VERDAD – LECTURA
Evangelio Lc 21, 5-19
Nos encontramos junto a Jesús, unos días antes de su pasión, muerte y resurrección, en el atrio del Templo de Jerusalén. Aquel que reconstruyó Zorobabel en el 515 a. C., a su vez reconstruido y ampliado por Herodes.
Jesús se dirige a algunos que admiraban su majestuosidad y belleza, con un lenguaje un poco extraño, con un género literario llamado apocalíptico.
Este género era especialmente popular en los inicios del cristianismo. En el cual, se nos presenta el final de los tiempos de una manera particular: eventos catastróficos, acontecimientos destructivos, peligros que acechan, caos, etc.
Como cualquier otro pasaje de la Sagrada Escritura no hemos de tomarlo al pie de la letra, ni hacer una lectura fundamentalista del mismo (recuerda lo que dice acerca de esto el interesante documento de la Pontifica Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia).
Lo más importante, es descubrir el mensaje que Jesús quería transmitir a sus contemporáneos y el mensaje que nosotros debemos acoger para caminar por la vida como verdaderos discípulos suyos.
Jesús quiere llamar la atención de los que lo escuchan, acerca de la caducidad de las cosas materiales; por eso no hemos de poner en ellas nuestras esperanzas, nuestros anhelos, nuestros sueños. En una época como la nuestra, más si cabe, en la que todo tiene fecha de caducidad, no podemos poner nuestra seguridad en ninguna de estas cosas.
A continuación, Jesús refiere una serie de signos que acompañarán la llegada del fin de los tiempos. Su pretensión no es la de ofrecer, como si fuera un adivino, las señales concretas e inequívocas que se harán presente dicho final; más bien, lo que Él pretende es invitarnos a la vigilancia, a la perseverancia, a estar alerta; y prepararnos para cuando lleguen los momentos difíciles, que vendrán. En esos momentos, no hemos de tener miedo. Lo más importante, es que estemos preparados siempre para dar testimonio del Reino de Dios, de la misericordia del Padre, del amor del Hijo y del consuelo del Espíritu Santo.
Y, la gran pregunta, que se hicieron los contemporáneos de Jesús y que seguramente nos hacemos muchos de nosotros. ¿Cuándo va a ser eso? La verdad, es que no debería importarnos. Lo más importante, no es el cuándo, sino el cómo. ¿Cómo afrontamos nosotros esa situación? Ante todo, viviendo el presente, viviendo el hoy, nuestro día a día; y ahí perseverar, permanecer fieles y mantenernos firmes en nuestra escala de valores, que no es otra que la del evangelio; lo cual, nos hará inmensamente felices, porque seremos coherentes con lo que pensamos y vivimos. Y, además, nos conducirá a la salvación.
CAMINO – MEDITACIÓN
• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?
• ¿Cuál es tu actitud ante las cosas materiales? ¿Dónde tienes puesto el corazón? ¿Por qué cosas te dejas llevar?
• ¿Qué puesto ocupa Jesús y los valores del evangelio en tu vida? ¿Cómo se transparente eso en tu día a día?
• ¿Cómo afrontas los momentos de dificultad que la vida te depara?
• ¿Cómo acoges la invitación de Jesús a la perseverancia, a la vigilancia, a ser fiel al evangelio?
VIDA – ORACIÓN
- Bendice y alaba al Padre por su infinita misericordia y por la inmensa bondad de todas sus acciones.
- Da gracias a Jesús por mostrarte el camino de la verdadera felicidad.
- Pide al Espíritu Santo la fuerza, la perseverancia y la atención necesarias para afrontar las situaciones de dificultad desde las actitudes propias de un discípulo de Jesús.