“¡Señor, Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”. Lectio Divina del domingo XXX del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Mc 10,46-52

En los pasajes evangélicos de los domingos anteriores, hemos podido comprobar, cómo Jesús iba instruyendo a sus discípulos acerca del verdadero significado de su seguimiento. Los apóstoles no comprenden ese estilo de seguimiento, ni el porqué del estilo de mesianismo de Jesús, que nada tiene que ver con el concepto que ellos tenían. Los discípulos todavía están aferrados al poder, a los privilegios, a los primeros puestos, en los que no tiene cabida el servicio, la entrega, el amor incondicional a Dios y a los hermanos (Recordemos el evangelio del domingo pasado).

En este contexto, podemos ver el fragmento con el que hoy oramos, como una llamada al verdadero seguimiento de Jesús. Bartimeo es el modelo de seguimiento y discipulado de Jesús, y por tanto, ejemplo para todos los seguidores de éste.

Bartimeo se encuentra al borde del camino. Es decir fuera del mismo. No se encuentra haciendo camino. Está estático. No está en el camino del seguimiento de Jesús. Es más aparece sentado. Una postura que acentúa aún más, si cabe, su inmovilidad. Se encuentra estancado en su propia vida. Una vida, posiblemente, aferrada a las antiguas tradiciones del pueblo judío y por tanto al concepto que éste tenía del mesianismo, lo cual viene simbolizado por el manto. El manto de la marginación y de la exclusión, pues a pesar de todo, era una persona que se encontraba fuera de la sociedad, precisamente por su ceguera y que estaba a merced de la caridad de otras personas, para quienes pasa, totalmente, desapercibido. Nadie había reparado en él, hasta que se pone a gritar. Un grito desgarrador, que pretende llamar la atención de Jesús, para que le saque de la situación en la que se encuentra, recurriendo, precisamente a la misericordia del Maestro de Nazaret.

Aquellos que rodean a Bartimeo, y que van siguiendo a Jesús, le reprenden e intentan obligarlo a callar. Él , sin embargo, no se da por vencido, y grita aún más fuerte. Aquella voz estaba repleta de fe en el Mesías prometido. Lo cual obligó a éste a detenerse y hacerlo llamar. El ciego rápidamente, de un salto, dejó el manto, símbolo de su seguridad, de sus certezas, de sus convicciones, y la única manera que tenía para poder sacar el sustento diario y se entrega totalmente en las manos de Jesús. La gente le ayuda a acercarse a Jesús.

El diálogo entre ambos es brevísimo: “¿Qué quieres que haga por ti?” “Maestro, que pueda ver”. “Anda tu fe te ha curado”. E, inmediatamente, vio.

Este magnífico relato de Marcos concluye diciéndonos que aquel que antes era ciego, ahora le sigue por el camino. El camino que está llevando a Jesús hacia Jerusalén. El camino que culminará en la pasión, muerte y resurrección del Maestro. El camino que todo aquel que quiera ser discípulo de Jesús ha de seguir y recorrer. El camino de la unión íntima y total con Jesús y con la suerte que este va a correr. El camino que conduce al Reino y a la vida verdadera.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?
  • Es muy probable, que no te falte el sentido de la vista, pero ¿eres capaz de descubrir el paso de Dios en tu vida? ¿eres capaz de reconocer la mano de Dios en los acontecimiento diarios? ¿te fías incondicionalmente de Dios y te abandonas a su amor y misericordia?
  • ¿Te encuentras al borde del camino o en el sendero del seguimiento de Jesús?
  • ¿Sigues aferrado, como los discípulos, a tus seguridades, a tus certezas, a tus convicciones? ¿Sigues pensando que el seguimiento de Jesús consiste en ser el primero, en tener poder y privilegios? ¿Qué te impide dejar a un lado tu manto?
  • ¿Eres capaz de gritar desgarradamente, de alzar tu voz por encima de las demás, de hacerte oír aunque existan circunstancias que te lo quieran impedir?
  • ¿Eres capaz de seguir a Jesús por el camino, por su camino, por la senda que lleva a Jerusalén, con lo que ello conlleva y sabiendo que ese camino puede traerte dificultades, obstáculos, problemas inconvenientes? ¿Qué necesitas hacer para ponerte en camino?

VIDA – ORACIÓN

La oración del ciego Bartimeo, algo desconocida para nuestro contexto cristiano occidental, es, sin embargo, muy conocida y apreciada por nuestros hermanos de rito oriental (católicos y ortodoxos): la oración de Jesús u oración del corazón. En la obra El Peregrino ruso podemos descubrir la dulzura, importancia y dimensión de esta oración, con la que muchos de esto hermanos nuestros oran a modo de jaculatoria: “¡Señor Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” La invitación que queremos hoy hacerte es a profundizar en esta oración y en su práctica. Y repitas despacio esta invocación en distintos momentos del día y luego continúes practicándola: “¡Señor Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”

“¡GRITAD DE GOZO!”. LECTIO DIVINA DE LA PRIMERA LECTURA – DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

VERDAD – LECTURA

Jeremías 31,7-9

7Esto dice el Señor: ¡Gritad de gozo por Jacob! ¡Aclamad a la primera de las naciones! ¡Publicad, alabad, decid: El Señor ha librado a su pueblo, al resto de Israel!

8Yo los traigo de la tierra del norte y los congrego de los extremos de la tierra; están todos: el cojo y el ciego, la embarazada y la parturienta, una gran multitud que vuelve aquí.

9Entre lágrimas habían partido, entre consuelos los devuelvo junto a los arroyos de las aguas, por un camino llano, donde no dan traspiés. Pues soy un padre para Israel, Efraín es mi primogénito.

Hoy la liturgia nos ofrece para orar un fragmento del llamado “Libro de la consolación” del Profeta Jeremías que abarca los capítulos 30-33.

Un profeta que es modelo de fidelidad y de entrega a la misión recibida de Dios para anunciar la Salvación a su Pueblo. En el pasaje, que hoy nos ocupa, vemos el anuncio de la nueva alianza de Dios con Israel.

Habrá un nuevo éxodo desde la tierra del norte en la que se encontraba el Pueblo elegido. Todos retornarán a su patria incluidos los más marginados de la sociedad: los cojos y los ciegos, la embarazada y la parturienta. Yahveh ha librado al resto de Israel, es decir a aquellos que se han mantenido fieles a la Alianza.

Aunque partieron entre lágrimas regresan llenos de júbilo. Dios se ha mostrado como padre para su Pueblo. Aquel que permitió la dispersión de Israel, ahora lo reúne y los cuida como un padre.

El Señor Dios volverá a reunir a su pueblo y los llevará nuevamente a su tierra. Yahveh  renueva su Alianza.

Mediante la expresión Efraín es mi primogénito el profeta quiere expresar que la salvación que anuncia es para todas las tribus de Israel, para todo su Pueblo. A éste lo único que se le pide es que tenga confianza en Dios.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado la atención, te ha tocado el corazón? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿Cuántas veces gritas de gozo y te regocijas de alegría ante las maravillas que Dios realiza en tu vida?
  • Jeremías es modelo de fidelidad y entrega a la misión que Dios le ha confiado. Hoy puedes tomarle pulso precisamente a tu fidelidad y entrega personal.
  • En la salvación de Dios están incluidos todos, incluso las personas más desfavorecidas de la sociedad, ¿cómo los acoges en tu vida? ¿en tu grupo? ¿en tu comunidad?
  • Dios se muestra Padre para todos nosotros, ¿eres consciente de ello? ¿percibes como Dios está presente, incluso, en medio de la dificultad?
  • ¿Anuncias únicamente palabras de condena, castigo, rechazos o, al igual que Jeremías, eres también profeta de consolación?

VIDA – ORACIÓN

Salmo 86

1Escúchame, Señor, atiéndeme, pues soy pobre y desdichado;

2guarda mi vida, pues soy tu amigo; tú eres mi Dios, salva a este siervo tuyo que en ti espera;

3ten piedad de mí, Señor, pues te estoy llamando a todas horas;

4alegra el corazón de este siervo tuyo, pues hacia ti, Señor, levanto mi alma.

5Señor, tú que eres bueno y que perdonas, lleno de piedad para los que te invocan,

6escucha mi plegaria, Señor, atiende a la voz de mi súplica;

7en el día de mi angustia yo te llamo porque tú siempre me escuchas.

8Entre los dioses, Señor, no hay nadie como tú ni hay obras semejantes a las tuyas.

9Todas las naciones que tú hiciste vendrán a ti, Señor, para adorarte y glorificar tu nombre.

10Tú eres grande y haces maravillas, pues tú eres el único Dios.

11Enséñame tus caminos, Señor, para que yo camine en la verdad; haz que mi corazón reverencie tu nombre.

12Te alabaré de todo corazón, Señor, Dios mío, ensalzaré tu nombre eternamente,

13pues tu misericordia conmigo fue muy grande, me has librado del fondo del abismo.

¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley? Lectio Divina Domingo XXX del T.O. (Ciclo A)

ATENCIÓN: Puedes oir el audio de esta Lectio Divina, el próximo domingo, en el muro de Facebook del Centro Bíblico San Pablo: https://www.facebook.com/centrobiblico.es

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Mt 22,34-40

Volvemos, este domingo, a encontrarnos con un nuevo debate entre Jesús y los fariseos. Después de la polémica tenida con los saduceos a causa de la resurrección de los muertos.

Los fariseos vuelven a reunirse para deliberar y deciden ponerle una trampa a Jesús. En esta ocasión, por medio de uno de ellos, experto en la Ley; el cual, le interpela acerca de ¿cuál es el primer mandamiento de la Ley. Un tema frecuentemente discutido entre los entendidos en la Ley, los cuales intentaban averiguar si existía algún mandamiento que englobase a los demás, es decir, que observándolo se observara toda la Ley. Respuesta harto complicada, si tenemos en cuenta que los escribas habían contabilizado 613 normas que debían cumplirse para ser un buen judío: 248 normas positivas, es decir de que cosas que se debían hacer y 365 negativas, es decir de cosas que no se podían hacer. Ante tanta regla, era comprensible que se preocuparán por determinar cuáles tenían más importancia y cuáles menos.

Jesús ante la pregunta responde claramente con una cita plenamente conocida por semita se trata del Shemá, que todo judío piadoso debía recitar por la mañana y por la tarde: «Amará al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (Dt 6,5).

Pero qué significa amar a Dios. No es un simple sentimiento, no es una simple emoción, no es un simple quedar extasiado o embobado con Dios. Es acto, es acción, es movimiento… Las tres facultades del hombre «corazón, alma y mente», es decir su capacidad afectiva, su capacidad de relación con lo trascendente y su capacidad intelectual deben ponerse en juego. En otras palabras, la persona entera es la que debe amar a Dios. Amar a Dios significa dedicar toda nuestra vida a él. Toda la Ley puede resumirse en este mandamiento.

Sin embargo, aunque no ha sido preguntado, Jesús da un paso más y les dice: «Y el segundo es semejante a este: amarás a tu prójimo como a ti mismo». También aquí encontramos una cita de la Ley, concretamente Lv 19,18. Cita contenida dentro de una serie de preceptos que regulan mi relación con los demás.

Pero, ¿quién es, en realidad, mi prójimo? Para los judíos el prójimo eran únicamente los israelitas. Aunque en otros ambientes, como el judaísmo de origen griego, se da a este término un significado universal, será Jesús de Nazaret quien verdaderamente defenderá y fundamentará su doctrina en esto; ama al prójimo como te amas a ti mismo. Primero has de amarte tú y después derramar ese amor hacia el prójimo. He de lograr compaginar armoniosamente mis derechos con los derechos de los demás, aunque no me caigan bien o me estén fastidiando. Esto si queréis yendo a la letra, pero si vamos al espíritu de este pasaje y de lo que entendía Jesús por amor al prójimo nos damos cuenta, que en algunas ocasiones, amar al prójimo significa incluso renunciar a mis derechos en favor del otro, aunque este sea mi «enemigo», aunque el cristiano debería desechar esa palabra de su vocabulario, pues todos somos hermanos, también el que me está hostigando. Nadie ha dicho que el cristianismo fuera fácil, es más fácil cumplir una serie de normas que regulen nuestra manera de comportarnos con los demás respetando sus derechos. Pero llegar a renunciar a la propia vida, incluso por quien me incomoda o me hace daño, eso sólo puede hacerlo un cristiano.

La combinación de estos dos mandamiento no se encuentran en ninguna otra fuente que no sea el Nuevo Testamento, por eso podemos concluir que, ésta es una enseñanza propia de Jesús de Nazaret, de Jesucristo, de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, por tanto de Dios, que no ha dejado a los cristianos como legado, para que cumplamos y mostremos con ella en qué consiste el Reino de Dios.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • Respondo sinceramente, y sabiendo que estoy en la presencia de Dios ¿Cuál es para mí el mandamiento principal de la ley? ¿Es verdaderamente el amor a Dios y a los hermanos?
  • Para amar al prójimo es indispensable que me ame a mí mismo, ¿cómo anda mi autoestima?
  • ¿A quién o a quiénes considero, de verdad, mi prójimo?
  • ¿Cómo acojo en mi vida el mandamiento del amor? ¿Amo sinceramente a quien incluso me fastidia, me molesta, me hace daño?

VIDA – ORACIÓN

Señor, hazme un reflejo de tu bondad. Que en cada prójimo vea a un hermano. Que su dolor sea el mío. Dame el don para suavizar sus penas y compartir su espíritu.

Que yo pueda infundirle valor y esperanza llevándole un mensaje de amor por la confianza en Ti.

Haz que todas sus tareas las emprenda con decisión, abnegación y perseverancia.

Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

http://jesustesana.blogspot.com.es/2013/05/oracion-por-el-projimo.html

“¿Quién bajó a su casa perdonado?” Lectio Divina Domingo XXX del Tiempo Ordinario – Ciclo C

VERDAD – LECTURA

Evangelio Lc 18,1-8

Nada más comenzar a leer el evangelio de este domingo para preparar esta Lectio, me asaltaba una pregunta, que podríamos recuperar después para nuestra meditación: ¿Me considero yo tan justo como para ser capaz de despreciar a los demás? Porque, si así es, esta parábola está totalmente dedicada a mí. Aunque sin ser tan drásticos, creo que todos podemos sacar algún tipo de aprendizaje de la misma.

Nos encontramos en la parábola con dos personajes. Pero, ¿quiénes son en realidad? Porque es muy posible que, en nuestro contexto actual, decir que un publicano y un fariseo suben al templo a orar, no nos sorprenda, es muy posible, incluso que no nos diga nada o no nos afecte significativamente. Por ello, creo necesario que describamos un poco a los dos personajes para una comprensión mayor del texto.

Primer personaje: el fariseo.

¿Quiénes eran los fariseos en tiempos de Jesús? Los fariseos eran un grupo o movimiento dentro de la religión judía que, en tiempos de Jesús, se caracterizaba por ser bastante piadosos y escrupulosos observantes de las normas de pureza ritual incluso fuera del templo; con lo cual, de alguna manera, todas las actividades de la vida cotidiana quedaban sacralizadas.

Segundo personaje: el publicano.

El publicano era la persona encargada de recaudar los impuestos para el Imperio Romano. Era considerado, impuro desde el punto de vista religioso, por ejercer una profesión con la cual colaboraban con los romanos, y de alguna manera los reconocían como una autoridad, la cual, en ningún momento, según el pensamiento judío, había sido otorgada por Yahveh. Y desde el punto de vista social, eran considerados traidores y explotadores hacia sus propios conciudadanos, a los que en más de una ocasión explotaba con más impuestos de la cuenta, pues de ese plus es de donde conseguían sus beneficios.

Después de habernos acercado a estos dos personajes, creo que es más fácil entender la parábola. Veamos ahora la manera de orar que tienen cada uno de ellos.

El fariseo ora de pie, erguido, dando gracias a Dios por no ser como las demás personas; que, según él, son ladrones, injustos, adúlteros… Ni tampoco es como el publicano, que está detrás de él, persona impura y traidora. Continúa dando gracias por las cosas que hace en su vida para agradar a Dios: ayunar y pagar el diezmo.

El publicano, sin embargo, se queda al final del templo. No se atreve siquiera a alzar la mirada, se golpea el pecho en señal de dolor, de arrepentimiento, de aflicción, de abatimiento; no logra decir mas que: «¡Oh Dios! Ten misericordia de este pecador.»

En este punto de la parábola, posiblemente la gran mayoría de nosotros, y también de los contemporáneos de Jesús, pensásemos que quien bajó justificado a su casa fue el fariseo. Sin embargo, no fue así, Jesús nos dice que quien bajó a su casa justificado, disculpado, excusado, en definitiva, perdonado fue el publicano.

Y a renglón seguido, Jesús da la razón de ello. El fariseo no baja personado a su casa por comportarse de manera prepotente, despótica, despreciativa con los otros, creyéndose mejor que nadie. Y además pretendiendo que Dios, lo premie, de alguna manera por los sacrificios, esfuerzos y privaciones que hace por Él. Y es que ante Dios nada de eso tiene importancia, nada de eso vale, si no se hace de manera gratuita, generosa, desprendida. El publicano, por su parte, lo único que sabe hacer y pedir es misericordia, compasión, perdón. No se siente digno de la bondad de Dios. Es consciente de sus muchas miserias, debilidades, flaquezas. Cayendo en la cuenta de que todo lo que recibe de Dios es desde la gratuidad de este y desde el amor que le tiene a la humanidad.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?
  • Recuperemos la pregunta con la que iniciábamos esta Lectio: ¿Te consideras tan justo, hasta el punto de despreciar a los demás?
  • Tomando el pulso a mi vida de oración, primeramente: ¿Dedico tiempo suficiente a la oración? ¿La hago de manera consciente, pausada, sin prisa, sabiendo que me encuentro en la presencia de Dios?
  • ¿Cómo es el estilo de mi oración? ¿Por qué cosas le doy gracias, lo alabo?
  • ¿Se incluye entre mis «modos» de oración el ser consciente de mis debilidades, flaquezas, falta de caridad hacia el otro? ¿Me arrepiento? ¿Pido perdón por ello?
  • ¿Soy consciente de la bondad de Dios y le doy gracias por ello?

VIDA – ORACIÓN

Hoy en este momento de oración te propongo que te hagas consciente de la “calidad” de la misma. Pidas perdón a Dios por las veces que no eres fiel a su mandato de amor y des gracias por todos los “regalos” que te hace cada día.

Bartimeo dispuesto a salir de su “zona de comodidad”. Lectio Divina del domingo XXX del T.O. (Mc 10,46-52)

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VERDAD – LECTURA

EVANGELIO

Después de esto, llegaron a Jericó. Y cuando Jesús salía de la ciudad seguido de sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino. Al oír que pasaba Jesús, el Nazareno, comenzó a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”. Muchos le reprendían para que se callase, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” Jesús se detuvo y dijo: “Llamadlo”. Llamaron al ciego y le dijeron: “Ánimo, levántate, que te llama”. Él arrojando su manto, dando un salto se acercó a Jesús. Éste le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego contesto: “Rabbuní [Maestro], que vuelva a ver.” Jesús, entonces, le dijo: “Vete, tu fe te ha curado”. Al instante recobró la vista y siguió a Jesús por el camino.

 

En los domingos precedentes, la liturgia nos ha ido presentando, cómo Jesús instruía a sus discípulos acerca de lo que verdaderamente significa seguir al Mesías. Los apóstoles están algo desconcertados, pues continúan aferrados al poder, los privilegios, los primeros puestos, etc. (Cf. Mc 10,35ss) No comprenden la novedad del estilo mesiánico de Jesús: pequeñez, humildad, servicio, entrega, amor incondicional… Teniendo en cuenta esto, y como colofón del capítulo 10, podemos ver este pasaje como una llamada para dar el primer paso en el seguimiento de Jesús. Bartimeo, el ciego, el mendigo, el apartado del camino… se convierte en modelo de seguimiento y discipulado para todos aquellos que quieran seguir al Maestro por el camino.

dolomites-2630274_640Pero analicemos un poco a este personaje. ¿Cuál es el primer paso que tenemos que dar en el seguimiento del Maestro? Bartimeo se encuentra al borde del camino, es decir, junto a él, fuera del mismo. Pero, es más, se encuentra quieto, inmóvil, estático… No es que esté caminando, aunque sea fuera del camino. Está sentado, lo cual acentúa más su inmovilidad. Se encuentra, en lo que hoy llamaríamos su “zona de comodidad”. Esa zona en la que uno se encuentra más o menos cómodo, más o menos seguro, dónde va viendo pasar la vida sin pena ni gloria, donde no se arriesga, donde permanece pasivo ante los diversos acontecimientos… Una zona en la que uno no es que sea feliz; pero de la que cuesta salir, porque requiere esfuerzo, compromiso, responsabilidad. Y muchas veces, preferimos quedarnos como estamos, para evitar “problemas”.

Sin embargo, Bartimeo no estaba dispuesto a permanecer en esa situación. A pesar de todas las dificultades, de la marginación que sufre, de la exclusión que padece, no quiere permanecer allí. Quiere ponerse en marcha, quiere crecer, quiere desarrollarse. Aunque la sociedad quiera obligarle a permanecer allí: ¡Cállate!

Nadie había reparado en él hasta que se pone a gritar. Nadie se había percatado de su presencia hasta entonces; hasta que da el primer paso para salir de su “zona de comodidad”. A la gente, a los mismos discípulos probablemente, les molesta esto: ellos, a su manera y con sus circunstancias particulares, también se encuentran en esta zona. Para la gente y para los discípulos era más fácil seguir creyendo en un mesianismo de poder, de privilegios, de autoridad… Es más fácil que alguien venga a solucionar nuestros problemas: el Mesías. A pesar de que Jesús, continuamente, les está diciendo que aquel que quiera seguirle debe implicarse en la construcción del Reino.zona-de-confort-pez

Bartimeo no está dispuesto a rendirse. Todos quieren hacerlo callar. Él, sin embargo, no se da por vencido y grita aún más fuerte: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Trayéndolo a nuestros días podríamos traducirlo por ¡Jesús, ayúdame! ¡Jesús, quiero salir de esta situación! ¡Jesús, no estoy contento con mi vida! ¡Jesús quiero salir de este atasco en el que me encuentro! Quiero desarrollarme humanamente, espiritualmente, cristianamente… Quiero poder seguirte por el camino. Pero solo no puedo salir de esta situación en la que me encuentro. Necesito ayuda. El ciego del camino ha dado el primer paso: Grita. Busca una posibilidad. A base de gritar, obliga a Jesús a detenerse y a llamarlo; obliga a Jesús a prestarle atención: ¿Qué quieres que haga por ti? Ahora bien, antes ha dado un salto, ha arrojado su manto, símbolo de su seguridad, de sus certezas, de sus convicciones… Ha decidido cambiar de vida.

El diálogo entre ambos es brevísimo: «¿Qué quieres que haga por ti?», «Maestro, que vuelva a ver». «Anda, tu fe te ha curado». Bartimeo depositó toda su confianza en Jesús, se abandonó totalmente a él. E, inmediatamente, recobró la vista. Inmediatamente cambio su perspectiva, inmediatamente cambio su modo de mirar, inmediatamente cambio su modo de ver la vida. A partir de ahora ve los acontecimientos, las situaciones, las circunstancia, la vida… con la mirada de Jesús. Cuando demos el primer paso y comencemos a ver con los ojos de Jesús, a sentir de la manera como sentiría Jesús, a pensar como pesaría Jesús, a amar al modo de Jesús… entonces podemos emprender el camino de seguimiento del Maestro.

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CAMINO – MEDITACIÓN 

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?
  • Es muy probable, que no te falte el sentido de la vista, pero ¿eres capaz de descubrir el paso de Dios en tu vida? ¿Eres capaz de reconocer la mano de Dios en los acontecimientos diarios? ¿Te fías incondicionalmente de Dios y te abandonas a su amor y misericordia?
  • ¿Te encuentras al borde del camino o en el sendero del seguimiento de Jesús?
  • ¿Sigues posicionado en tu “zona de comodidad”? ¿Sigues aferrado, como los discípulos, a tus seguridades, a tus certezas, a tus convicciones? ¿Qué te impide dejar a un lado tu manto?
  • ¿Eres capaz de gritar desgarradamente, de alzar tu voz por encima de las demás, de hacerte oír, aunque existan circunstancias que te lo quieran impedir? ¿Eres capaz de dar el primer paso para salir de esa “zona de comodidad” y seguir a Jesús por el camino? ¿Cuál tendría que ser este primer paso?
  • ¿Qué necesitarías cambiar en tu vida para emprender verdaderamente el camino del seguimiento de Jesús?

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VIDA – ORACIÓN

La oración del ciego Bartimeo, algo desconocida para nuestro contexto cristiano occidental, es sin embargo muy conocida y apreciada por nuestros hermanos de rito oriental (católicos y ortodoxos): la oración de Jesús u oración del corazón. En la obra El Peregrino ruso podemos descubrir la dulzura, importancia y dimensión de esta oración, con la que muchos de esto hermanos nuestros oran a modo de jaculatoria: «¡Señor Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!». Mi invitación es que profundices en esta oración y en su práctica. Y repitas despacio esta invocación en distintos momentos del día y luego continúes practicándola.

Pero esa oración, en realidad debe ser un estímulo, una motivación, un incentivo para comenzar a salir de tu “zona de comodidad”, con la ayuda de Jesús, de la misma manera que hizo el ciego Bartimeo.