es para ti encuentro con los hermanos?

 

VIDA – ORACIÓN

  • Bendito y alabado seas, Padre, por el gran regalo de la Eucaristía.
  • Gracias, Jesús, por haber querido quedarte entre nosotros en un trozo de pan y un poco de vino, en el sagrario.
  • Ayúdanos, Espíritu Santo, a vivir la eucaristía no sólo como celebración y encuentro individual con Jesús, sino como celebración de la comunidad y encuentro entre los hermanos. Y que cuando acabemos de celebrar la eucaristía, glorifiquemos a Dios con nuestra vida, y acerquemos la Buena Noticia a todos cuantos nos rodean.

«Dales vosotros de comer» Lectio Divina de la Solemnidad del Santímo Cuerpo y Sangre de Cristo (Lc 9,11b-17)