VERDAD – LECTURA
Comenzamos hoy, Domingo de Ramos, la Semana Santa, la semana más importante del año para cualquier cristiano. Por primero que se preguntó la comunidad cristiana, lo primero que recordó, lo primero que predicó fue precisamente la pasión, muerte y resurrección. Fue el primer kerigma (anuncio) de aquellos que conocieron, vivieron y experimentaron los que estuvieron cercanos a Jesús de Nazaret.
Nos encontramos con un largo relato en el que se nos cuentan los hechos ocurridos los últimos días de vida de Jesús. Faltaban dos días para la celebración de la Pascua. Es el momento del paso de Dios por la vida del Pueblo en un momento concreto de la historia, la liberación de la esclavitud de Egipto. Pero no sólo. Yahveh ha dado suficientes muestras de caminar junto a su pueblo. La Pascua es la celebración de Dios que salva. Lo mismo ocurre con la fiesta de los ázimos. Durante esos días los sumos sacerdotes y los maestros de la ley andan buscando la forma de poder acusar a Jesús, aunque sea utilizando el artificio del engaño. Su objetivo último era “quitarlo de en medio” (Mc 14,1). Todo esto hemos de ponerlo en conexión para darnos cuenta del verdadero significado del relato que nos ocupa. Se nos está anunciando la salvación de Dios por medio de Cristo, Yahveh sigue actuando en la historia del Pueblo de Israel y en la historia de la humanidad con su infinita misericordia para salvarnos a todos.
Después de la pequeña introducción, comentada más arriba, Mc nos narra el episodio de la unción en Betania. Nos encontramos en el contexto de una cena entre amigos, en ella una mujer irrumpe en el lugar en el que se encuentran los comensales, rompe el frasco de perfume y lo derrama sobre la cabeza de Jesús. Un auténtico derroche, si consideramos lo que podría valer, según nos dice el texto, más de trescientos denarios (14,5). sin embargo, no lo es. Ha llegado el momento de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, ha llegado el momento en el que el Maestro no se encontrará ya físicamente entre nosotros, ha llegado el momento en el que tendrán que llevar perfumes para su sepultura. Anticipándose a todo esto, Jesús ve en este gesto un gesto de generosidad, es un gesto de amor. Esta mujer, también, se ha anticipado al momento de ungir a Jesús después de su muerte, porque cuando las mujeres vayan a hacerlo, él habrá resucitado.
Judás Iscariote, por su parte, va a prepararlo todo para entregar Jesús a los sumos sacerdotes.
Y el primer día de los ácimos, cuando el cordero pascual era inmolado (14,12) van a preparar la Cena Pascual. Estando a la mesa con ellos, descubre a sus discípulos, cómo uno de ellos le va ha entregar. La reacción no se hace esperar, se entristecen: ¿seré yo, Maestro? (cf. 14,19). Jesús no responde directamente, no acusa directamente al traidor. Pero es uno de los que estaban en comunión con él, uno que comía en su misma mesa y de su mismo plato. ¿Existe mayor intimidad? Todo lo que va a suceder es el cumplimiento de las antiguas profecías.
En el transcurso de aquella cena, Jesús toma el pan, lo bendice, lo parte, y se lo da a sus discípulos: “Tomad, esto es mi cuerpo”. Y a continuación, tomo el cáliz, dio gracias, se lo paso a ellos y bebieron todos. Nos está regalando la eucaristía. El regalo más importante y costoso de toda la historia. El recuerdo de su pasión, muerte y resurrección.
Ha de prepararse para afrontar lo que se le viene encima. Juntos van al Huerto de los Olivos. Pero no será el final, al tercer día resucitará. La vida vence al muerte. La situación en el Huerto es bastante desconcertante para Jesús. Los discípulos no son capaces de acompañarle en la oración. Y, más tarde, huyen despavoridos, muertos de miedo, ante el prendimiento del Maestro. No sin engaño. Engaño del beso de Judás, engaño de la sentencia, engaño de las circunstancias y de los hechos.
El poder religioso dispuesto, por todos los medio, ha acabar con Jesús, sencillamente por la doctrina que predicaban. ¿Es posible condenar a un hombre por las ideas que tiene, que expresa y que defiende? Claro que sí, el caso de Jesús no fue, ni será el único. Pero Jesús no vive estos acontecimientos de forma trágica, está cumpliendo la voluntad del Padre, se encuentra en comunión con él, en aquellos trágicos momentos el mundo está siendo salvado.
Todo el proceso a Jesús está basado en el engaño. Los testigos comenten perjurio, sus testimonios no coinciden, las pruebas no son concluyentes. Jesús guarda silencio. Únicamente responde para decir. “Yo soy”, el nombre que Yahveh reveló a Moisés. Ha blasfemado, ha atentado contra el segundo mandamiento de la Ley de Dios. Ha tomado el nombre de Dios en vano. Además es una persona molesta que va enseñando al pueblo una extraña doctrina en la que el mandamiento principal es el amor. Amar a Dios sobre todas las cosas y amar a las demás personas sin acepción de raza, lengua, color, estatus social o nacionalidad.
En el transcurso, Pedro se encuentra en el patio de la casa del sumo sacerdote. Es reconocido por una de las criadas, y quieren relacionarlo con el acusado. Aquel niega tener ningún tipo de relación con él. Tiene miedo. No le conoce, nunca le ha visto, en ningún momento ha tenido nada que ver con él. Al caer en la cuenta de su forma de actuar, rompe a llorar.
Los miembros del Sanedrín, consejo de ancianos judío, como no podían aplicar la pena de muerte, lo remiten a Pilatos. Este sí que puede condenarlo a muerte y a una muerte incruenta. Pero, nuevamente es necesario el engaño. El acusado, Jesús de Nazaret, es enemigo del Cesar; se ha autoproclamado rey de los judíos. Es inaudito, el único gobernante legítimo de Israel, en aquel momento, es el Cesar. Las mismas autoridades judías se someten, se inclinan, se agachan ante el poder del Imperio Romano. Son capaces de renunciar a sus raíces, a su ser Pueblo Elegido, a la Alianza establecida con Yahveh, con tal de ver muerto a Jesús de Nazaret.
Pilatos dicta sentencia, asumiendo el engaño y temeroso de que los judíos le denuncien ante el Cesar por dejar que una persona se autoproclamarme rey de Israel. Jesús es encontrado culpable de sedición, de rebeldía, de sublevarse contra el máximo dignatario del Imperio. Este delito es castigado con la muerte: Jesús, Nazareno, rey de los judío.
Jesús dando tumbos, cayéndose, débil, sin fuerzas es llevado al Gólgota donde será crucificado. Lo insultan, se mofan, se ríen de él, de su sufrimiento… Jesús lo sume todo con valentía y gallardía. Con una valentía y una gallardía llevada hasta el extremo. Posiblemente, ninguno de nosotros podría haber afrontado dicho sufrimiento de la manera que lo hizo Jesús. Pero, tenía claro su objetivo, tenía clara su misión: cumplir la voluntad del Padre y librar a la humanidad de todas sus deficiencias, de todos sus fallos, de todas sus angustias, imperfecciones e incapacidades. Y vencerá, vencerá el bien sobre el mal. Vencerá todas las tribulaciones, las catástrofes, los sufrimientos de la humanidad. Vencerá incluso a la muerte.
Ante todos aquellos acontecimientos, ante aquella horrible injusticia, ante aquella horrorosa visión, un pagano, un centurión romano afirma: “verdaderamente era Hijo de Dios” (15,39).
Ahora solo nos queda el silencio y la espera. No todo ha concluido. No todo está acabado. No todo ha sucumbido. Al tercer día, el Padre, por la fuerza del Espíritu Santo, resucitará a Jesús. Aquel que es la Vida, volverá a la vida y reinará entre nosotros para siempre y su Reino no tendrá fin.
CAMINO – MEDITACIÓN
• ¿Qué versículo, frase, palabra ha llamado especialmente tu atención? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios con ello en este momento concreto de tu vida?
• ¿Cómo me estoy disponiendo para acoger, vivir y experimentar los acontecimientos que vamos a recordar durante la Semana Santa?
• ¿Soy capaz de derrochar lo que haga falta por Jesús?
• Hay una constante en el relato, sobre todo en el juicio a Jesús: el engaño. ¿Qué significado puede tener esto para mí? ¿me perturba? ¿lo aparto de mi vida? ¿lo rechazo como actitud que lleva a realizar el mal?
• Cada día yo puedo entrar en comunión con Jesús, en intimidad con él, en la celebración de la Eucaristía ¿Cómo vivo este momento? ¿Soy consciente de la importancia de este hecho?
• Ante la contemplación del acontecimiento de la muerte de Jesús en la cruz, ¿Qué sentimientos afloran dentro de mí? ¿Qué actitud tomo? ¿Qué compromisos debo asumir?
• Ante la desilusión, la desesperación, lo incomprensible que puede resultar el misterio de la cruz, ¿mantengo la esperanza en la resurrección? ¿tengo fe en ella? ¿vivo mi existencia en clave de resurrección y vida?
VIDA – ORACIÓN
Hoy te invito a que simplemente, de manera relajada y consciente, medites, contemples y recuerdes (pases por el corazón) el acontecimiento narrado por Marcos en su evangelio.