¿Cuál es su origen? ¿De dónde viene? – Lectio divina del evangelio del IV domingo de adviento (Ciclo A)

VERDAD – LECTURA

Mt 1, 18-24

Para el ser humano es importante conocer sus raíces; saber de dónde viene, recordar su pasado y el de su familia. Es más, si queremos conocer en profundidad a una persona, a algún personaje o a una personalidad destacada, solemos preguntarnos acerca de todos los períodos de su vida, incluida su infancia. Para los seres humanos, los orígenes de las personas tienen su importancia; tal es así que solemos preguntarle a las personas con las que entramos en relación de dónde son, de donde provienen, cuál es su familia, etc.; e incluso, hoy día, indagamos en las redes sociales. Lo mismo ocurre con Jesús de Nazaret, sus contemporáneos quería conocer su origen; y también quería conocerlo aquellos que escuchaban por primera vez el anuncio del evangelio. Para conocer, algo acerca del origen o la procedencia de Jesús y de su infancia, hemos de acercarnos a los evangelios de Lucas y de Mateo, pues únicamente, ellos nos relatan, aunque de manera muy breve, la infancia de Jesús. Eso sí, entre ellos podemos encontrar algunas diferencias notables. En el relato que nos ofrece Lucas, la protagonista del mismo es María; en la narración de Mateo, por su parte, el protagonista es José; además, el primero nos da a entender que la familia de Jesús procede de Nazareth, mientras que para el segundo el origen de la familia de Jesús se encentra en Belén, la ciudad del rey David.

Mateo nos está presentando la importancia que tenía para su comunidad la ligazón existente entre Jesús, hijo de José, y la descendencia de David, de aquí que destaque el lugar de su nacimiento: Belén, la ciudad en la que también nació el Rey David. Pero además, el autor de este evangelio nos presenta una estrecha relación entre la infancia de Jesús y las profecías del Antiguo Testamento, pues su comunidad estaba mayoritariamente compuestas por cristianos procedentes del judaísmo, que han descubierto en Jesús de Nazaret al Mesías enviado por Dios.

Pero, además, Mateo nos muestra cómo la concepción de Jesús no es obra de la intervención humana, sino de la gracia del Espíritu Santo. Los padres de Jesús en el momento de su concepción no habían mantenido relaciones íntimas, recordemos que no estaban casados, únicamente estaban desposados; es decir, prometidos a la espera de que se celebrará la boda. Eso sí, José reconoce a Jesús legalmente como hijo.

Cabe destacar la importancia del nombre del niño: Jesús. Es la helenización del nombre hebreo Yeshua, que significa Yahveh es salvación. El cual es un resumen perfecto de su programa de vida. Él ha venido para salvar a la humanidad. Pero no es una salvación de tipo social o política; sobre todo vino a salvar a los seres humanos del pecado y de la muerte, aunque todo esto pueda tener sus repercusiones sociales y relacionales.

Muy posiblemente, la comunidad de Mateo se está preguntando, ¿quién es realmente Jesús de Nazaret? Es más, es probable que algunos judíos preguntará a estos cristianos convertidos, si verdaderamente Él era el Mesías que estaba esperando el Pueblo elegido. Mateo responde con esta narración de la infancia que hoy nos presenta la liturgia y con la genealogía previa que podemos encontrar en su evangelio. Jesús proviene de la estirpe del rey David y nació en la misma ciudad que David, aunque, debido a circunstancias externas a su persona, tuviera que pasar su infancia en Nazaret.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?
  • La comunidad de Mateo y los propios judíos se preguntan, ¿Quién es Jesús? ¿Qué responderías tú a esta cuestión? Y sobre todo, ¿quién es Jesús para ti?
  • Para responder a las preguntas anteriores, es importante también que te preguntes: ¿Conozco verdaderamente a Jesús de Nazaret? No sólo si tienes información sobre él, posiblemente mucha. Sino, si verdaderamente tienes una relación vital y una experiencia con Jesús.
  • José acepta sin condiciones la voluntad de Dios, acoge a María y al Niño. ¿Cómo acoges tú la voluntad de Dios? ¿Estás atento a su Palabra? ¿La recibes sin condiciones? ¿Intentas ponerla por obra?
  • ¿Qué mensaje transmites a los demás sobre Jesús? ¿Lo comunicas como Salvación de Dios? ¿Cómo aquel que vino a librarnos del pecado y de la muerte?
  • Mateo quiere destacar la importancia del origen de Jesús. ¿Eres consciente de la importancia de ir a tus raíces y desde aquí, teniendo bien plantado los pies en el presente, proyectarte al futuro?

VIDA – ORACIÓN

  • Intenta prepararte a la Navidad durante este tiempo de Adviento desde la admiración y acogida del Misterio del Nacimiento de Jesús.
  • Pide al Padre la gracia de poder ver a Jesús en los pequeños acontecimientos de la vida.
  • Ofrece tu vida entera a Dios y dale gracias por poder conocer tu origen, por poder volver a tu raíces, para desde allí poder impulsarte hacia el futuro.
  • Adora a Dios por el gran acontecimiento de la Encarnación.

PREPARAD EL CAMINO… ALLANAD EL SENDERO – LECTIO DIVINA DEL EVANGELIO DEL II DOMINGO DE ADVIENTO (CICLO A)

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Mt 3,1-12

Con un genérico y vago por aquellos días, comienza Mateo su relato. No existe ninguna conexión cronológica con lo precedente. Aunque es muy probable que el autor nos quiera hacer comprender que aquello que nos está narrando verdaderamente es parte de la historia. Es muy probable que sea parte de tu historia y de la mía.

El primer personaje que aparece en esta sección, llamada del anuncio del Reino, es Juan: apareció Juan ¿No te da una cierta sensación de inmediatez, de instantaneidad, como cuando plasmas un paisaje en una fotografía? Apareció, casi como por arte de magia. Nada tiene que ver con lo anteriormente narrado. Nada parece haber provocado la aparición de este personaje. Simple y llanamente ocurre porque Dios quiere hacerse presente en la vida de los seres humanos y quiere hacerlo en esos días. Quiere hacerlo, también en estos días, en este instante que estamos viviendo, en este momento concreto. Hoy Dios quiere hacerse presencia en tu vida.

Juan comienza a predicar el Reinado de Dios en el desierto.Éste es el lugar de la manifestación de Dios, del encuentro con Dios en toda la tradición bíblica. Sin embargo, ¿para qué predicar en un lugar donde no hay gente? Juan grita. Y grita para convocar a la gente en el desierto. Posiblemente ese sea el lugar en el que debemos prepararnos para la acogida de la Palabra antes de lanzarnos a predicar. Lugar de encuentro con nosotros mismos, lugar de encuentro con Dios, con los demás en el silencio y la escucha. Allí en el desierto Juan invita a la conversión: a cambiar nuestra perspectiva, nuestra manera de ver las cosas, a enfocarnos en lo que verdaderamente es importante, a crecer como humanos y como cristianos.

El vestido de Juan nos recuerda el del profeta Elías: «Era un hombre velludo y con una correa de cuero ceñida a la cintura» (2Re 1,8). Su alimento el de los nómadas. Va ligero de equipaje. Se ha desprendido de todo lo superfluo, de todo aquello que le impide crecer como persona y crecer como aquel que precede al Mesías, de quien es anunciador.

Acuden hasta él desde todos los lugares: Jerusalén, Judea y el territorio adyacente del Jordán. ¿A cuánta gente podemos llegar nosotros para anunciar el Reino? Aquella voz que gritaba en el desierto se ha hecho oír lejos y convoca de verdad a todos. Cuando llegan donde Juan se arrepienten de sus pecados, se arrepienten de no haber afrontado sus debilidades, de no haber luchado contra todo aquello que les impedía mejorar, y se hacen bautizar. Lo cual nos lleva a que el anuncio debe conducirnos a examinar nuestra vida para ver en qué áreas podemos mejorar, para ponernos manos a la obra con acciones que nos acerquen más a Dios y a los hermanos.

Hasta ahora todo parecía ir bien, sin embargo, a un cierto momento, el tono de la predicación de Juan cambia radicalmente: «Raza de víboras». Al igual que Elías, Juan hace resonar su voz como el trueno. Fariseos, que quieren aparecer como justos ante los demás, pero que en realidad son parecidos a los sepulcros blanqueados, es decir hipócritas que predican una cosa, pero luego hacen otra, y que además pretenden ser más que los demás. Saduceos, símbolos del poder, que están siempre dispuestos a cualquier pacto, con tal de mantener su estatus. Nosotros, de alguna manera, hemos de estar en continua conversión.

Ya no es momento de ambigüedad. La Palabra de Dios nos lleva a la claridad y a la verdad. Es necesario que demos frutos concretos de conversión y no confiar en falsas seguridades. Decir que somos hijos de Abraham o cualquier otra escusa, ya no sirve. Es el momento de acoger la Palabra, de rumiarla y decidirse a favor o en contra de ella.

Pero es el momento, también, de presentar al verdadero Mesías, que nos es Juan, sino Jesús de Nazaret. Aquel que bautizará con Espíritu Santo y fuego.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • Proclamando en el Desierto de Judea. En muchas ocasiones, el lugar de la manifestación de Dios es el desierto: ¿Dónde se encuentra tu desierto? ¿Estás dispuesto a ir al desierto?
  • Todos nosotros somos, de alguna manera, en nuestra vida cotidiana, voz que clama en el desierto: ¿Quién es el objeto de tu predicación?
  • El hilo de oro que atraviesa toda la predicación de Juan podríamos decir que es la conversión. ¿qué significa para ti esta palabra? ¿qué es necesario cambiar en tu vida para poder preparar el camino del Señor?
  • Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. ¿Estás preparado para la venida del Señor? ¿Estás dispuesto a acoger su bautismo?

VIDA – ORACIÓN

  • Pide al Padre que te dé un verdadero espíritu de conversión y fuerzas para hacer cambios significativos en tu vida.
  • Recuerda las veces que has ido con Él al desierto y dale gracias por todo aquello que te ha regalado allí.
  • Pide que te de fuerzas para seguir llevando el evangelio a todas las personas y lugares.
  • Intercede por la «raza de víboras» que puedas encontrarte en tu camino.
  • Da gracias porque, por medio del Espíritu Santo, Él pone las palabras necesarias en tu boca para que puedas dar testimonio.
  • Deja que Él te bautice con Espíritu Santo y fuego, acógelo en tu corazón.

¿Para qué tanta majestuosidad y grandeza? – Lectio Divina Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario – Ciclo C

VERDAD – LECTURA

Evangelio Lc 21, 5-19

Nos encontramos junto a Jesús, unos días antes de su pasión, muerte y resurrección, en el atrio del Templo de Jerusalén. Aquel que reconstruyó Zorobabel en el 515 a. C., a su vez reconstruido y ampliado por Herodes.

Jesús se dirige a algunos que admiraban su majestuosidad y belleza, con un lenguaje un poco extraño, con un género literario llamado apocalíptico.

Este género era especialmente popular en los inicios del cristianismo. En el cual, se nos presenta el final de los tiempos de una manera particular: eventos catastróficos, acontecimientos destructivos, peligros que acechan, caos, etc.

Como cualquier otro pasaje de la Sagrada Escritura no hemos de tomarlo al pie de la letra, ni hacer una lectura fundamentalista del mismo (recuerda lo que dice acerca de esto el interesante documento de la Pontifica Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia).

Lo más importante, es descubrir el mensaje que Jesús quería transmitir a sus contemporáneos y el mensaje que nosotros debemos acoger para caminar por la vida como verdaderos discípulos suyos.

Jesús quiere llamar la atención de los que lo escuchan, acerca de la caducidad de las cosas materiales; por eso no hemos de poner en ellas nuestras esperanzas, nuestros anhelos, nuestros sueños. En una época como la nuestra, más si cabe, en la que todo tiene fecha de caducidad, no podemos poner nuestra seguridad en ninguna de estas cosas.

A continuación, Jesús refiere una serie de signos que acompañarán la llegada del fin de los tiempos. Su pretensión no es la de ofrecer, como si fuera un adivino, las señales concretas e inequívocas que se harán presente dicho final; más bien, lo que Él pretende es invitarnos a la vigilancia, a la perseverancia, a estar alerta; y prepararnos para cuando lleguen los momentos difíciles, que vendrán. En esos momentos, no hemos de tener miedo. Lo más importante, es que estemos preparados siempre para dar testimonio del Reino de Dios, de la misericordia del Padre, del amor del Hijo y del consuelo del Espíritu Santo.

Y, la gran pregunta, que se hicieron los contemporáneos de Jesús y que seguramente nos hacemos muchos de nosotros. ¿Cuándo va a ser eso? La verdad, es que no debería importarnos. Lo más importante, no es el cuándo, sino el cómo. ¿Cómo afrontamos nosotros esa situación? Ante todo, viviendo el presente, viviendo el hoy, nuestro día a día; y ahí perseverar, permanecer fieles y mantenernos firmes en nuestra escala de valores, que no es otra que la del evangelio; lo cual, nos hará inmensamente felices, porque seremos coherentes con lo que pensamos y vivimos. Y, además, nos conducirá a la salvación.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• ¿Cuál es tu actitud ante las cosas materiales? ¿Dónde tienes puesto el corazón? ¿Por qué cosas te dejas llevar?

• ¿Qué puesto ocupa Jesús y los valores del evangelio en tu vida? ¿Cómo se transparente eso en tu día a día?

• ¿Cómo afrontas los momentos de dificultad que la vida te depara?

• ¿Cómo acoges la invitación de Jesús a la perseverancia, a la vigilancia, a ser fiel al evangelio?

VIDA – ORACIÓN

  • Bendice y alaba al Padre por su infinita misericordia y por la inmensa bondad de todas sus acciones.
  • Da gracias a Jesús por mostrarte el camino de la verdadera felicidad.
  • Pide al Espíritu Santo la fuerza, la perseverancia y la atención necesarias para afrontar las situaciones de dificultad desde las actitudes propias de un discípulo de Jesús.

“Un Dios de vivos” – Lectio Divina Domingo XXXII del Tiempo Ordinario – Ciclo C

VERDAD – LECTURA

Evangelio Lc 20,27-38

Nos encontramos en la sección en la que el autor del evangelio de Lucas nos va narrando la predicación de Jesús en Jerusalén, que abarca desde el final del capítulo 19 hasta el capítulo 21. Justo en el capítulo 20, con el que hoy oramos, se recogen diversos enfrentamientos de Jesús: sumos sacerdotes, maestros de la ley, ancianos, saduceos…

El tema central del evangelio de este domingo es el tema de la resurrección, a partir de una pregunta que realizan los saduceos a Jesús.

El texto podemos dividirlo en tres partes: a) pregunta de los saduceos (versículos 27-33); b) respuesta de Jesús a los mismos (versículos 34-38); c) versículos finales (vv. 39-40) en los que intervienen unos maestros de la ley, probablemente fariseos, dando la razón a Jesús; que no aparece en el texto litúrgico.

Los protagonistas de la primera parte son  los saduceos, que aparecen por primera vez en este evangelio. Los integrantes de este grupo son descendientes del sumo sacerdote Sadoq y pertenecen a la clase alta de la sociedad judía y eran colaboracionistas con el poder romano. Negaban la inmortalidad del alma y la resurrección, además de la existencia de los espíritus o los ángeles, tal como apunta el texto.

Éstos se dirigen a Jesús como maestro, aunque este apelativo esconde una cierta maldad. Le dirigen una pregunta que tenía que ver con la llamada ley del levirato, que se recoge en algunos de los libros del Antiguo Testamento, y que determinaba que cuando un varón moría sin descendencia, uno de sus hermanos debía casarse con la viuda para proporcionar sucesión a su pariente y perpetuar su estirpe. La cuestión es un poco paradójica y exagerada, pues se van sucediendo hasta siete hermanos, que se casan con la misma mujer, y lo que le interesa a los saduceos es únicamente quien de los distintos maridos se quedará con ella, imaginando que la vida futura es exactamente igual que la actual.

La respuesta de Jesús, leyendo los corazones de ellos, no es directa, sino que hace como una especie de comparación entre esta vida presente y la vida futura, afirmando que una y otra no tienen semejanza alguna, pues sólo en esta vida los hombres y mujeres se casan. Los que lleguen a disfrutar de la vida eterna no contraen matrimonio. Y además asemeja esa vida con la vida de los ángeles y que están cercanos a Dios.

Para fundamentar todo este pensamiento, Jesús se basa en la Escritura, citando un texto de la Torá, concretamente del libro del Éxodo. Afirmando además, que Dios es un Dios de vivos y no de muertos.

El texto del evangelio, aunque no el de la liturgia de hoy, continúa con la respuesta admirada de algunos maestros de la ley. Los cuales no coincidían con las ideas de los saduceos con respecto a la resurrección. Y ya no se atrevieron a seguir preguntando.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• ¿Cómo resuena en ti la frase. “No es Dios de muertos, sino de vivos”?

• ¿Crees verdaderamente en la resurrección de los muertos? ¿Estás convencido de ello o tu creencia en la misma está influenciada por otras creencias no cristianas, como puede ser la reencarnación?

• Jesús vino para ofrecer y regalar la salvación a toda la humanidad y por tanto otórganos la felicidad plena, ¿crees que esta felicidad plena la alcanzaremos en la vida eterna, aunque el Reino hemos de irlo construyendo ya aquí en esta vida?

VIDA – ORACIÓN

Salmo 42

2Como la cierva busca corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; 3mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿cuándo podré ir a ver el rostro del Señor?

4Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, y a lo largo del día me repiten: «¿Dónde está tu Dios?».

5Quiero recordar aquello y desahogar mi alma; cuando entraba en la casa de Dios como en cortejo noble, al son de gritos de alegría y dando gracias entre la multitud en fiesta.

6¿Por qué te afliges, alma mía, por qué te quejas? Espera en Dios, que aún he de alabarlo, salud de mi rostro, Dios mío.

7Mi alma en mi interior se aflige, por eso te recuerdo desde la región del Jordán, desde el Hermón y el monte de Misar.

8Un abismo llama a otro abismo al fragor de tus cascadas; todas tus olas y tus crestas pasaron sobre mí.

9Señor, ejerce de día tu misericordia, y de noche te cantaré un cantar, una oración al Dios de mi vida.

10Quiero decir a Dios, mi roca: «¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué he de andar triste, bajo la opresión de mi enemigo?».

“Hoy tengo que hospedarme en tu casa” – Lectio Divina Domingo XXXI del Tiempo Ordinario – Ciclo C

VERDAD – LECTURA

Evangelio Lc 19, 1-10

Nos adentramos hoy en el capítulo 19 del evangelio de Lucas. Anteriormente, este autor nos ha ido exponiendo las actitudes básicas que debería tener alguien que quiere seguir a Jesús. Dichas actitudes: humildad, pequeñez, asombro, gratuidad, agradecimiento, etc., las recoge ahora Zaqueo, para poder encontrarse con Jesús de Nazaret a pesar de ser un pecador público.

La intención, el objetivo, la finalidad de Zaqueo no es otra que la de encontrarse con Jesús: quiere verlo, quiere saber quién es, quiere conocerlo.

A pesar de tener una posición de prestigio, a pesar de poseer innumerables bienes, a pesar de tener su vida resuelta, hay algo que le inquieta, algo le remueve por dentro: Zaqueo no es plenamente feliz.

Para alcanzar esa plenitud, es capaz de hacer cualquier cosa. No le importa el qué dirán, no le importa superar obstáculos, no le importa hacer frente a dificultades: quiere ver al Maestro.

Para ello, pone en marcha todos los medios a su alcance. Era pequeño de estatura. El gentío no le deja ver a Jesús. ¡Qué más da! Corre, se sube a un árbol, y allí es donde le sorprende Jesús.

Zaqueo ha hecho un gran esfuerzo por conseguir su objetivo, no se ha amedrentado. Y esa valentía por su parte, se ve recompensada: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me hospede en tu casa». Rápidamente bajó del árbol y recibió a Jesús en su casa muy contento.

¿Qué diálogo mantuvo Jesús con Zaqueo? No lo sabemos. Pero la palabra de Jesús le tocó el corazón, le impulsó al cambio, le llevó a la conversión, no ocurrió así con los que murmuraban. No importa lo que Zaqueo hubiera hecho hasta ahora. Acogió la palabra de Jesús y comenzó para él una vida nueva. Era el momento de poner en práctica las palabras escuchadas al Maestro. Ya no le importan los bienes, ni la riqueza, ni la abundancia material; ha encontrado la plenitud. Por eso, se convierte en una persona generosa, desprendida, agradecida. Repartirá sus bienes con quienes más lo necesitan y al que haya defraudado le restituirá cuatro veces más.

Zaqueo ha encontrado la salvación. El encuentro con Jesús le colmará de felicidad, llenará su vida para siempre, pero antes ha tenido que desprenderse de la carga que llevaba.

Jesús nos busca, Jesús te busca, busca a todos y cada uno de nosotros; nos está esperando en el camino. Pero, no podemos quedarnos inmóviles, estáticos, paralizados; hemos de salir al encuentro de Jesús, y para ello es posible que debamos desprendernos de alguna carga; hemos de vencer los obstáculos que aparezcan en nuestro recorrido; hemos de apropiarnos de las actitudes que harán que nuestro encuentro con el Maestro sea más satisfactorio. Y, sobre todo, hemos de mantener nuestro foco fijo en el objetivo que nos hemos marcado: encontrarnos con Jesús, para que él colme nuestra vida con la felicidad plena.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• ¿Tienes un deseo fuerte de encontrarte con Jesús? ¿Cultivas las actitudes necesarias para ello?

• ¿Qué estás dispuesto a hacer para salir a encontrarte con Jesús?

• ¿Estás dispuesto a “poner toda la carne en el asador” para que ese encuentro sea fructífero?

• ¿Estás dispuesto a convertirte, y a dejarte modelar por el Espíritu Santo, para alcanzar la felicidad plena? ¿Qué acciones estás dipuesto a emprender?

VIDA – ORACIÓN

  • Bendito y alabado seas Padre por visitar cada día mi casa.
  • Gracias, Jesús, por salir a mi encuentro en el camino de la vida.
  • Dame fuerzas Espíritu Santo para ponerme en camino, sin importarme los obstáculos.

“No te canses nunca” – Lectio Divina Domingo XXIX del Tiempo Ordinario – Ciclo C

VERDAD – LECTURA

Evangelio Lc 18,1-8

En el relato evangélico que la liturgia de este domingo nos ofrece, Jesús nos presenta una parábola en la que quiere enseñarnos que es necesario orar siempre, sin desfallecer.

El tema de la oración constante aparece en varias ocasiones en la Nuevo Testamento, sobre todo en las cartas de Pablo (véase por ej.: Ef 6,8). Por lo que podemos decir que, muy posiblemente, era una de las preocupaciones de las primeras comunidades cristianas.

Para ilustrar este tema, Jesús cuenta a sus discípulos una parábola, en la que nos encontramos con dos personajes: un juez que ni temía a Dios ni le importaban las personas y una viuda, que en ningún momento desiste en defender sus derechos delante de aquel.

Gracias a la insistencia de la viuda y para evitar que lo continuara molestando, el juez accedió a su petición. Jesús aplica esta narración a nuestra vida cotidiana y más concretamente a nuestra vida de oración. La vida de oración que no es otra cosa sino la manera en la que nosotros entramos en relación directa con Dios, la forma en la que nos comunicamos con Dios. Y de ahí la insistencia de orar siempre, de estar en continua comunicación con Dios. Ahora bien, para entender bien esto, es necesario que tengamos en cuenta que la oración no es únicamente la repetición de fórmulas preestablecidas o la realización de una serie de ritos, que también. De la misma manera que no es necesario que estemos presentes físicamente o hablamos directamente para entrar en comunicación con nuestros seres queridos, de la misma manera no es necesario estar constantemente hablando con Dios para entrar en comunicación con Él. Muchas veces, basta un gesto, una mirada, un pensamiento, un recuerdo.

Pues a eso nos invita Jesús en esta parábola. A estar en continua comunicación con Dios, a estar en continua relación con El Padre, a estar continuamente vinculados a Él.

Pero a demás a que no desesperemos o nos desanimemos, cuando creamos que Dios no nos hace caso. No pensemos que Dios no nos escucha, el nos escucha siempre. En el tiempo de Jesús, como en el nuestro, el ser humano había desarrollado una característica, que si cabe hoy día está más agudizada, la impaciencia, la inmediatez, la urgencia. Hoy día todo lo podemos conseguir a un golpe de “click” e inmediatamente. Y la manera de actuar de Dios no se rige por la inmediatez; y no soy yo quien para enmendarle la plana. La manera de actuar de Dios se basa en lo necesario, en lo indispensable, en lo verdaderamente importante; y muchas veces nada de esto tiene que ver con lo inmediato. En más de una ocasión, de todo esto nos damos cuenta a posteriori.

De ahí la invitación de Jesús para no cansarnos de estar en continua comunicación, en continua relación con el Padre. Porque desde ahí encontraremos la respuesta a nuestras inquietudes, aspiraciones, a nuestros sueños. Porque ora no es sólo pedir, orar es confiar, es esperar, es fiarse, es abandonarse, es ilusionarse, es dar gracias. Orar es ir buscando el plan de Dios en mi vida, el proyecto de felicidad que Él tiene preparado para mí, el propósito que yo tengo en la vida acorde y coherente con mi vida de creyente.

No desistas, no te desanimes, no arrojes la toalla, cuando las cosas no salen como tú quieres, mantente en continua comunicación, relación, en continua unión con Dios y te digo que Él te “hará justicia sin tardar”. Él nos escucha siempre.

Ahora bien, la pregunta, continúa en el aire: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?, ¿encontrará personas que confíen y se fíen totalmente de Dios?, ¿encontrará personas que vivan su vida con esperanza? La respuesta esta en nuestras manos, en nuestro corazón.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• Tómale el pulso a tu vida de oración. ¿Qué significa para ti orar? ¿dedicas tiempo en tu vida diaria para entrar en comunicación con Dios, para relacionarte con Él?, ¿de qué manera lo haces?, ¿oras con confianza, con fe, con esperanza?

• ¿Te desesperas, te desanimas, cuando crees que Dios no te escucha? ¿Cómo vives tu relación con Dios? ¿Desde la inmediatez, desde la impaciencia o desde la confianza y la esperanza?

• ¿Busco en mi vida lo verdaderamente importante (Buscad, primero el Reino de Dios y lo demás se os dará por añadidura)?

• ¿Qué acciones puedo emprender para estar en continua comunicación, en continua relación con Dios?

VIDA – ORACIÓN

  • Bendice al Padre por todos los regalos que cada día te ofrece.
  • Da gracias a Jesús por enseñarte el verdadero sentido de la oración y la manera en la que tenemos que relacionarnos con el Padre.
  • Pide al Espíritu Santo el don de la paciencia, el arte del estar, del esperar, de confiar.

“Es de bien nacidos el ser agradecidos” Lectio Divina Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario – Ciclo C

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Lc 17,11-19

Continuamos acompañando a Jesús y sus discípulos en su camino hacia Jerusalén. Nos encontramos en el camino que pasa entre Samaría y Galilea. Samaría nación de origen judío pero cuyos habitantes, durante la invasión y posterior exilio a Asiria se casaron con extranjeros, y fruto de esta mezcla resultó que conservaron muchas de sus costumbres extranjeras, por todo ello no eran bien vistos por los judíos. Y Galilea, región compuesta sobre todo por población de origen helenístico (griego) y que no compartían la religión judía, por eso eran considerados como paganos, no creyentes en el Dios de Israel.

Pues bien, en una aldea sin nombre, en ese camino entre Samaría y Galilea, nos sitúa el relato con el que hoy vamos a orar. Allí le salen al encuentro a Jesús diez leprosos. El leproso una persona que, a causa de su enfermedad es considerado impuro; es decir, excluido de la sociedad, de la relación con los demás y de la participación en el culto de su pueblo; una persona marginada, abandonada, apartada. Para hacernos una idea de ello, veamos que es lo que nos dice el libro del Levítico: “Aquel que se vea afectado por la lepra llevará los vestidos rasgados, se cubrirá hasta la nariz e irá despeinado gritando: ¡Impuro! ¡Impuro! Todo el tiempo que dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada” (Lev 13,45s).

Por eso, los leprosos salen al encuentro de Jesús, pero no se acercan a él, desde lejos le gritan: “Jesús Maestro, ten compasión de nosotros”. Llaman a Jesús por su nombre, ya le han acogido en su corazón por medio de la fe, ya le han reconocido en lo más profundo de su ser como el Mesías, el Salvador del mundo, el Hijo de Dios, que todo lo puede. Y le han acogido y reconocido, desde la humildad, desde la pequeñez, desde la indigencia, como Dios bondadoso, misericordioso, cercano, que quiere entrar en relación con el ser humano y se interesa por los problemas, las dificultades y las miserias de éste. Pero no solo eso, si no que además quiere ayudarlos a superar todo eso.

Los leprosos quieren ser curados para poder volver a comunicarse con los demás, para poder reinsertase en la sociedad, para poder relacionarse nuevamente con Dios, aunque este no se haya apartado en ningún momento de sus vidas.

A igual que ellos, tampoco Jesús se acerca. Desde lejos, les ordena que se presenten al sacerdote. Lo cual, les va a reintegrar a la vida social de su pueblo y a la vida de su comunidad religiosa (Lv 14, 1-32). Ellos tienen fe en la curación. Y, he aquí que cuando van de camino, son curados.

Sin embargo, en el relato se nos llama la atención acerca de que lo más importante no es cumplir ni con el rito, ni con lo prescrito, ni con la norma. Lo más importante es dar gracias por el regalo de la curación. Sí, porque es un regalo, ellos no han hecho nada para merecerla. Sin embargo, ninguno se vuelve para dar gracias a Jesús, aunque le hubieran reconocido en un principio como Mesías. Solamente, un samaritano, un excluido, no sólo por la lepra, sino por su condición étnica, por sus creencias religiosas, es quien se vuelve alabando a Dios y dando gracias a Jesús.

Jesús no tenía ninguna obligación de curarlos; Dios no tiene ninguna obligación de hacernos los regalos que a diario nos hace. ¡Cuántas y cuántas veces Dios sale a nuestro encuentro! ¡Cuántas y cuántas veces Dios responde a nuestras peticiones! ¡Cuántas y cuantas veces Dios nos apoya, nos sostiene, nos ayuda! Y todo sin esperar nada a cambio.

Dice el refranero español que es de bien nacidos el ser agradecidos. ¿Lo somos con Dios?

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?
  • Seguramente no tienes lepra, pero sí que tienes alguna enfermedad, alguna dificultad, algún problema, algún aprieto. Ponle hoy, en la oración, en las manos de Jesús, con la misma familiaridad y confianza como lo hicieron aquellos diez leprosos; grítale a Jesús si es necesario, si sientes la necesidad, pero hazlo con esperanza, con fe. Recuerda que Dios es misericordioso, bondadoso y Padre.
  • Para que Jesús cure tu “lepra” es imprescindible que sepas reconocerla, que la asumas y que quieras hacerle frente, ¿estas dispuesto a abandonarte en las manos de Jesús, a levantarte y a emprender el camino que te conduce a la salvación?
  • No sólo tienes que ser consciente de tus “lepras”, si no que tienes que estar atento a las dificultades, obstáculos, debilidades, problemas de los demás, sobre todo para no excluirlos, pero también para tenderles una mano amiga. ¿Estás dispuesto?
  • ¿Eres agradecido con Dios, con tu familia, con tus amigos, con los demás?

VIDA – ORACIÓN

Hoy, te invito simplemente, a que te hagas consciente de tus debilidades, de tus dificultades, de todo aquello que te pide avanzar para ser discípulo de Jesús. Preséntaselo y pídele que te ayude a superarlo. Y no te olvides de dar gracias a Dios por todos los regalos que a diario te hace, si que hagas nada por merecerlo.

Seguir a Jesús: Pararse, analizar, priorizar y actuar. Lectio Divina Domingo XXIII del Tiempo Ordinario – Ciclo C

VERDAD – LECTURA

Evangelio Lc 14,25-33

En aquel tiempo, nos dice la liturgia del día de hoy, mucha gente acompañaba a Jesús. También hoy muchos acompañamos a Jesús, o nos decimos seguidores suyos. Pero, ¿verdaderamente estamos en el camino del seguimiento de Jesús? ¿Verdaderamente hemos entendido el significado de ser discípulo de Jesús? No quiero agobiarte ahora con preguntas. Eso será más tarde, en la segunda parte de nuestra lectio, pero me gustaría que tomaras conciencia del significado que puede tener seguir a Jesús y las consecuencias para tu vida.

No creo, como en muchas ocasiones se ha expresado, que Jesús en este fragmento del evangelio nos está invitando a odiar, despreciar o menospreciar a nuestros padres o a nuestra familia. Eso sería inconcebible. Jesús no nos está pidiendo eso, Dios no nos pide eso. ¿Cómo podría un Padre Misericordioso pedirnos eso? Ahora bien, lo que Jesús sí quiere decirnos es que caigamos en la cuenta de cuál es nuestro orden de prioridades, cuáles son nuestros intereses, cuál es nuestra escala de valores y, sobre todo, ¿qué escusas nos ponemos para no ser fieles en el seguimiento de Jesús?

El seguimiento de Jesús conlleva renuncias, dificultades, obstáculos, esfuerzo… como cualquier otra elección que hagamos en la vida. Decidirnos en este momento a practicar algún deporte, por ejemplo, entrañará para nosotros disciplina, compromiso, esfuerzo, priorizar actividades, etc. Pues lo mismo ocurre con nuestro camino de seguimiento.

Es más cuando uno va a comenzar alguna actividad, algún proyecto, alguna tarea, lo primero que hace es sentarse tranquilamente a planificar, estudiar sus posibilidades, ver las dificultades con las que puede encontrarse, etc. En desarrollo personal, diríamos, que es el momento realizar un análisis FARO (herramienta desarrollada por María Francisca Utard): clarificar nuestras Fortalezas, verificar nuestras Áreas de mejora, analizar los Retos que se nos avecinan y percatarnos las Oportunidades que se nos pueden presentar. Para más información te remito a:

https://www.estrategiaynegocios.net/empresasymanagement/1256633-330/cambiar-el-foda-por-el-faro-le-ayuda-a-orientar-mejor-las

Jesús nos invita, en este preciso instante, a que nos paremos por un momento, y clarifiquemos qué queremos en nuestra vida de cristianos. Es muy posible que la meta la tengamos clara: el seguimiento de Jesús. Muy bien. La cuestión ahora está en si te has parado por un momento y te has dado cuenta del significado que eso tiene. ¿Qué estás dispuesto a hacer? ¿Sabes que tendrás que priorizar algunas cosas y renunciar a otra? (como en cualquier elección que hagamos en la vida) ¿Has medido tus fuerzas? ¿Cómo harás frente a los retos que tienes por delante?

Jesús nos invita a que analicemos todo esto; y una vez que, hemos decidido que sí, que vamos a seguirle con todas las consecuencias, ponernos manos a la obra, pasar a la acción y colocar en el centro de nuestra vida a Jesús, nuestro Maestro, dejándonos transformar por el Espíritu: asumiendo, acogiendo y haciendo nuestras las actitudes de Jesús. Siendo un reflejo del amor de Dios para todos aquellos que se crucen en nuestro camino. Es sobre todo un camino de plenitud, un camino de satisfacción personal, de crecimiento y desarrollo pleno.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• ¿Qué significa para ti seguir a Jesús? ¿Cómo contrasta este significado con las palabras del evangelio?

• ¿Cuál es el orden de tus prioridades? ¿A qué estás dispuesto a renunciar por seguir a Jesús? Vuelve a las preguntas con las que nos encontrábamos más arriba y respóndelas delante de Jesús.

• Realiza un análisis FARO de tu vida cristiana cuando vayas a la oración.

VIDA – ORACIÓN

Da gracias al Padre por haberte llamado al camino del seguimiento de Jesús, por haberte llamado a una vida más plena.

Pide a Jesús que te ayude en este camino de transformación y al Espíritu Santo que te ilumine para saber apreciar los recursos que Dios va poniendo en tu camino de seguimiento.

Comprométete a priorizar los valores del evangelio y ponerlos en práctica en tu vida, aprovechando precisamente esos recursos que Dios pone a tu alcance.

«HE VENIDO A TRAER FUEGO» – LECTIO DIVINA DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

VERDAD – LECTURA

Evangelio Lc 12,49-53

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:  49«He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo ya que arda! 50Tengo que recibir un bautismo de dolores, y estoy angustiado hasta que se realice. 51¿Creéis que he venido a traer la paz al mundo? Os digo que no, sino división. 52Pues en adelante estarán divididos cinco en una casa, tres contra dos y dos contra tres. 53Estará dividido el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.».

Un evangelio duro y, en cierta medida, incomprensible, el que hoy nos ofrece la liturgia de este domingo. Este pasaje hay que enmarcarlo, como los fragmentos de domingos precedentes, dentro de ese gran discurso, o más bien de esa extensa enseñanza que Jesús está ofreciendo a sus discípulos camino de Jerusalén. Él se está encaminando voluntariamente hacia su pasión y muerte, sabiendo bien, que ese no será el final; sino que el final será la resurrección. Durante ese largo recorrido, subiendo a Jerusalén, Jesús va ofreciendo a sus discípulos diversas instrucciones: cómo tienen que comportase  con los demás, cómo tienen que orar, el testimonio que han de dar acerca de él y del Reino, la confianza que han de tener en la providencia, la fidelidad, etc.

En estos pocos versículos, con los que estamos orando hoy, Jesús es consciente, y quiere que nosotros también lo seamos, de que su mensaje puede traer conflictos y divisiones entre aquellos que lo acogen y sobre todo, puede generar rechazo por parte de aquellos que no lo entiende o no quieran acogerlo.

Por medio de dos comparaciones, Jesús nos presenta su misión: el fuego y el bautismo. Ambas son bien conocidas por la mentalidad judía de la época, pues se utilizaban con frecuencia para referirse a las adversidades que tendría que sufrir el mundo con la última venida de Dios. Está utilizando pues, un lenguaje escatológico; o sea, un lenguaje figurado para referirse al final de los tiempo y que por lo tanto no debe tomarse al pie de la letra.

Jesús ha venido a encender fuego en la tierra. Es decir pasión, entusiasmo, fervor, ganas de que el amor y la misericordia de Dios sea conocida por toda la humanidad y todos seamos capaces de acoger la buena noticia del evangelio. Ahora bien, ese fuego no dejará a nadie indiferente. Puede ser acogido o rechazado.

De la imagen del fuego pasamos a la del bautismo, comparando éste con su muerte. Los que reciben el bautismo son sumergidos en agua para renacer a una vida nueva. También para Jesús su pasión y muerte será un renacer a una nueva vida: la de la resurrección; y con todo ello ofrecernos a nosotros también una vida nueva, la vida nueva del Reino. Esto, desde un punto de vista humano, a Jesús le produce angustia; aunque, cuando llegue el momento culminante, cuando tenga que enfrentarse a esa muerte que genera vida, lo hará con coherencia y sin dudarlo.

Y a continuación, como decíamos con anterioridad, Jesús quiere que caigamos en la cuenta de que su mensaje traerá contradicción, división, incluso enfrentamiento entre aquellos que lo acojan con fidelidad y aquellos que lo rechacen.

En infinidad de ocasiones, el mensaje del evangelio choca con el mensaje del mundo, la escala de valores que tenemos los cristianos no tiene nada que ver con aquella que defiende el mundo. Y muchas veces esos conflictos se dan incluso entre nuestros propios familiares, entre nuestros amigo, entre las personas con las que nos relacionamos a diario, sobre todo si ejercemos nuestra misión de anuncio desde el profetismo, es decir denunciando la injusticia, los abusos, los atropellos o la arbitrariedad.

Por lo tanto, hemos de estar atentos y ser conscientes de las consecuencias que, nuestra pasión por el anuncio del evangelio, pueden producir en nuestras vidas. Pero, además, creo  que no debemos olvidar, tal como hacía en el evangelio del domingo pasado, que Jesús nos llama siempre a la fidelidad, a la valentía, a la coherencia y a la perseverancia en la extensión del Reino.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• Tómale el pulso a tu pasión por el anuncio del evangelio, por la extensión del Reino de Dios, ¿es fuego en tus entrañas? ¿es impulso hacia el bien? ¿es denuncia de la injusticia?

• Tus dificultades diarias, tus problemas, los inconvenientes pueden convertirse en oportunidades de crecimiento, pueden ser generadores de vida, ¿eres consciente de ello? ¿cómo acoges y afrontas estas contrariedades?

• ¿Eres consciente de que tu fidelidad, tu coherencia, tu lealtad a los valores evangélicos pueden traerte conflictos y enfrentamientos, incluso con las personas más allegadas a ti?

• Puedes llevar al mundo palabras de salvación, de amor y de misericordia, puedes llevar al mundo la cercanía de Dios y todo ello puede ser motivo de conversión de cambio de mentalidad, de acogida por parte de los demás ¿te mantendrás perseverante y constante en el anuncio del Evangelio?

VIDA – ORACIÓN

Oh Padre, infunde tu amor en nuestros corazones, para que amándote en todo y sobre todas las cosas seamos fieles y coherentes a los valores evangélicos, anunciando la llegada del Reino, la misericordia y el amor de Dios hacia toda la humanidad. Te lo pedimos por Jesucristo, Nuestro Señor. Amen.

“VUESTRO PADRE HA DECIDIDO DAROS EL REINO” -LECTIO DIVINA DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

VERDAD – LECTURA

Evangelio Lc 12,32-48

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:  32«No tengáis miedo, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino. 33Vended lo que tengáis y dad limosna con ello. Haceos bolsas que no se gasten y riquezas inagotables en el cielo, donde no entra ningún ladrón, ni roe la polilla; 34porque donde esté vuestra riqueza, allí estará vuestro corazón. 35«Estad preparados y tened encendidas vuestras lámparas. 36Sed como los criados que esperan a su amo de retorno de las bodas para abrirle tan pronto como llegue y llame. 37¡Dichosos los criados a quienes el amo encuentra en vela a su llegada! Os aseguro que los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos él mismo. 38Si llega a medianoche o de madrugada y los encuentra así, ¡dichosos ellos! 39Tened en cuenta que si el amo de casa supiera a qué hora iba a venir el ladrón, estaría en guardia y no dejaría que asaltaran su casa. 40Estad preparados también vosotros, porque a la hora que menos penséis vendrá el hijo del hombre.»

41Entonces Pedro le dijo: «Señor, esta parábola, ¿la dices por nosotros o por todos?»

42El Señor contestó: «¿Quién es, entonces, el administrador fiel y prudente, para que dé a la servidumbre la comida a su hora? 43¡Dichoso ese criado si, al llegar su amo, lo encuentra cumpliendo con su deber! 44Os aseguro que le pondrá al frente de todos sus bienes. 45Pero si ese criado, pensando que su amo va a tardar en venir, se pone a maltratar a los demás criados y criadas y a comer y a beber hasta emborracharse, 46su amo vendrá el día y la hora que él menos lo espere, lo castigará severamente y lo pondrá en la calle, donde se pone a los que no son fieles. 47El criado que sabe lo que su amo quiere y no lo hace será severamente castigado. 48Pero el que no lo sabe, si hace algo que merece castigo, será castigado con menos severidad. Al que mucho se le da, mucho se le reclamará; y al que mucho se le confía, más se le pedirá.»

Jesús nos está invitando en este domingo a no dejarnos atrapar por la acumulación de bienes que son perecederos y que muchas veces carecen de importancia. Ojo que nos está llamado la atención acerca de la acumulación o la excesiva preocupación por el tener o por las cosas superfluas de la vida. Es cierto que lo hace con un lenguaje radical. Pero sobre todo es una llamada al compartir.

Aunque, Jesús comienza esta exhortación con palabras de cariño: «No tengáis miedo, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino.» Dios nos ha regalado el bien más preciado y más importante: el Reino de los cielos, su amor, su cercanía, su misericordia, su apoyo incondicional; estar siempre, si queremos disfrutando de su presencia, aunque no sea de una manera plena.

Es por esto, que nuestro Maestro nos animando a desprendernos de las riquezas, pero no únicamente por el hecho de desprenderse de las mismas, sino sobre todo para que no pongamos en ellas nuestro corazón y podamos compartirlas con los demás.

Para poder ser desprendidos y compartir con los demás hemos de estar atentos y vigilante y, precisamente a esto nos invita Jesús por medio de las dos parábolas que se narran en los primeros versículos del fragmento del evangelio de hoy: tened ceñida la cintura y tened las lámparas encendidas.

Y además, lo más importante, no podemos estar esperando la llegada del Reino y andar preocupado por las cosas materiales. Hemos de estar atentos y disponibles para esa llegada, sin dar una excesiva importancia a lo que no la tiene, que son los bienes materiales, que pueden ayudar, pero nunca podrán darnos la felicidad, si no hay algo más.

Pedro, haciéndose portavoz de los otros discípulos, pregunta a Jesús si esa invitación a la vigilancia lo dice sólo por ello o por todos sus seguidores. Y Jesucristo le responde con otra parábola: la del administrador fiel y la del imprudente. Con lo cual le está diciendo que lo más importante es la fidelidad hacia Jesús que deposita en nosotros su confianza en la extensión del Reino. Y por ello, nos pedirá cuentas, pues cada uno de nosotros somos responsables de nuestros actos, sabiendo que es mejor servir por amor (fidelidad) que no por obligación (infiel).

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• ¿Cómo te relacionas con los bienes materiales? ¿Te preocupas en exceso por ellos? ¿Tienes tu corazón puesto en ellos?

• ¿Cómo administras esos bienes? ¿Intentas compartirlos con los demás?

• ¿Qué importancia das al Reino y a su presencia en el mundo que te rodea?

• ¿Estás atento y disponible para la llegada del Reinado de Dios y para comunicarlo a los demás?

• ¿Cómo te relacionas con Dios? ¿Desde la fidelidad, desde el amor, desde la responsabilidad? ¿O por el contrario lo haces desde el miedo, desde la imprudencia o desde la dejadez?

VIDA – ORACIÓN

Salmo 119.

1Dichosos aquellos cuya conducta es intachable, los que caminan en la ley del Señor;

2 dichosos los que guardan sus decretos, los que lo buscan de todo corazón;

3 los que no cometen ningún crimen, los que siguen sus caminos.

4 Tú has promulgado tus preceptos para que sean estrictamente cumplidos;

5 ojalá sea firme mi conducta en guardar tus decretos;

6 entonces no tendré vergüenza alguna en mirar a todos tus mandamientos.

7 Te daré gracias con un corazón recto, instruido por tus sentencias justas.

8 Yo voy a guardar tus mandamientos, no me abandones tú del todo.