No tengáis miedo. Lectio Divina del Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario (Cristo Rey)– Ciclo A

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Mt 25,31-46

La preocupación de Jesús en estos últimos domingos del tiempo ordinario, es recordarnos que el final está cerca, avisadnos de cómo será el momento «cuando venga en su gloria el Hijo del hombre», porque sabe que ante lo desconocido, sentimos temor.

Tal vez, los primeros versículos del evangelio de este domingo, nos recuerden una escena apocalíptica. El Hijo del hombre llegará «y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones». Una escena digna de cualquier película. Pero la siguiente escena, aún nos produce más pavor, pues «separará a unos de otros».

A lo largo del Evangelio, hay distintos pasajes en los que se nos habla de la izquierda y la derecha como dos lugares contrarios (la madre de los Zebedeo, los ladrones a ambos lados de la cruz, en este texto de hoy,..) y es que, por mucho que queramos intentarlo, no podemos estar al mismo tiempo a la derecha y a la izquierda de un objeto, o una persona, que tomamos como referencia. En la Escritura, la derecha se asocia al lugar de los buenos. También podría haber dicho bien de la izquierda. Sin embargo, el lugar físico no importa. Lo que nos importa son los motivos que llevan al Hijo del hombre a separar a unos de otros, pues si los conocemos, podemos optar a estar en el lugar de los “buenos”, de los «benditos de mi Padre» que heredarán «el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo».

Los motivos los cita Jesús y son muy claros: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme». A fin de cuentas, aquellos que han practicado con Él la caridad. De ahí que podamos preguntarnos lo mismo que le preguntaron «los justos»: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?».

En la respuesta está la clave: «cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis». Éste es el camino para la vida eterna: hacer a los demás, a los más pequeños, aquello que haríamos a Jesús, porque Jesús lo reconoce como hecho a Él mismo. Este es el camino para «la vida eterna».

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado el corazón?
  • ¿Has pensado alguna vez en ese momento de la venida del Hijo del hombre?
  • ¿Cómo la has imaginado?
  • ¿Te dejas guiar al imaginarla por las películas de ficción que has visto o la imaginabas de este modo?
  • ¿Eres consciente de que lo que haces en tu vida es lo que va a decidir tu puesto a la derecha o a la izquierda?
  • ¿Habías pensado, alguna vez, que el Hijo del hombre “sólo nos examina” del amor a nuestros hermanos?
  • ¿Has sido consciente en algún momento, cuando has ayudado a otra persona, que es a Dios mismo a quien ayudas?
  • ¿Te atreves a pensarlo durante esta semana?
  • ¿Crees que tu forma de actuar con los demás cambiaría, en algo, si pensaras que es a Dios mismo a quien se lo haces?

VIDA – ORACIÓN

Abre mis ojos, Señor, para verte en cada uno de mis hermanos. Es muy fácil pensar que Tú estás en aquellos que queremos, que nos caen bien,.. Pero, ¡qué difícil, Señor, reconocerte en aquellos a los que no soporto, en aquellos que me hacen daño, que me desprecian, que se portan mal conmigo. Dame un corazón generoso, capaz de perdonar a quien me ofende y capaz de amar, incluso a mis enemigos. Gracias, Señor, porque Tú no haces acepciones de personas y también estás en ellos. 

Verdadero seguimiento de Jesús – Lectio divina del domingo XXII del Tiempo Ordinario (Ciclo A)

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Mt 16,21-27

Nos encontramos en Cesarea de Filipo, inmediatamente después de la llamada profesión de fe de Pedro, en la cual éste ha reconocido y proclamado a Jesús como Hijo de Dios. Justamente, a continuación, el evangelista nos relata la narración con la que hoy vamos a orar. Para facilitar la acogida, asimilación y puesta en práctica del texto, me parece interesante que lo dividamos en dos partes:

             a) Primer anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

             b) La exigencia del seguimiento de Jesús.

a) Primer anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Jesús comienza, poniendo de relieve la obligación que tiene de ir a Jerusalén. Una obligación que debe cumplir, pues esa y no otra es la voluntad del Padre. En su plan de salvación entra, precisamente, el que su Hijo vaya a Jerusalén, sufra la pasión, muera y al tercer día resucite de entre los muertos. Plan salvador, obligación o deber ,que Jesús acepta voluntariamente. Jesús se abandona totalmente en las manos y en la total confianza al Padre, sin oponer resistencia alguna.

Jesús, como ser humano, poco a poco, se había ido haciendo consciente de la situación en la que se encontraba: era totalmente rechazado por las autoridades y por los que se consideraban depositarios de las verdades religiosas y, por tanto, salvíficas para el pueblo. Él sabía que era necesario pasar por una situación de muerte, para después ser glorificado por el Padre. Además por lo que podemos deducir por el contexto del evangelio, este acontecimiento era inminente: Juan había sido ejecutado, Jesús se había enemistado con los dirigentes religiosos de su pueblo, había quebrantado la Ley… Sin embargo, a pesar de todo esto, decide continuar con sus misión. Está firmemente convencido y seguro de la misma. Tal es así, que decide hacer partícipes a sus discípulos de la misión que el Padre le ha encomendado.

Sin embargo, sus discípulos están demasiado lejos de su perspectiva como para aceptar aquello, sin poner pega alguna. Es Pedro quien toma la iniciativa y, en este momento es «piedra de tropiezo» para Jesús en su camino. Es un obstáculo. Pero no sólo eso, se atreve incluso a increparle, a reprocharle por su actitud ante la misión que el Padre le ha confiado.

Jesús reacciona con fuerza: ¡Ponte detrás de mí, Satanás! Esta fuerte expresión dicha a Pedro tiene por objeto hacerle volver al lugar que le corresponde como discípulo. La finalidad, no es otra, sino la de restablecer la relación entre el Maestro y el discípulo, poniendo a Pedro en su sitio, manteniéndolo en su lugar. Sólo desde la posición de discípulo, de seguidor de Jesús, será Pedro capaz de comprender, aunque sea mínimamente, lo que el Padre está pidiendo a Jesús.

Y mantenerse en el lugar del discípulo tendrá sus consecuencias y sus exigencias. Veámoslas a continuación.

b) Las exigencias del seguimiento de Jesús

La primera consecuencia del seguimiento de Jesús, del discipulado, es que, al igual que Jesús, los discípulos también deben cumplir con su misión. Ellos han sido llamados al seguimiento y deben asumir todas las implicaciones que ello conlleva. No basta con haber recibido la llamada; el discípulo, además, ha de responder a ella, acoger el compromiso que eso supone y ponerla en práctica.

El discípulo tiene que negarse a sí mismo. Lo cual significa, dejar de pensar de manera egoísta, dejar de ser el centro; aunque esto no quiere decir, que uno tiene que dejar de ser como es, o de dejar de ser lo que es o tener una baja autoestima. Jesús lo que está pidiéndonos a todos, los discípulos de entonces y los de ahora, es, simplemente, cambiar el orden de nuestras prioridades; Jesús nos pide que nos mantengamos abiertos a la voluntad de Dios y al servicio de los demás. El verdadero discípulo ha de aprender a vivir entregando la vida, para volver a reencontrarse con ella, ha de aprender a caminar con esperanza, sabiendo que en el servicio y en la entrega a nuestros hermanos más necesitados está la plena felicidad. Ayudar a otros, ponerte al servicio de los demás, defender la justicia, reducir el sufrimiento de los que te rodean… ahí está la verdadera felicidad y el verdadero desarrollo personal.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase te ha tocado el corazón en este momento? ¿Qué querrá Dios decirte con ello en las circunstancias concretas que actualmente estás viviendo?
  • ¿Qué actitud adoptas ante la misión que Dios te tiene encomendada?
  • ¿Estás dispuesto a llevar a cabo esa misión asumiendo todas las consecuencias?
  • ¿Qué significado y qué consecuencias tiene para ti el negarte a ti mismo desde la perspectiva que hemos visto más arriba?
  • ¿Asumes que la verdadera felicidad se encuentra en hacer la voluntad de Dios y ponerte al servicio de tus hermanos?

VIDA – ORACIÓN

Padre mío

Me abandono a Ti.

Haz de mí lo que quieras.

Lo que hagas de mí te lo agradezco.

Estoy dispuesto a todo,

Lo acepto todo,

Con tal que tu voluntad se haga en mí

Y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Dios mío.

Pongo mi vida en tus manos.

Te la doy, Dios mío,

Con todo el amor de mi corazón.

Porque te amo

Y porque para mí amarte es darme, 

Entregarme en tus manos sin medida,

Con una infinita confianza, 

Porque tú eres mi Padre.

(Inspirado en Carlos de Foucauld)

«Dadles vosotros de comer? Lectio Divina del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario – Ciclo A

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Mt 14,13-21

 En el relato de Mateo, nos encontramos con este pasaje después de la muerte de Juan el Bautista.

Jesús se retira a un lugar tranquilo y solitario: va al desierto. Este es, también, el lugar en el que Juan convocaba a la gente para oír la Palabra.

Al llegar a aquel lugar, se encuentra con mucha gente; y se compadece de ella. Con esta compasión, Jesús muestra la misericordia de Dios. Pero hemos de matizar que el sentido de compadecerse en griego y en  hebreo es mucho más fuerte que nuestro vocablo castellano. Dicho término se refiere a un sentimiento tan fuerte que llega a afectar a las vísceras. Con este término, Mateo nos está diciendo que Jesús, de alguna manera está sintiendo lo mismo que siente aquella gente y ese sentimiento es tan profundo que le impulsa y le mueve a la acción.

Pero, ¿por qué se despiertan en Jesús estos sentimientos?  Sencillo, porque el pueblo se encuentra como ovejas sin pastor. El pueblo se encuentra desorientado, perdido, extraviado. Viven errantes, están dispersos, vagan sin rumbo. La multitud está cansada y decaída; su dirigentes no se preocupan por ellos. Jesús, sin embargo, los reúne, los acoge y los cura.

Este pasaje, junto con otros paralelos o que refieren un relato similar, es conocido como la «multiplicación de los panes». Sin embargo, al menos en el relato que nos ocupa, no encontramos ninguna referencia a este hecho; más bien, la idea principal es la de compartir. Y no es que queramos, en ningún momento negar el hecho milagroso de la multiplicación de los panes y los peces. Pero vayamos por partes.

Toda aquella multitud ha estado escuchando gustosa a Jesús, han estado compartindo con Él, sus preocupaciones, sus anhelos, sus sueños, ha estado escuchando su palabra. Se acerca la hora de comer. Pero, ¿cómo abastecer a tanta gente? Los discípulos se acercan a Jesús para decirle que ya es tarde y que lo más conveniente es que despida a la multitud para que puedan ir a las  aldeas cercanas a comprar algunos alimentos. Sin embargo, Jesús, por su parte, les ordena: «No hace falta que se vayan. Dadles vosotros de comer.»

Con lo poco que tienen, los discípulos se ponen manos a la obra, manifestando la generosidad y la gratuidad.

Jesús manda a la multitud que se recueste sobre la hierba como ocurría en los grandes banquetes. Jesús invita a todos a su mesa. Una mesa en la que vamos a celebrar un banquete: el banquete eucarístico. Jesús preside la celebración: toma los panes y los peces, alza los ojos al cielo y los bendice, parte los panes y los da a los discípulos para que los den a la gente. Dios les ha regalado el don de la comunión, del hacer comunidad.

Con este pasaje comienza a cumplirse la idea de saciedad que lograremos en la venida definitiva del Reino. Se cumple una de las bienaventuranzas del sermón de la montaña: «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mt 5,6).

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado el corazón? ¿Qué crees que quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
  • ¿Estás dispuesto a ir al «desierto» para escuchar la Palabra?
  • ¿Se te conmueven las entrañas, como a Jesús, ante las necesidades de las personas que te rodean?
  • ¿Qué sientes al escuchar a Jesús decirte: «dale tú de comer»?
  • ¿Eres consciente que el compartir y la comunión, el dar de comer, se refiere no sólo al pan o al alimento material?
  • ¿Cómo vives el gran regalo de la eucaristía?

VIDA – ORACIÓN

Jesús Maestro, tú me dices: «Yo soy la vida»,

«el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna».

En los sacramentos del bautismo y la reconciliación,

me comunicas la vida y en la eucaristía la alimentas

haciéndote mi alimento.

Toma mi corazón, libéralo de las vanidades del mundo.

Ayúdame a ver las necesidades de mis hermanos

y compartir con ellos mis bienes.

Gracias, Señor, por hacerte mi alimentos

y despertar en mí la inquietud de compartirte

«Si me amáis, guardaréis mi palabra». Lectio Divina del Domingo VI de Pascua – Ciclo A

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Juan 14,15-21

Seguimos en el mismo contexto que el domingo pasado: La última cena, el discurso de despedida de Jesús. Los discípulos se encuentran turbados ante el anuncio de la inminente partida de Jesús.

Creo, que en el texto, que la liturgia nos ofrece este domingo, habría que destacar dos de sus versículos: el 15 y el 21. En ellos, se les recuerda a los discípulos la importancia de guardar los mandamientos de Jesús; y recordemos, cuál es el mandamiento principal. Únicamente aquel, que guarde sus mandamientos, estará en disposición de recibir el Espíritu Santo.

Pero, ¿cuáles son esos mandamientos? La clave la encontramos unos versículos más abajo, que no aparecen en el evangelio de este domingo. Concretamente nos estamos refiriendo a los versículos 23 y 24: Aquel que guarda, y por tanto, cumple, la palabra de Jesús es quien verdaderamente le ama. Guardar los mandamientos de Jesús no es precisamente cumplir una serie de normas morales, sino entrar en comunión con él y permanecer en su espacio vital: asumir y vivir las mismas actitudes vitales de Cristo. Amar a Jesús está estrechamente ligado a la vivencia de su palabra, de sus actitudes vitales en nuestra vida cotidiana; es preciso dejarnos conducir por él,  poner en práctica lo que él predicó y vivió. Sólo de esta  manera estaremos unidos a él y conservaremos sus amor; sólo de este modo estaremos preparados para recibir el Espíritu Santo. Recibiremos al Paráclito, el Espíritu consolador, el Espíritu Santo que continuamente viene en nuestra ayuda.

El Espíritu Santo será quien nos enseñe a vivir el mandamiento del amor, quien venga en nuestra ayuda en los momentos difíciles, quien nos sostenga y levante.

Hasta ahora, ha sido Jesús quien ha desempeñado esta misión con sus discípulos, pero ante su inminente marcha, el Padre dará otro consolador, otro apoyo, otro sostén. Ahora el Espíritu Santo permanecerá junto a nosotros para siempre.

Este Espíritu consolador, es el Espíritu de la verdad, el que continuará dando testimonio de Jesús y nos mantendrá en la fidelidad a la Palabra. Será quien nos mantenga alerta ante los falsos maestros, ante aquellos que profesan la mentira, para mermar la capacidad de amar que tiene el ser humano. El mundo al estar contagiado del espíritu de la mentira no está preparado para recibir al Espíritu Santo. Y con el término mundo no se refiere al planeta Tierra o a los seres humanos, sino más bien a las situaciones o estructuras que merman la capacidad de amar de las personas, la capacidad de plenitud del ser humano.

No estemos intranquilos, no permanezcamos inseguros, no vivamos nerviosos y turbados. Jesús en ningún momento nos abandona. Su ausencia no es definitiva. Él está presente, pues ha resucitado.

El Espíritu Santo nos capacitará para experimentar la presencia de Jesucristo en nuestras vidas. El día de su resurrección Jesús comunicó a sus discípulos la vida en el Espíritu, la vida de total identificación con el Padre y el Hijo, la vida de comunión con Dios.

Si obramos según el Espíritu de Jesús, si asumimos sus enseñanzas y las ponemos en práctica, nos encontraremos en la senda del amor a Jesús, ese es quien verdaderamente ama a Jesús. Y quien ama a Jesús es, a su vez, amado por el Padre. Quien viva los valores vividos por Jesús y se comporte de la misma manera como él lo hizo puede decir que ama a Jesús. El Padre y Jesús que son uno le manifestaran su amor.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, frase, palabra o versículo han tocado tu corazón? ¿Por qué? ¿Qué crees que quiere decirte Dios Padre en este momento concreto de tu vida?
  • ¿Cuál es el mandamiento principal de Jesús? ¿Cómo intentas vivirlo?
  • ¿Estas atento a la palabra de Jesús? ¿A lo que Él pueda pedirte u ofrecerte en cada momento?
  • ¿Cuál es la condición indispensable para poder recibir el Espíritu Santo? ¿Intentas tener presente dicha condición y practicarla en tu vida cotidiana?
  • ¿Participas de alguna manera en esas estructuras o situaciones que merman la capacidad de amar de aquellos que te rodean?
  • ¿Como muestras y demuestras tu amor por los demás, sobre todo por aquellos a los que nadie ama, por los pobres más pobres de nuestra sociedad y de nuestras comunidades?
  • ¿De qué manera te dispones para acoger y dejarte hacer por el Espíritu Santo?

VIDA – ORACIÓN

  • Entra en dialogo con el Espíritu Santo, seguramente el gran olvidado.
  • Cuéntale tus temores, tus dificultades, tus oscuridades, tus contrariedades, los obstáculos que encuentras en el camino de tu vida.
  • Dale, también, gracias por todas las luces que pone en tu camino, por la ayuda que te presta, por la fortaleza que te infunde…
  • Déjate atrapar por él, déjale entrar en tu vida y que sea él quien guíe tus pasos y te modele. según el modelo más extraordinario, insuperable y excepcional que es Jesucristo.

“YO SOY EL BUEN PASTOR” Lectio Divina Domingo IV de Pascua – Ciclo A

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VERDAD – LECTURA

Evangelio: Jn 10,1-10

Carmine Gallo, en su libro Hable como en TED, nos presenta las características que debe tener una buena presentación para ser estimulante: emocionante, original y memorable. Es decir, las historias que contamos deben tocar el corazón de nuestro interlocutor, deben enseñarle algo nuevo y el público debe ser capaz de recordar dicha historia. No voy aquí a realizar un estudio acerca de los relatos, de las historias o de los procesos comunicativos. Si es el lugar, pero no creo que sea el momento. La causa por la que he traído a colación estas características es porque, desde mi punto de vista, el relato que hoy nos presenta el evangelio de Juan, de adecua perfectamente a las cualidades enunciadas por Carmine Gallo.

La imagen que nos presenta Jesús en este fragmento del evangelio de Juan, posiblemente, a nosotros pueda quedarnos un poco lejos; pero no así con sus contemporáneos, qué seguramente entendían perfectamente las metáforas, comparaciones o paradojas utilizadas en su discurso.

Os invito acercarnos al texto como si fuera la primera vez que lo escuchamos, con la curiosidad del principiante, y con la apertura que solemos adoptar ante la novedad. Os pido que intentemos acercarnos al texto evangélico esforzándonos por comprender la metáfora o la personificación que Jesús utiliza en el relato.

¿A quién se está refiriendo cuando nos habla del Pastor? ¿Quiénes son las ovejas? ¿Quién es el ladrón? ¿Qué significado puede tener la puerta?

Las ovejas, para el autor del cuarto evangelio, representan al pueblo de Israel dominado por sus propios dirigentes, a los cuales dirige este discurso y que, anteriormente, han vivido el episodio del ciego de nacimiento; es decir, está dirigiendo su discurso a los fariseos.

Jesús, por medio de una comparación, va mostrando a sus interlocutores que él es la única alternativa para la salvación. No salva el cumplimiento de unas normas absolutizadas por los fariseos, ni la institución, ni la pertenencia. Salva la persona de Jesús.

El aprisco es la representación de la institución judía, dentro de ella algunos individuos se han arrogado puestos para los que no tenían ningún derecho, por lo que en realidad son ladrones y bandidos que utilizan todas las «armas» a su alcance para someter al pueblo y seguir sumiéndolo en la miseria.

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Sólo existe una manera legítima para acercarse a las ovejas: entrando por la puerta. Todo aquel que no haya entrado por la puerta, se acerca a las ovejas de manera ilegítima, y según Jesús con la clara intención de explotarlas.

A los que no entran por la puerta, ladrones y bandidos, sino que entran en el aprisco saltando la valla, se oponen al pastor, el cual es reconocido por el guarda y las ovejas.

El pastor es Jesús. El personaje del pastor aparece ya como figura mesiánica sobre todo en los Profetas del Antiguo Testamento (p.e. Ez 34,23s). El pastor entra en el aprisco para cuidar de sus ovejas no para explotarlas o sacar algún beneficio de ellas. Por eso ellas reconocen su voz.

Pero, además, el pastor llama a cada una por su nombre, las conoce a todas y a cada una de ellas de forma personal e individual. Jesús llamando a cada una de las ovejas por su nombre, les ofrece la alternativa de salir de la institución judía para entrar en el camino de la libertad y de la vida, aunque este no esté exento de dificultades y obstáculos. Jesús llama a cada una de las ovejas a su seguimiento.

Una vez que las ovejas han reconocido la voz del pastor, es imposible que escuchen la voz de un extraño, lo más lógico es que huyan de él; porque es el pastor quien conduce a su rebaño a verdes pastos y no al matadero.

Ante la cerrazón de los dirigentes judíos, Jesús continúa con otra comparación: la puerta. El único lugar por el que se puede acceder a la salvación es por la puerta que es Jesús. Aquel que se adhiera a Jesús y le siga, aquel que atraviese la puerta, encontrará la salvación. Podrá entrar y salir libremente y encontrará pastos verdes, encontrará la vida.

Los ladrones únicamente vienen a robar y a quitar la vida a las ovejas. Jesús, sin embargo ha venido para dar vida plena y a darla en abundancia.

Espero, querid@ herman@, que, después de este acercamiento, que he intentado hacerte al relato, también para ti, esta narración resulte emocionante, original y memorable.

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CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué versículo, frase, palabra ha llamado especialmente tu atención? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios con ello en este momento concreto de tu vida?
  • ¿En qué momentos de mi situación actual, reconozco la voz del Pastor?
  • ¿Escucho la voz del Pastor, me dejo conducir por ella y le sigo?
  • ¿Facilito a los demás que puedan conocer la voz del Pastor?
  • ¿Soy yo, como Jesús, puerta por la que los demás pueden entrar y salir para encontrar verdes pastos o por el contrario soy muro que nadie puede atravesar?

VIDA – ORACIÓN

Oramos juntos con el Salmo 23:

El Señor es mi pastor;

nada me falta.

En verdes praderas me hace descansar,

a las aguas tranquilas me conduce,

me da nuevas fuerzas

y me lleva por caminos rectos,

haciendo honor a su nombre.

Aunque pase por el más oscuro de los valles,

no temeré peligro alguno,

porque tú, Señor, estás conmigo;

tu vara y tu bastón me inspiran confianza.

Me has preparado un banquete

ante los ojos de mis enemigos;

has vertido perfume en mi cabeza,

y has llenado mi copa a rebosar.

Tu bondad y tu amor me acompañan

a lo largo de mis días,

y en tu casa, oh Señor, por siempre viviré.

«Encontrarse con Jesús» Lectio Divina III domingo de Pascua – Ciclo A

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Lc 24,13-25

Al orar con este texto del evangelio de Lucas, me asaltó a la mente una pregunta: «¿Cómo ver y reconocer a Jesús resucitado en mi vida? Y, caí en la cuenta de que era necesario experimentar el mismo proceso de fe que vivieron las primeras comunidades cristianas, permitiendo que Jesús se manifieste en la comunidad, para llegar así a la adhesión personal.

Aquel mismo día, es decir, el domingo de la resurrección de Jesús. Dos de los discípulos van de camino. El evangelista nos los presenta totalmente derrumbados después de la muerte del Maestro. Tal es su decepción, que abandonan Jerusalén, dejando allí a sus hermanos reunidos: a la comunidad. Van camino a una aldea, llamada Emaús, de localización incierta; únicamente sabemos que distaba de Jerusalén unos 11 kilómetros. Van desilusionados, sin esperanza ninguna, totalmente decepcionados, encerrados en sus propios pensamientos y su propia idea de cómo tenía que ser el Mesías de Israel. Para ellos todo a concluido. Aquel profeta poderoso en obras y palabras ha muerto. Todo se ha acabado.

Mientras van de camino, Jesús se les aparece como un caminante más. Ellos no le reconocen. Están cerrados por el pesimismo.  Están tristes por los acontecimientos ocurridos en Jerusalén, totalmente desconocidos, al parecer, para este nuevo caminante que ha entrado en escena. Los dos discípulos callan. El caminante toma la iniciativa y les ofrece una relectura de todo el proyecto de Dios a través de la historia del Pueblo Elegido.

El cenit del relato llega cuando le reconocen al partir el pan. Invitan al caminante desconocido a quedarse con ellos, a compartir la mesa, Desean vivamente que se quede con ellos. Será al compartir el pan, cuando se caiga el velo de sus ojos y reconozcan a aquel personaje misterioso. Es en la eucaristía donde se manifiesta Jesús resucitado. Es en la escucha comunitaria de la Palabra y en la fracción del pan donde Cristo resucitado se hace presente.

Al hacer experiencia de Jesús Resucitado retornan a la comunidad para dar testimonio de lo que han visto y oído, de lo que han experimentado. La experiencia de Jesús resucitado sólo puede hacerse en comunidad nunca en solitario, en la celebración como Iglesia reunida. El resto de la comunidad, también, comparte de qué forma han experimentado al Maestro Resucitado. Cristo está vivo en medio de ellos. Cristo está vivo en medio de nosotros.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué versículo, frase, palabra ha llamado especialmente tu atención? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué querrá decirte Dios con ello en este momento concreto de tu vida?
  • ¿En algún momento te has sentido decepcionado por Jesús? ¿Por la Iglesia? ¿Cuál ha sido tu reacción?
  • ¿Cuál es tu comportamiento ante los signos que Jesús nos pone delante para que le reconozcamos como Cristo Resucitado?
  • ¿Eres consciente de que la comunidad es lugar imprescindible para hacer experiencia de Jesús Resucitado?
  • Toma el pulso a tu testimonio de Jesús Resucitado.

ORACIÓN – VIDA

  • Pide perdón a Dios, por las veces que has tirado la toalla en los momentos de decepción, de incertidumbre, de aparente oscuridad; por las veces que no estas atento, ni te abres a los signos que te muestra.
  • Da gracias a Dios por estar siempre presente en tu vida y por hacerte experimentar que Jesús está vivo.

“Silencio, contemplación, esperanza, victoria y paz” Lectio Divina del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor (Ciclo A)

VERDAD – LECTURA

EVANGELIO Mt 26,14-27; 27,1-66

Comenzamos la semana más especial e importante del año. En ella, vamos a volver a pasar por nuestra mente y nuestro corazón la Pasión, muerte y resurrección. Lo hacemos en unas circunstancias muy especiales. El Covid-19 está asolando el mundo. No es momento de desesperar, de abandonar, de tirar la toalla… Pero tal vez es tiempo de silencio, de reflexionar, de meditar, de contemplar para retomar, si cabe con mayor intensidad y fuerza nuestra vida ordinaria.

Por eso, mi invitación este Domingo de Ramos es que nos pongamos en la presencia de Dios, en silencio. Pero en un silencio profundo y activo, al mismo tiempo. Un silencio atento, de escucha, de enmudecimiento, e, incluso, de adoración. Pero un silencio también de resistencia, de resiliencia, de conversión y de cambio.

No voy a comentar pormenorizadamente toda la Pasión narrada por Mateo. Me voy a limitar, únicamente a realizar algún comentario, que nos ayude a profundizar, y aproximándonos al texto, poder responder a la pregunta: ¿qué dice el texto?

La pasión narrada por Mateo es la pasión del Hijo de Dios, del Mesías esperado por los siglos, de Aquél de quienes hablaron los profetas. Narración cargada de dramatismo y rica en detalles. Donde, los protagonistas de la narración son: Dios Padre y Jesús; el resto son personajes secundarios, aunque no menos importantes.

Toda esta narración hay que leerla a la luz de las antiguas profecías, que Mateo nos irá presentando, pues para este evangelista, Jesús «lleva a perfecto cumplimiento lo que han dicho la Ley y los Profetas» (Mt 5,17).

La llamada Última Cena nos describe la vida de la comunidad cristiana a lo largo de los siglos. Nos describe La celebración comunitaria de la eucaristía. Y el evangelio nos llama a vivir la misma experiencia que vivieron los discípulos en cada una de nuestras celebraciones de la eucaristía.

Es sumamente importante, caer en la cuenta de la soledad de Jesús. Él tendrá que vivir solo el Calvario. Él nunca ha buscado acabar muriendo en una cruz; pero los acontecimientos se precipitan, se imponen. Él que siempre ha deseado estar en comunión con sus discípulos, se encuentra solo en el momento más dramático de su vida. Leer el relato de Getsemaní, significa precisamente eso, leer la infructuosa relación entre Jesús y sus discípulos; porque estos últimos no son capaces de acoger el modo de vivir de Jesús, al menos por ahora; un modo de vivir que desembocará en la entrega generosa y sin condiciones de la vida para dar vida.

El juicio religioso busca en todo momento condenar a Jesús por las obras que había hecho: curaciones en sábado, blasfemias, incumplimiento de la Ley… En un segundo plano, ocurre la negación de Pedro. Ante todos, Jesús da testimonio de sí mismo.

El juicio político es un verdadero contraste entre los que están a favor de Jesús y los que están en contra, que al fin y al cabo son únicamente los miembros del Sanedrín y que han instigado al pueblo para obligar a Pilato a crucificar a Jesús.

La culminación de la obra de Jesús es la crucifixión. Pero no es el final. El Padre lo resucitará al tercer día. Una vida que se entrega por la salvación de todos y que culmina en la victoria de la Resurrección. Como os decía al principio, en ningún momento nos debe invadir la desesperanza.

Para quien tiene fe, ilusión, confianza, esperanza y acoge el mensaje del evangelio e intenta ponerlo en práctica, se abre una nueva perspectiva, un nuevo panorama: la muerte no tiene la última palabra, la muerte no es el destino final del ser humano, la muerte ha sido vencida.

Por eso queridos hermanos, poner el foco, la visión, vuestro punto de vista, no en lo trágico de la vida, si no en el rayito de esperanza que está surgiendo desde el horizonte. Esa luz es Jesús de Nazaret que viene a traernos vida y vida en abundancia. Y en la Victoria de Jesús sobre la Cruz, la Paz para el mundo.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?
  • Os invito a observar detenidamente cada uno de los personajes que aparecen en el relato de la Pasión. ¿Con cuál de ellos me siento identificado? ¿Por qué?
  • ¿Quién es para mí el Jesús de la Pasión de Mateo? ¿Qué significado tiene para mi vida?
  • ¿Cómo vivo la celebración eucarística?
  • ¿Cómo vivo mis momentos de soledad, mis momentos de dificultad, las contrariedades?
  • ¿Cómo doy testimonio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús?

 VIDA – ORACIÓN

  • Pido al Espíritu Santo que me ayude a contemplar en silencio el relato evangélico y doy gracias a Dios Padre por el gran regalo de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús.

Recuperar la visión Lectio Divina del IV domingo de Cuaresma (Ciclo A)

VERDAD – LECTURA

EVANGELIO Jn 9,1-41

Nos encontramos hoy con un relato de curación. El que lo llamemos relato no quiere decir que, Jesús durante su vida terrena no realizara curaciones de determinadas enfermedades. Pero, sí que nos permite afirmar que este pasaje evangélico probablemente hace más referencia a la ceguera espiritual que a la corporal.

La curación de este ciego, por cierto que es el único que aparece en el evangelio de Juan, se nos propone, más bien, como un itinerario de crecimiento en la fe, como el camino que recorre la persona que confía totalmente en Jesús, que aprende poco a poco a vivir del él y con él, a amarle incondicionalmente. El ciego de nuestro relato va pasando progresivamente desde la increencia o, si preferimos, desde la creencia en el judaísmo a la adhesión plena a Jesús. Vayamos por partes.

El ciego se encuentra en Jerusalén, cerca del Templo. Es decir, es una persona muy cercana al judaísmo y a las prácticas judías. Jesús va caminando y lo ve. Ve la incapacidad de aquel hombre ve la precariedad radical en la que se encuentra, ve su fragilidad, su debilidad, sus miedos… al igual que Yahveh vio la aflicción de su Pueblo (Éx 3,7). En una situación similar han dejado los dirigentes de Israel a sus propios hermanos. Un Pueblo incapaz de valerse por sí mismo, incapaz de caminar con libertad, incapaz, siquiera, de ser personas.

La creencia popular relacionaba las enfermedades congénitas con el pecado personal o familiar. Pero el evangelista está pensando en algo más profundo, está pensando en una enfermedad existencial que padece el pueblo fiel.

Para realizar la curación, Jesús elabora con su propia saliva, junto con tierra, barro. Tenemos aquí una clara alusión a la creación del hombre (Gén 2,7). Con ese barro, Jesús unge los ojos del ciego. Pero no es suficiente, éste ha de ir a lavarse al piscina de Siloé (Enviado). Piscina de la que se tomaba el agua en la fiesta de los Tabernáculos, como símbolo de la dinastía davídica. No pretende una ruptura radical con la tradición del Antiguo Testamento, sino una adhesión progresiva a la persona de Jesús, el Enviado del Padre. Una vez realizado el gesto, vuelve viendo, vuelve abierto a la Luz, abierto a la revelación de Jesús.

La gente del pueblo al ver el signo de Jesús dudan incluso de que se tratase de la misma persona. Y es que, aquel que había sido ciego desde su nacimiento es ahora una persona nueva; es una persona nacida del Espíritu; es el mismo, pero transformado en un seguidor de Jesús.

Lo llevan ante los fariseos. Y a éstos, lo único que les preocupa, esque para la realización de esta curación se ha incumplido la ley, las normas prescritas para el descanso sabático. No les importa la persona, les importan las reglas. Si Jesús ha violado la ley del sábado no puede ser un hombre de Dios. Sin embargo, para nuestro protagonista, el ciego de nacimiento, Jesús es un profeta, un enviado de Dios.

No es posible. Lo más probable es que se trate de otra persona que se le parece y estamos ante un impostor; ese es el pensamiento de las autoridades judías. Por eso llaman a sus padres; los cuales afirman que efectivamente se trata de su hijo, pero temerosos de ser expulsados de la religión judía, se desentiende de todo.

Vuelven a llamar al ciego. Quieren que él mismo acuse a Jesús de haber quebrantado la ley del sábado. Pero él no está dispuesto. Le piden nuevamente que explique lo sucedido. Responde irónicamente: «¿Es que queréis también vosotros haceros discípulos suyos?» (Jn 9,27b). La reacción no se hace esperar, le menosprecian. Pero para el ciego, nadie es capaz de realizar el prodigio obrado en él, sin tener a Dios de su parte. Para los fariseos está todo claro, es un hombre todo empecatado, lleno de pecado; está fuera del judaísmo.

Entre el ciego y Jesús se produce un nuevo encuentro. Aquel que ha sido capaz de dar testimonio de Jesús, no está solo. Jesús le sale al camino. Y entre los dos se entabla un diálogo: «¿Crees en el Hijo del hombre?» (Jn,9,35b). ¿Crees en aquel que es la persona plena? ¿Crees en aquel que es el Hombre? ¿Crees en aquel que expresa la plenitud del ser humano?

¿Quién es ese? El que estás viendo, el que se te está revelando. Creo. Pero, el ciego no sólo cree. Ante el misterio, adora, se postra. Proclama su fe en Jesús. Aquel ciego de nacimiento ya no se encuentra en tinieblas, ha llegado a la luz. Se ha abierto a la persona de Jesús y se ha dejado transformar por él. Este hombre ha tenido la experiencia del amor gratuito de Dios, de una relación personal con Jesús que le ha comunicado una nueva vida.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?
  • ¿Dónde y cuándo te has encontrado con Jesús? Haz un repaso de tu vida.
  • ¿Estás dispuesto/a a abrirte a la Luz del Resucitado?
  • ¿Has iniciado un camino de conversión para adherirte más a la figura de Jesús?
  • ¿Estás dispuesto/a a acoger la Luz que Jesús quiere traer a tu vida?

VIDA – ORACIÓN

  • Pide a Jesús que te ayude a abrirte a la Luz del Espíritu.
  • Acoge en lo más profundo de tu ser la Luz del Resucitado.
  • Da gracias a Dios por haberte revelado su amor y su misericordia.
  • Anuncia a todos los que te rodean el gran regalo que Jesús te ha hecho de convertirte en una persona nueva, en una persona plena.

Encontrarse con el verdadero amor. Lectio Divina del III domingo de Cuaresma (Ciclo A)

VERDAD – LECTURA

EVANGELIO Jn 4,5-42

La liturgia de hoy domingo nos ofrece el relato de un encuentro. La vida de Jesús, fue una vida de encuentros: con su Madre y su Padre, con Juan, el Bautista, con sus discípulos, con Nicodemo, con la Samaritana, con los enfermos, con los pobres, con los necesitados…

Uno de esos necesitados, todos lo somos de alguna manera, es la samaritana. En un primer momento nos puede parecer un relato idílico, poético, bucólico… La samaritana, una mujer que vivía en Samaría. Sin embargo para entender bien este texto creo que es necesario que expliquemos quiénes eran los samaritanos.

Ayá por el año 722 antes de Cristo, los asirios invaden las regiones del norte de Israel. Muchos de sus habitantes son deportados a Babilonia. Posteriormente, los habitantes del Reino del Sur, en el 586, también será deportados. Pero nos interesan los primeros, porque la región de Samaría se encontraba en el Reino del Norte (Israel). Como decíamos muchos judíos son deportados a Babilonia. Sin embargo, algunos de estos samaritanos, que permanecieron en su tierra, se fueron mezclando con asirios (habitantes de Babilonia) que empezaban a llegar a su territorio. Y aquellos comenzaron a adoptar costumbres y prácticas de los nuevos habitantes que iban claramente en contra, sobre todo de las creencias, practicas y costumbres de Israel. Por lo cual, comenzaron a considerarse por los judíos como personas impuras; es decir, personas que no podían participar de manera plena en el culto, celebraciones, conmemoraciones y practicas religiosas de Israel. Es decir, no podían relacionarse con Dios. Recordemos la gran importancia que tenía para el pueblo judío todas las cuestiones relacionadas con el culto a Yahveh. Los samaritanos eran considerados como personas que se encontraban en permanente pecado.

Dicho esto, vemos como Jesús, no solo no evita el dirigirse a Samaría, si no que envía a sus discípulos a comprar alimentos (en un lugar impuro, con lo cual esos alimentos también lo serían), y además, se pone a hablar a solas con una mujer, hecho que estaba muy mal visto por parte de los judíos.

Voy a seguir a Secundino Castro en su comentario al evangelio de Juan, para que podamos adentrarnos poco a poco en este pasaje; el cual está plagado de simbología y en la que el autor a conseguido una composición soberbia.

Sin, poner en entredicho, en ningún momento, la veracidad del encuentro de Jesús con una mujer samaritana. Si que voy a tener en cuenta como poco a poco la mujer se irá convirtiendo en figura simbólica del pueblo samaritano, de la misma manera que Nicodemo es figura simbólica del pueblo judío.

Juan nos presenta a Jesús cansado del camino, se sienta junto a brocal de un pozo. No es un pozo cualquiera, pues éste se encuentra en la ciudad de Sicar, que únicamente aparece aquí, y que algunos la identifican con Siquem, lugar en el que habría sido sepultado José, al traer sus restos de Egipto, en un campo que Jacob había comprado.

Nos encontramos alrededor de la hora sexta, el medio día, aquí encontramos una clara alusión al Cantar de los Cantares (1,7), cuando el esposo lleva su rebaño a abrevar. Cristo el esposo, es quien sacia la sed de la samaritana, del pueblo samaritano, de los judíos y de cada uno de nosotros. Esto si que es importante, porque Jesús es la fuente inagotable de agua viva.

Jesús se dirige a la mujer: “Dame de beber”. ¿Tan inútil era Jesús que no es capaz de sacar el agua por si mismo?  ¿O tenía sed de la persona humana? ¿Quiere Jesús servirse de nosotros incluso para saciar su propia sed? Lo curioso, es lo rápido que tanto Jesús como la Samaritana se olvidan de beber. Porque en ningún momento, aquel agua será saciante de anhelo, del deseo profundo, de felicidad y plenitud que tiene el ser humano. Esa sed sólo podrá saciarla la persona de Jesús.

En seguida, nos encontramos, como sale a relucir el problema religioso, que estaba muy presente en la vida cotidiana de los judíos y de los samaritanos. Que será superado en la persona de Jesús, el cual ha venido para dar el verdadero sentido a la Ley, tanto a la judía como a la samaritana, teniendo en cuenta que la norma máxima y más importante de la ley es el amor. Únicamente desde ahí será posible la transformación del mundo. Y es precisamente ese amor incondicional de Jesús por la humanidad es que hace brotar y producir en cada uno de nosotros la vida eterna.

Dejando a parte la cuestión del adulterio, que a mi parecer no tiene cabida, vamos a abordar los versículos 16-19 desde un punto de vista religioso. La mujer no tiene marido, según manifiesta en primer lugar; sin embargo Jesús le revela su verdadera historia de amor: ha tenido cinco maridos y el de ahora no es suyo. El pueblo samaritano rendía culto a cinco dioses, al mismo tiempo que también adoraban a Yahveh (Cf 2Re 17,24-41). Aunque el culto a Yahveh no lo realizaban tal y como debía ser, puesto que el Dios de Israel es un Dios único y estaban incumpliendo precisamente el primer mandamiento de la Ley, por eso no es su verdadero marido, aunque convivan con él. Al encontrarse con Jesús, al hacer experiencia de Él, al confesarle como único Dios, al adherirse a él y dejarse transformar por Él, habrá encontrado al verdadero marido, al verdadero, Señor. Aunque por ahora en nuestro relato, la samaritana, únicamente a descubierto a Jesús como profeta. Poco a poco lo irá reconociendo, al igual que lo reconocerá posteriormente el pueblo samaritano, como Mesías, como Salvador.

La conversación continúa deteniéndose, ahora, en las cuestiones del culto. Y Jesús va a ofrecer a esta mujer una nueva forma de relacionarse con Dios. A partir de ahora, el culto verdadero no será el que hasta ahora le ofrecen los judíos “en Jerusalén”, ni el que le ofrecen los samaritanos, “en este monte”. Jesús le descubre a Yahveh como el autentico Padre de su único pueblo, que es la humanidad. El verdadero culto está en reconocer a Dios como Padre y comportarse con él como tal. Ese el verdadero culto, considerar a Dios como verdadero Padre, lo cual no es posible sin la revelación completa que nos ofrece Jesús. Después de todo esto, la mujer samaritana es capaz de reconocer en la persona de Jesús al verdadero Mesías, al verdadero Salvador del mundo. A partir de ahora, la Samaritana se convertirá también en discípula y en testigo del Dios de la vida, del Dios misericordioso, del Dios amor, en la persona de Jesús de Nazaret. Gracias a las palabras de esta mujer los samaritanos descubrirán también que Jesús es el verdadero Salvador del mundo.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• Jesús sale a tu encuentro, ¿cómo te dispones para encontrarte con Jesús en las distintas circunstancias y situaciones de tu vida?

• ¿Eres capaz de reconocer al Jesús como verdadero Dios, como el Salvador del mundo, como el Salvador de tu propia persona?

• ¿Verdaderamente adoras a Dios en espíritu y verdad? ¿Acoges la Palabra de Dios en tu vida y dejas que ella te transforme?

VIDA – ORACIÓN

• Estamos viviendo en estos días una crisis mundial a causa del famoso Covid-19, tengamos muy presente a todos los afectados, oremos, en espíritu y verdad, por ellos, por sus familias, por sus seres queridos, por todo el personal sanitario. Y adoptemos todo nosotros las medidas necesarias para evitar el contagio, evitando encuentros innecesarios, aunque la Lectio Divina de este domingo esté precisamente dedicada al encuentro de Jesús con la Samaritana.

Perdonando desde el amor. Lectio Divina del VII Domingo del T.O. – Ciclo A

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Mt 5,38-48

Continuamos reflexionando, meditando y orando con el llamado sermón del monte, que Mateo nos ofrece en su capítulo 5. Hoy, la liturgia nos regala un estupendo fragmento, en el que se nos habla del perdón; y que, concluye con las palabras que comentábamos en nuestro anterior post: “Vosotros sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (5,48).

En este momento, sin embargo, me gustaría que para orar con nuestra lectio divina semanal nos centráramos en el tema del perdón, visto desde la perspectiva del amor.

Nadie podrá negar que perdonar es complicado, necesita de un proceso, a veces, largo y difícil.

En muchas ocasiones, ni siquiera sabemos muy bien en qué consiste: “perdono, pero no olvido”; “yo le perdono, pero ojalá…” Es más, nos puede parecer un imposible. Y hay momentos en los que podemos, incluso, llegar a pensar que Jesús nos está pidiendo realizar ese imposible: “no hagas frente a quien te agravia; a quien te pide dale; ama a tu enemigo y reza por quien te persigue”. Aunque, también es muy posible, que Jesús nos esté desafiando a cambiar el mundo. ¿Qué actitud debo tomar ante una ofensa? ¿ante un insulto? ¿ante un menosprecio? ¿Qué hacer cuando alguien me hace daño?

La ley del talión, que era la que estaba vigente para los judíos en tiempos de Jesús, era clara: Si alguien hace daño, lo pagara “vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.” (cf. Ex 21,23ss). Esta ley ya era un adelanto con respecto a otras, para evitar la venganza extrema o desorbitada.

Jesús, sin embargo, está invitando a sus discípulos a ejercer la no violencia; o si preferimos, una cierta resistencia pasiva: no hacer frente a los ataques, no devolver mal por mal. La violencia, dice el dicho, engendra violencia. Pues, precisamente, Jesús quiere que sus discípulos no reaccionemos de manera instintiva, según lo “que nos pide el cuerpo”.

Tampoco es que Jesús esté aconsejando a sus discípulos permanecer impasibles o pasivos. No, al contrario, él nos invita a pasar a la acción, nos invita a ser proactivos, pero de manera distinta: buscando el diálogo; buscando el hacer caer en la cuenta al otro de su error; haciéndole ver su responsabilidad, su incoherencia, su equivocación. De esa manera, es posible que cambie. De la otra, devolviendo mal por mal, es muy posible que entremos en el bucle de la violencia, de la venganza, de la revancha y del ajuste de cuentas.

Para esto es necesario, como veíamos en nuestro anterior post, mucho amor.

Un amor que debe alcanzar, incluso, a quienes consideramos nuestros enemigos. Nuestro prójimo es todo ser humano, sin importar raza, lengua, pueblo, nación, condición social, o actos que haya realizado. Por supuesto, como decíamos más arriba ayudándole a que sea consciente de su error; pero sin juzgarlo, sin condenarlo, sin darlo por perdido.

Devolver amor ante la injusticia, haciéndole frente, denunciándola, pero sin hostilidad, incluso rezando por aquel que nos hizo daño, es la mejor manera enfrentarnos al mal.

El ideal es que nosotros seamos como nuestro Padre celestial que hace salir el sol sobre justos e injustos (Mt 5,45), que seamos santos como nuestro Padre que es santo (cf Lev 19,2).

A nivel práctico, el no perdonar, es adoptar un papel de víctima: “pobre de mí, que fulano me ha hecho esto o aquello”, “yo no me merecía esto” “con todo lo que yo he hecho por él”. Perdonando, adoptamos una actitud proactiva. A partir de este hecho, de esta circunstancia, de la injuria recibida… ¿Qué puedo hacer yo para acercarme a esa persona? ¿Qué puedo hacer yo para que esa persona caiga en la cuenta de su error? ¿qué puedo hacer yo para cambiar la situación?

Imprescindible para todo esto saber gestionar nuestro enfado y nuestra ira y entrar en diálogo con nuestro prójimo. Y, sobre todo, no dar nunca un caso por perdido. Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios.

Y en todo caso, si la situación, la circunstancia, el momento o la persona para nosotros está resultando “tóxica”. Es mejor una retirada a tiempo (alejarse) que una venganza desproporcionada.

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra de este pasaje evangélico te ha tocado especialmente el corazón? ¿Qué sentimientos se despiertan en ti al leer este pasaje?
  • ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento concreto de tu vida, con esa palabra, con ese sentimiento que se ha despertado en ti?
  • Toma el pulso a tu actitud ante una ofensa. ¿Eres de los que perdonas o eres de los que reaccionas de manera impulsiva?
  • Ante una ofensa, ¿eres capaz de entrar en diálogo con la otra persona para que sea consciente de haberte hecho daño? ¿o, por el contrario, buscas cierta “venganza”?
  • Ante una situación o un acto ofensivo, ¿adoptas el papel de víctima o intentas ser proactivo y sacar un aprendizaje de ello?

VIDA – ORACIÓN

Hoy te invito a que oremos con el Padrenuestro, haciendo especial hincapié en las palabras: perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.