VERDAD – LECTURA
Evangelio: Jn 20,19-23
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se pudo en medio de ellos y les dijo:
“Paz a vosotros”.
Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.
Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
“Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”
Vivimos inmersos en la vorágine de la inmediatez, la rapidez, la urgencia, la prontitud, la prisa…
Somos incapaces de pararnos, aunque sea un instante, para admirar la belleza del mundo que nos rodea, para contemplar la maravillas que afloran de los acontecimientos que están sucediéndose a nuestro alrededor, para disfrutar de una conversación tranquila compartiendo con esa persona que ilusionada nos cuenta como está viviendo en su mundo… ¡Hemos perdido la perspectiva! Los siento mucho, pero así es.
Acumulamos datos, informes, cifras, referencias, documentos… Pero estamos muy lejos de vivir experiencias.
Creemos conocernos, pero en realidad somos auténticos desconocidos; incluso nosotros para nosotros mismos.
Creemos dominar el mundo, pero en realidad es el mundo quien nos domina a nosotros. Y, posiblemente, me dirás: “¡Qué narices tiene esto que ver con la lectura de hoy!”
Pues he de decirte que mucho. Aunque es posible que a primera vista no te lo parezca. Permíteme que te invite, en primer lugar, a dejar de mirar, para comenzar a ver; y posteriormente a contemplar. Sí porque únicamente desde la contemplación podrás llegar a entender de una manera satisfactoria la lectura del evangelio que hoy nos propone la liturgia.
Tengo que decirte que, al leer y releer este trozo del evangelio de Juan, me di cuenta de que yo estaba un poco como los discípulos: encerrado en la oscuridad de mi casa, con mis miedos.
Sí. Haciendo muchas cosas, por supuesto; yendo de un lado para otro, pero sin un rumbo concreto; cruzándome con una persona y otra, pero sin encontrarme con ellas. Encerrado en mi propia casa con las puertas cerradas, e inmerso en mis miedos.
Entonces, el primer día de la semana aparece Jesús: “Paz a vosotros”. Porque eso, la paz, es lo que viene a ofrecer, a entregar, a regalar Jesús a sus discípulos. Y en esos discípulos entramos tú y yo.
Así es, Jesús se hace presente en medio de nuestra andadura por la vida, de nuestras circunstancias, de los acontecimientos que nos suceden… para decirnos: “quiero que vivas en paz”, “quiero que en tu vida pueda volver a reinar la esperanza”, “quiero que toda ella rebose de amor”. En definitiva, quiero que vivas la vida de verdad, en plenitud. Y todo eso quiere que lo vivamos con los demás, con las personas que nos rodean, con nuestra familia, nuestros amigos, etc. Quiere que lo vivamos en comunidad.
Les muestra las manos y el costado. Las huellas de la pasión de Jesús, con la resurrección, no se han borrado. Las dificultades, los obstáculos, los inconvenientes de nuestra vida, a pesar de que la vivamos en plenitud gracias a la Resurrección de Jesús, no desaparecen ni desaparecerán; pero, seremos capaces de vivir todo ello de manera diversa, viviremos desde una perspectiva distinta.
Esta nueva perspectiva, traerá una nueva dimensión a nuestra vida: la alegría. No podemos, si verdaderamente somos seguidores de Jesús Resucitado, seguir viviendo en la oscuridad, en el miedo. A partir de ahora, porque hemos hecho experiencia de Jesús hemos de vivir desde la alegría.
Desde esta situación novedosa, Jesús nos envía a la misión, nos invita a ser sus testigos. Y para ello necesitamos la fuerza del Espíritu Santo.
Entonces, Jesús, lo mismo que Yahveh en la creación del ser humano, les insufló, y nos insufla a nosotros, el hálito de la vida, para que seamos seres nuevos, para que seamos de verdad hombres y mujeres que viven en plenitud.
Y es ahora, cuando estamos preparados para anunciar la Buena Nueva a todas las personas y por todos los confines de la tierra.
Además, Jesús da a los discípulos la potestad de perdonar los pecados. Aquí entiendo por pecado, todo aquel mal que nos impide que podamos tener una relación plena con Dios, todo mal que no nos permite mantenernos en la plena comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Sabiendo que estar en plena comunión con Dios, pasa primero por estar en plena comunión con uno mismo y con el hermano.
La comunidad tiene el poder de reconciliar y de superar las barreras que impiden esa plena comunión con Dios, con uno mismo y con el hermano. La comunidad de los discípulos de Jesús tiene el poder de ayudarnos a vivir la vida en plenitud.
CAMINO – MEDITACIÓN
- ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra te ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirte Dios, aquí y ahora, en este momento con ello?
- Haz un repaso de tu vida: ¿cómo la estás viviendo? ¿Cuáles son tus miedos?
- ¿Cuál es tu experiencia de Jesús resucitado?
- Les insufló el Espíritu Santo. ¿Qué sentimientos despierta este hecho en ti? ¿Cómo es tu relación con la Tercera Persona de la Santísima Trinidad? ¿Dejas que él trabaje en tu vida?
- Después de lo leído aquí y de reflexionar: ¿Qué significado tiene para ti la expresión, paz a vosotros?
- Teniendo en cuenta, que hemos dicho, que la paz es vivir la vida en plenitud ¿De qué forma puedes incrementar la paz en ti mismo y a tu alrededor?
- Jesús, te envía a la misión. ¿Estás dispuesto a emprenderla y dejarte modelar por el Espíritu para llevarla a cabo?
VIDA – ORACIÓN
- Da gracias a Dios por el don del Espíritu Santo.
- Pide a Jesús que insufle en ti el Espíritu Santo.
- Siente como Jesús te regala su paz, déjate invadir por ella.