“Es de bien nacidos el ser agradecidos” Lectio Divina Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario – Ciclo C

VERDAD – LECTURA

Evangelio: Lc 17,11-19

Continuamos acompañando a Jesús y sus discípulos en su camino hacia Jerusalén. Nos encontramos en el camino que pasa entre Samaría y Galilea. Samaría nación de origen judío pero cuyos habitantes, durante la invasión y posterior exilio a Asiria se casaron con extranjeros, y fruto de esta mezcla resultó que conservaron muchas de sus costumbres extranjeras, por todo ello no eran bien vistos por los judíos. Y Galilea, región compuesta sobre todo por población de origen helenístico (griego) y que no compartían la religión judía, por eso eran considerados como paganos, no creyentes en el Dios de Israel.

Pues bien, en una aldea sin nombre, en ese camino entre Samaría y Galilea, nos sitúa el relato con el que hoy vamos a orar. Allí le salen al encuentro a Jesús diez leprosos. El leproso una persona que, a causa de su enfermedad es considerado impuro; es decir, excluido de la sociedad, de la relación con los demás y de la participación en el culto de su pueblo; una persona marginada, abandonada, apartada. Para hacernos una idea de ello, veamos que es lo que nos dice el libro del Levítico: “Aquel que se vea afectado por la lepra llevará los vestidos rasgados, se cubrirá hasta la nariz e irá despeinado gritando: ¡Impuro! ¡Impuro! Todo el tiempo que dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada” (Lev 13,45s).

Por eso, los leprosos salen al encuentro de Jesús, pero no se acercan a él, desde lejos le gritan: “Jesús Maestro, ten compasión de nosotros”. Llaman a Jesús por su nombre, ya le han acogido en su corazón por medio de la fe, ya le han reconocido en lo más profundo de su ser como el Mesías, el Salvador del mundo, el Hijo de Dios, que todo lo puede. Y le han acogido y reconocido, desde la humildad, desde la pequeñez, desde la indigencia, como Dios bondadoso, misericordioso, cercano, que quiere entrar en relación con el ser humano y se interesa por los problemas, las dificultades y las miserias de éste. Pero no solo eso, si no que además quiere ayudarlos a superar todo eso.

Los leprosos quieren ser curados para poder volver a comunicarse con los demás, para poder reinsertase en la sociedad, para poder relacionarse nuevamente con Dios, aunque este no se haya apartado en ningún momento de sus vidas.

A igual que ellos, tampoco Jesús se acerca. Desde lejos, les ordena que se presenten al sacerdote. Lo cual, les va a reintegrar a la vida social de su pueblo y a la vida de su comunidad religiosa (Lv 14, 1-32). Ellos tienen fe en la curación. Y, he aquí que cuando van de camino, son curados.

Sin embargo, en el relato se nos llama la atención acerca de que lo más importante no es cumplir ni con el rito, ni con lo prescrito, ni con la norma. Lo más importante es dar gracias por el regalo de la curación. Sí, porque es un regalo, ellos no han hecho nada para merecerla. Sin embargo, ninguno se vuelve para dar gracias a Jesús, aunque le hubieran reconocido en un principio como Mesías. Solamente, un samaritano, un excluido, no sólo por la lepra, sino por su condición étnica, por sus creencias religiosas, es quien se vuelve alabando a Dios y dando gracias a Jesús.

Jesús no tenía ninguna obligación de curarlos; Dios no tiene ninguna obligación de hacernos los regalos que a diario nos hace. ¡Cuántas y cuántas veces Dios sale a nuestro encuentro! ¡Cuántas y cuántas veces Dios responde a nuestras peticiones! ¡Cuántas y cuantas veces Dios nos apoya, nos sostiene, nos ayuda! Y todo sin esperar nada a cambio.

Dice el refranero español que es de bien nacidos el ser agradecidos. ¿Lo somos con Dios?

CAMINO – MEDITACIÓN

  • ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?
  • Seguramente no tienes lepra, pero sí que tienes alguna enfermedad, alguna dificultad, algún problema, algún aprieto. Ponle hoy, en la oración, en las manos de Jesús, con la misma familiaridad y confianza como lo hicieron aquellos diez leprosos; grítale a Jesús si es necesario, si sientes la necesidad, pero hazlo con esperanza, con fe. Recuerda que Dios es misericordioso, bondadoso y Padre.
  • Para que Jesús cure tu “lepra” es imprescindible que sepas reconocerla, que la asumas y que quieras hacerle frente, ¿estas dispuesto a abandonarte en las manos de Jesús, a levantarte y a emprender el camino que te conduce a la salvación?
  • No sólo tienes que ser consciente de tus “lepras”, si no que tienes que estar atento a las dificultades, obstáculos, debilidades, problemas de los demás, sobre todo para no excluirlos, pero también para tenderles una mano amiga. ¿Estás dispuesto?
  • ¿Eres agradecido con Dios, con tu familia, con tus amigos, con los demás?

VIDA – ORACIÓN

Hoy, te invito simplemente, a que te hagas consciente de tus debilidades, de tus dificultades, de todo aquello que te pide avanzar para ser discípulo de Jesús. Preséntaselo y pídele que te ayude a superarlo. Y no te olvides de dar gracias a Dios por todos los regalos que a diario te hace, si que hagas nada por merecerlo.

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