«HE VENIDO A TRAER FUEGO» – LECTIO DIVINA DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

VERDAD – LECTURA

Evangelio Lc 12,49-53

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:  49«He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo ya que arda! 50Tengo que recibir un bautismo de dolores, y estoy angustiado hasta que se realice. 51¿Creéis que he venido a traer la paz al mundo? Os digo que no, sino división. 52Pues en adelante estarán divididos cinco en una casa, tres contra dos y dos contra tres. 53Estará dividido el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.».

Un evangelio duro y, en cierta medida, incomprensible, el que hoy nos ofrece la liturgia de este domingo. Este pasaje hay que enmarcarlo, como los fragmentos de domingos precedentes, dentro de ese gran discurso, o más bien de esa extensa enseñanza que Jesús está ofreciendo a sus discípulos camino de Jerusalén. Él se está encaminando voluntariamente hacia su pasión y muerte, sabiendo bien, que ese no será el final; sino que el final será la resurrección. Durante ese largo recorrido, subiendo a Jerusalén, Jesús va ofreciendo a sus discípulos diversas instrucciones: cómo tienen que comportase  con los demás, cómo tienen que orar, el testimonio que han de dar acerca de él y del Reino, la confianza que han de tener en la providencia, la fidelidad, etc.

En estos pocos versículos, con los que estamos orando hoy, Jesús es consciente, y quiere que nosotros también lo seamos, de que su mensaje puede traer conflictos y divisiones entre aquellos que lo acogen y sobre todo, puede generar rechazo por parte de aquellos que no lo entiende o no quieran acogerlo.

Por medio de dos comparaciones, Jesús nos presenta su misión: el fuego y el bautismo. Ambas son bien conocidas por la mentalidad judía de la época, pues se utilizaban con frecuencia para referirse a las adversidades que tendría que sufrir el mundo con la última venida de Dios. Está utilizando pues, un lenguaje escatológico; o sea, un lenguaje figurado para referirse al final de los tiempo y que por lo tanto no debe tomarse al pie de la letra.

Jesús ha venido a encender fuego en la tierra. Es decir pasión, entusiasmo, fervor, ganas de que el amor y la misericordia de Dios sea conocida por toda la humanidad y todos seamos capaces de acoger la buena noticia del evangelio. Ahora bien, ese fuego no dejará a nadie indiferente. Puede ser acogido o rechazado.

De la imagen del fuego pasamos a la del bautismo, comparando éste con su muerte. Los que reciben el bautismo son sumergidos en agua para renacer a una vida nueva. También para Jesús su pasión y muerte será un renacer a una nueva vida: la de la resurrección; y con todo ello ofrecernos a nosotros también una vida nueva, la vida nueva del Reino. Esto, desde un punto de vista humano, a Jesús le produce angustia; aunque, cuando llegue el momento culminante, cuando tenga que enfrentarse a esa muerte que genera vida, lo hará con coherencia y sin dudarlo.

Y a continuación, como decíamos con anterioridad, Jesús quiere que caigamos en la cuenta de que su mensaje traerá contradicción, división, incluso enfrentamiento entre aquellos que lo acojan con fidelidad y aquellos que lo rechacen.

En infinidad de ocasiones, el mensaje del evangelio choca con el mensaje del mundo, la escala de valores que tenemos los cristianos no tiene nada que ver con aquella que defiende el mundo. Y muchas veces esos conflictos se dan incluso entre nuestros propios familiares, entre nuestros amigo, entre las personas con las que nos relacionamos a diario, sobre todo si ejercemos nuestra misión de anuncio desde el profetismo, es decir denunciando la injusticia, los abusos, los atropellos o la arbitrariedad.

Por lo tanto, hemos de estar atentos y ser conscientes de las consecuencias que, nuestra pasión por el anuncio del evangelio, pueden producir en nuestras vidas. Pero, además, creo  que no debemos olvidar, tal como hacía en el evangelio del domingo pasado, que Jesús nos llama siempre a la fidelidad, a la valentía, a la coherencia y a la perseverancia en la extensión del Reino.

CAMINO – MEDITACIÓN

• ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha llamado más la atención, te ha gustado más, te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora, en este momento, con ello?

• Tómale el pulso a tu pasión por el anuncio del evangelio, por la extensión del Reino de Dios, ¿es fuego en tus entrañas? ¿es impulso hacia el bien? ¿es denuncia de la injusticia?

• Tus dificultades diarias, tus problemas, los inconvenientes pueden convertirse en oportunidades de crecimiento, pueden ser generadores de vida, ¿eres consciente de ello? ¿cómo acoges y afrontas estas contrariedades?

• ¿Eres consciente de que tu fidelidad, tu coherencia, tu lealtad a los valores evangélicos pueden traerte conflictos y enfrentamientos, incluso con las personas más allegadas a ti?

• Puedes llevar al mundo palabras de salvación, de amor y de misericordia, puedes llevar al mundo la cercanía de Dios y todo ello puede ser motivo de conversión de cambio de mentalidad, de acogida por parte de los demás ¿te mantendrás perseverante y constante en el anuncio del Evangelio?

VIDA – ORACIÓN

Oh Padre, infunde tu amor en nuestros corazones, para que amándote en todo y sobre todas las cosas seamos fieles y coherentes a los valores evangélicos, anunciando la llegada del Reino, la misericordia y el amor de Dios hacia toda la humanidad. Te lo pedimos por Jesucristo, Nuestro Señor. Amen.

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