El evangelio que nos ocupa podríamos dividirlo en dos partes diferenciadas que nos ayuden a una mejor comprensión del texto:
a) Primer anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
b) La exigencia del seguimiento de Jesús.
a) Primer anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Pasaje compartiendo con los otro dos sinópticos (Mc 8,31 – Lc 9,22). Comienza Jesús poniendo de relieve la obligación que tiene de ir a Jerusalén. Una obligación que debe cumplir pues esa y no otra es la voluntad del Padre. En su plan de salvación entra precisamente, el que su Hijo vaya a Jerusalén, sufra la pasión, muera y al tercer día resucite de entre los muertos. Plan salvador, obligación o deber que Jesús acepta voluntariamente. Jesús se abandona totalmente en las manos y en la total confianza al Padre, sin oponer resistencia alguna.
Jesús, como ser humano, poco a poco se había ido haciendo consciente de la situación en la que se encontraba. Era totalmente rechazado por las autoridades y por los que se consideraban depositarios de las verdades religiosas y, por tanto, salvíficas para el Pueblo; que debía pasar por una situación de muerte para después ser glorificado por el Padre. Y además esto era inminente: Juan había sido ejecutado, se había enemistado con los dirigentes religiosos de su pueblo, había quebrantado la Ley… Y a pesar de todo, decide continuar con sus misión. Está firmemente convencido y seguro de su misión que decide hacer partícipes a sus discípulos de esta obligación.
Sin embargo, sus discípulos están demasiado lejos de su perspectiva como para aceptar aquello, sin poner pega alguna. Es Pedro quien toma la iniciativa y, en este momento es «piedra de tropiezo» para Jesús en su camino. Es un obstáculo. Pero no sólo eso, se atreve incluso a increparle, a reprocharle por su actitud ante la misión que el Padre le tiene encomendada. No es Pedro, es el tentador que quiere disuadirlo de su misión. Lejos de tirar la toalla, Jesús reacciona con fuerza: ¡Ponte detrás de mí, Satanás! Dicho a Pedro, lo que quiere decir, es que vuelva al lugar que le corresponde como discípulo. Se ha de restablecer la relación entre el Maestro y el discípulo, al haberse dejado Pedro tentar por Satanás y pretender que ser más que su Maestro y hacerlo desistir de la misión. Sólo manteniéndose en su lugar, como discípulo, se puede llegar a comprender lo que el Padre le está pidiendo a Jesús. Y mantenerse en ese lugar tiene sus consecuencias y sus exigencias.
b) Las exigencias del seguimiento de Jesús
Al igual que Jesús, los discípulos también deben cumplir con su misión. Ellos han sido llamados al seguimiento y deben asumir todas las consecuencias que ello conlleva. No basta con haber recibido la llamada, el discípulo además ha de responder a ella.
El discípulo debe negarse a sí mismo. Es decir, ha de dejar de pensar de manera egoísta, ha de dejar de ser el centro, lo cual no quiere decir que uno tiene que dejar de ser como es, o de dejar de ser lo que es; simplemente ha de cambiar el orden de prioridades, ha de mantenerse abierto a la voluntad de Dios y al servicio de los hermanos. Ha de aprender a vivir entregando la vida, para volver a reencontrarse con ella, ha de caminar con esperanza, sabiendo que en el servicio y en la entrega está la plena felicidad. Porque el final no es un final de oscuridad y de muerte. El final es un final de esplendor y felicidad. Ayudar a otros, ponerte al servicio de los demás, defender la justicia, reducir el sufrimiento de los que nos rodean… ahí está la verdadera felicidad y el verdadero desarrollo personal. Entonces seremos verdaderamente felices.
CAMINO – MEDITACIÓN
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¿Qué pasaje, versículo, frase ha tocado mi corazón en este momento? ¿Que querrá Dios decirme con ello en las circunstancias concretas que estoy viviendo?
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¿Qué actitud adopto ante la misión que Dios me tiene encomendada?
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¿Estoy dispuesto/a a llevar a cabo esa misión asumiendo todas las consecuencias?
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¿Qué significado y que consecuencias tiene para mí el negarme a mí mismo?
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¿Asumo que la verdadera felicidad se encuentra en hacer la voluntad de Dios y ponerme al servicio de mis hermanos?
VIDA – ORACIÓN
Padre mío
Me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco.
Estoy dispuesto a todo,
Lo acepto todo,
Con tal que tu voluntad se haga en mí
Y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en tus manos.
Te la doy, Dios mío,
Con todo el amor de mi corazón.
Porque te amo
Y porque para mí amarte es darme,
Entregarme en tus manos sin medida,
Con una infinita confianza,
Porque tu eres mi Padre.